El operativo Massa Presidente ya se extendió a todo el sindicalismo. El ministro-candidato hizo un paciente trabajo en las últimas semanas para conseguir el aval de todos los sectores internos, pero lo logró a partir de un expreso pedido de que se unan para que sus clásicas diferencias no interfieran en la campaña y, además, de 5 puntos que pidió consensuar porque considera clave: uno de ellos, quizá el más novedoso de todos, es “trabajar en conjunto la modernización de normas que estén viejas”.
En realidad, Massa aludió de esta forma a la actualización de los convenios colectivos de trabajo mediante la incorporación de las nuevas tecnologías y la capacitación, según resaltaron a Infobae en el entorno del ministro de Economía, y no a la modificación de la legislación laboral. Este último tema es el fantasma más temido por la dirigencia gremial en caso de que Juntos por el Cambio gane las elecciones. Aunque algunos sindicalistas piden cambios en las leyes laborales para combatir el trabajo en negro, como Facundo Moyano (Peajes), por ejemplo, la mayoría no quiere tocarles ni una coma.
Además de la modernización de los convenios colectivos, Massa logró un guiño para otros 4 puntos que planteó en sus encuentros con los distintos gremialistas: capacitación laboral para reconversión y capacitación de transformación de planes en empleo; seguir la reducción de descuentos de salarios que paguen Impuesto a las Ganancias; ir a acuerdos sectoriales entre empresas, gremios y universidades, y trabajar en el sendero anual de recuperación de ingresos en la puja distributiva.
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Eso significará que Massa podrá exhibir ante los empresarios el compromiso de los dirigentes gremiales en aceptar acuerdos sectoriales y modernizar “normas viejas”. Y, a su vez, les podría garantizar a los sindicalistas que los empresarios les darán luz verde a los aumentos salariales y a la capacitación de los trabajadores para la reconversión laboral que requiere la Argentina.
Ya pasaron por el tamiz de las reuniones con Massa dirigentes de casi todo el espectro sindical. Uno de los primeros contactos del ministro de Economía, apenas confirmada su precandidatura presidencial, fue quizá uno de los más difíciles: Pablo Moyano (Camioneros) y Mario Manrique (SMATA). El primero es un dirigente de carácter irascible y cercano al kirchnerismo, mientras que el segundo, premiado por Cristina Kirchner con el tercer lugar de la lista de candidatos a diputado por la provincia de Buenos Aires de Unión por la Patria, es un ultra-K que se hizo conocido cuando pidió prenderles fuego a los empresarios del Foro Llao Llao (el mismo sector que busca seducir Massa).
El último que se difundió fue el encuentro del lunes pasado en el Ministerio de Economía con el resto del clan Moyano: papá Hugo y sus hijos Hugo Jr. y Jerónimo, el menor de la familia. El líder del Sindicato de Camioneros venía de su fugaz candidatura a diputado de Daniel Scioli, que no duró ni 24 horas por el sorpresivo acuerdo en el oficialismo que terminó con el encumbramiento de Massa.
La especial atención que le dio el candidato de Unión por la Patria a la familia de Camioneros es lógica: su problema no es tanto convencer a los kirchneristas más leales como Hugo Yasky, de la CTA oficialista, cuya ideología está más cerca de Juan Grabois, su rival en las PASO, sino evitar que la pelea entre Hugo y Pablo Moyano escale y termine alterando la paz sindical que tanto busca.
Es que Hugo Moyano define en estas horas la lista de candidatos del Sindicato de Camioneros que irán a las elecciones del 25 de septiembre próximo y, hasta ahora, no está claro si Pablo seguirá como secretario adjunto de su padre. Hay tiempo para presentar la nómina (única en competencia) hasta el 25 de este mes y mientras se acerca la fecha circulan versiones de todo tipo: que el hijo mayor de Moyano no será ratificado en su puesto, por ejemplo, e incluso que su lugar lo puede ocupar su hermana Karina, actual secretaria de Género de la Federación Nacional de Trabajadores Camioneros. El suspenso se mantiene, aunque se considera difícil que el líder sindical deje sin nada a Pablo.
Ajenos a los vaivenes moyanistas (Facundo, el secretario adjunto del Sindicato de Peajes, aún no se reunió con el candidato presidencial), los más firmes promotores de Massa surgen de la alianza que maneja la CGT: desde “los Gordos” como Héctor Daer (Sanidad) y Armando Cavalieri (Comercio) hasta los independientes, Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), pasando por aliados como Rodolfo Daer (Alimentación) y Jorge Sola (seguros), entre otros.
Son los mismos dirigentes que se convirtieron en el sostén sindical de Alberto Fernández hasta que se desilusionaron por el estilo presidencial, los problemas en la gestión del Gobierno y la falta de cumplimiento de algunas promesas, como la solución a la crisis financiera de las obras sociales. Y una vez que giraron hacia Massa, sobre todo para evitar a Cristina Kirchner, su tradicional enemiga política, apuntalaron la estrategia albertista de reclamar que las máximas candidaturas del oficialismo se definieran en las PASO. Luego, a tono con la postura massista, reclamaron un candidato único.
Las semanas previas al cierre de listas dividieron aún más el espectro sindical: mientras la CGT rodeaba a Massa, Luis Barrionuevo (Gastronómicos) apoyó la candidatura del camporista Eduardo “Wado” de Pedro y arrastró en su alineamiento a su aliado Carlos Acuña (estaciones de servicio), cotitular cegetista, que hasta ese momento era el dirigente más próximo al líder del Frente Renovador. Otros dirigentes, como el moyanista Juan Pablo Brey (aeronavegantes), se acercaron a Scioli (postura a la que se sumó tardíamente el propio Hugo Moyano), mientras que el sindicalismo kirchnerista apostaba al milagro de que Cristina Kirchner se postulara para la Presidencia o lo eligiera a Axel Kicillof. Incluso algunos, como Sergio Romero (UDA), escudados en su condición de peronistas clásicos y críticos de la señales en declive de la economía, preferían esperar antes de definirse en la interna oficialista.
Esta semana, finalmente, la CGT avanzó varios casilleros en el tablero desplegado por Massa para consolidar su candidatura: en una reunión de su mesa chica, ampliada a unos 40 dirigentes, se aprobó la visita del ministro de Economía a la sede cegetista de Azopardo 802 para el miércoles próximo y un acto masivo en el estadio DirecTV Arena, de Tortuguitas, en el partido bonaerense de Malvinas Argentinas, para el 8 de agosto, con el postulante de Unión por la Patria como orador central.
Massa, además, suscribirá a un cronograma de visitas a fábricas y empresas organizado por los sindicatos, en donde escenificará el diálogo y el apoyo de los trabajadores. Y los gremialistas acordaron multiplicar asambleas en los lugares de trabajo para militar en favor del candidato oficialista. Todo un operativo que se pondrá en marcha mientras rezan para que se cumpla lo que está en lista de espera: una consolidación de la baja inflacionaria, insinuada con el 6% de junio, y un acuerdo con el FMI.
Son los dos ingredientes decisivos que Massa y la dirigencia sindical esperan para llegar a las PASO en mejores condiciones que las actuales. Desde allí, si las señales económicas acompañan y la feroz pelea en Juntos por el Cambio carcome sus votos, creen que pueden ganar las elecciones generales del 22 de octubre. Los gremialistas sólo sueñan con recobrar protagonismo de la mano de Massa tras la ilusión perdida que fue Alberto Fernández. Tienen más dudas que certezas, quizá por primera vez en una larga historia de un poder casi inoxidable. Hoy, en esta época inclemente, en cambio, los interrogantes abiertos sobre su futuro inmediato son la materia prima del agrietado sindicalismo peronista.
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