Cristina Kirchner y Mauricio Macri ocuparon nuevamente el centro de la campaña electoral y opacaron de manera deliberada a los tres dirigentes que disputan el futuro gobierno. Tanto Sergio Massa, como Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, son los principales afectados por la decisión de ambos ex mandatarios de no ceder protagonismo. Los dos ex presidentes, que se enfrascaron en un cruce público por las redes sociales, volvieron a proyectar una sombra sobre los dirigentes políticos que pelean por conducir los destinos del país.
Cristina y Macri son dos de los líderes de primera línea de la política argentina que comparten, entre otras cosas, un mismo podio: ser los que peor imagen tienen en las encuestas y, al mismo tiempo, condicionan a sus respectivas coaliciones. Este factor -la mala imagen, más allá de argumentos y excusas- fue decisivo para que ambos anunciaran que no volverían a presentarse a elecciones. Sabían que el nivel de rechazo social les haría imposible poder ganar.
Pero más allá de ese límite que la realidad les impuso, ambos parecen actuar en espejo para impedir que debajo crezcan liderazgos con ciertos márgenes de autonomía. La experiencia de Alberto Fernández -maniatado por la presencia permanente de Cristina Kirchner en las decisiones del gobierno- parece no haber sido suficiente para ensayar otra lógica política.
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La expresión de esta influencia tóxica sobre los candidatos de Unión por la Patria y Juntos por el Cambio la dieron entre el domingo y el lunes ambos ex presidentes con la cuestión de la política energética y la responsabilidad sobre quién fue el responsable de no hacer el gasoducto Néstor Kirchner. En vez de ser un acto sin grietas, de celebración compartida, la puesta en marcha de la obra sirvió como un capítulo más de la grieta que se traga todo, más aún en tiempos de campaña.
Y encima, sirvió como una oportunidad inmejorable para que ambos ex presidentes ocuparan, otra vez, el centro de la escena, dejando a Massa, Larreta y Bullrich en un lugar más bien secundario. Son, CFK y Macri, jefes políticos que se resisten a asumir que ingresaron en una etapa crepuscular.
Cristina Kirchner anunció el 7 de diciembre que no iba a ser candidata a nada. Alegó en ese momento una supuesta “proscripción” -por la condena en primera instancia a 6 años de prisión e inhabilitación perpetua- que en los hechos nunca existió. Más allá de clamores y pedido, la vicepresidenta decidió no participar, en primer lugar, porque ninguna encuesta le ofreció un horizonte garantizado de victoria. Con un piso alto y un techo bajo de intención de voto, el riesgo de convertirse en “mariscal de la derrota” de todo el peronismo fue suficiente incentivo para rehuir una batalla final con pronóstico reservado.
La mañana del domingo 26 de marzo pasado, Macri hizo lo mismo. Anunció por medio de un video publicado en sus redes sociales que no sería candidato. Bastante lejos de la fecha del cierre de listas, pareció dar un paso al costado y anunció su renuncia a competir por otro mandato. En su caso, las encuestas le indicaban que su techo era muy bajo, pero también el piso desde el cual debería partir para conquistar una candidatura con chances.
Cristina, con el argumento de la “proscripción”, y Macri, con la súbita vocación por la renovación, terminaron doblegados ante los límites que la política y la opinión pública les impusieron. Pero ninguno de los dos renunció a retener la centralidad de los dispositivos políticos-electorales que ordenan la política argentina hace una década y media. La pelea a cielo abierto protagonizada por los dos ex presidentes no sólo pareció confirmar el apetito compartido por opacar a quienes disputan la conducción del país -Massa, Bullrich y Larreta-, sino por seguir siendo el centro de gravedad del futuro, sea que les toque ser oficialismo u oposición.
Un minué tóxico
El inicio del minué que eclosionó hoy corrió por cuenta de Cristina Kirchner, que en el acto del domingo junto a Alberto Fernández y al propio Massa, lanzó: “¿Saben cuántos kilómetros de red troncal de gasoductos se construyeron entre 2015 y 2019? 53 kilómetros. ¿Saben cuántos se construyeron entre 2003 y el 2015? 3.211 kilómetros”.
La respuesta a esa definición no tardó en llegar: a través de un hilo de mensajes que publicó en su cuenta de Twitter, Macri le respondió a la vicepresidenta y señaló que “el gobierno anuncia con bombos y platillos un gasoducto que llega tres años tarde y cuya demora le costó a la Argentina más de 5.000 millones de dólares”.
“En 2019 dejamos la licitación lista y el financiamiento preparado. Solo tenían que avanzar. En lugar de eso, tuvimos discursos rimbombantes sobre soberanía, autoabastecimiento e independencia”, escribió el ex presidente.
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Ese cruce del domingo no quedó ahí. Cristina Kirchner publicó este lunes una nueva respuesta: “Ahora se entiende por qué su mamá lo castigaba por mentir”, dijo, aludiendo - sin nombrar a los protagonistas - a una entrevista en la que la madre del ex presidente, Alicia Blanco Villegas, afirmaba que había “llegado a pegarle por mentir” a su hijo, contando una anécdota de crianza. E insistió, en ese cruce epistolar, en achacarle responsabilidad por la falta de avances en el desarrollo energético del país.
Como si no hubiera sido suficiente, Macri la siguió por las redes sociales y ahora publicó una nota más larga, incluso con un cuadro sobre producción de gas. “La vicepresidenta me acusa de no haber construido gasoductos. ¿Para qué iba a hacerlo, si nos había dejado sin gas para transportar? Su gobierno y el de su marido fueron desastrosos en energía, los peores de la historia: cayó la producción casi todos los años, multiplicaron las importaciones y los subsidios”, señaló. Y en el final planteó: “No se meta con mi madre, vicepresidenta, que fue una buena madre”.
Y como si no fuera suficiente, Cristina Kirchner volvió a responder: “No sólo incrementamos el transporte de gas en 26 millones de m3/día en los 12 años y medio de nuestros gobiernos, sino que además, en febrero de 2016, apenas comenzaba su mandato, ingresaron a la red los 5 millones de m3/día generados por el yacimiento de Vega Pleyade en Tierra del Fuego producidos por la empresa francesa Total. Dicha empresa había anunciado la inversión de 1.000 millones de dólares en ese yacimiento en el año 2013, durante mi segundo gobierno”, publicó CFK.
Y agregó: “¿Usted sabe por qué la Total hizo esa inversión? Porque antes, en mi primer gobierno, construimos el segundo gasoducto que cruzó el Estrecho de Magallanes. Fueron 36KM de caños de 24 pulgadas entre Cabo Espíritu Santo en Tierra del Fuego hasta Cabo Vírgenes en Santa Cruz que ingresó en operaciones en el año 2010 y, sumado al primer cruce del Estrecho, aumentó la capacidad de transporte desde Tierra del Fuego de 11 a 18 millones de m3/día”. Y advirtió: “Usted es muy mentiroso ingeniero”.
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