La elección de San Juan había sido planificada por el oficialismo -local y nacional- como parte de un turno de comicios provinciales que debía tener impacto global: algo así como una andanada de triunfos peronistas que potenciaran las chances del Frente de Todos en medio de la crisis. No fue así. La Corte frenó el intento reeleccionista de Sergio Uñac y también la movida de Juan Manzur. De allí el nuevo capítulo amargo con el tribunal supremo. El PJ tucumano manejó mejor el desafío y se impuso sin sobresaltos frente a la pobre versión local de Juntos por el Cambio. San Juan marchó en otra fecha y fue derrota por partida doble para el gobernador, en la interna y frente a JxC, que alimenta así sus propias expectativas con ese resultado.
La caída sanjuanina tuvo repercusiones inmediatas en el frente interno, como caso y como parte de un hilo inquietante, entre otras razones porque afecta el cálculo de quienes pronosticaban triunfos oficialistas casi como una regla. No había ocurrido en Neuquén, donde una original coalición y fisuras generalizadas marcaron la derrota histórica del MPN. Después llegó el triunfo de una versión ampliada de JxC en San Luis. Se sumaron San Juan y el resultado de las primarias en Chaco. Córdoba quedó de manera ajustada para el PJ no alineado, con JxC mejorando su rendimiento y el kirchnerismo muy relegado. La perspectiva de las primarias en Santa Fe añade preocupación.
En esa pintura, la carga sobre la Corte, acusada de una genial operación antikirchnerista, apareció como una cortada para tratar de aliviar el impacto del resultado. Los números dicen otras cosas. El peronismo retrocedió más de 11 puntos respecto de la anterior elección de gobernador: pasó de 55,9 en 2019 a 44,3 ahora. La oposición creció de 33,9 a 51,1 y consagró gobernador a Marcelo Orrego, que repitió la apuesta. Y a la vez, Rubén Uñac fue superado en la interna por el veterano José Luis Gioja, que se cobró alguna factura. Esa disputa y otros factores eran admitidos como lectura más completas en medios del oficialismo nacional.
Precisamente ese análisis y el contexto señalado encendieron un indicador de preocupación en el tablero oficialista. Además de la referida primaria en Santa Fe, julio incluye elecciones en Córdoba capital y en Chubut, casi en los umbrales de las PASO nacionales. Y después, en septiembre, están anotadas las elecciones generales en Santa fe, Chaco y Mendoza. Cuando se descontaban triunfos automáticos de los oficialismos provinciales, la cosecha de JxC aparecía restringida a los pocos distritos en sus manos.
Al margen del agotador calendario de elecciones desenganchadas del programa nacional, asomaría el efecto de la crisis -algo que de manera preventiva provocó adelantamientos de comicios por buena parte de los gobernadores- y el deterioro del imaginario de los tres tercios electorales, que Cristina Fernández de Kirchner llegó a plantear como horizonte para encarar la estrategia del oficialismo.
En estas horas, también se fue corriendo el foco de la interna y, sobre todo, del efecto que supuso el cierre de listas. CFK había una señal política, que combinaba -como admisión de límites propios- ceder la fórmula a Sergio Massa -y en menor medida, a Alberto Fernández- y replegarse sobre la provincia de Buenos Aires, además de asegurarse una decisiva representación en las listas de candidatos a diputados en otros distritos.
Massa se propuso de entrada colocar el primer foco en superar las heridas del cierre de candidaturas y unificar detrás de la “lista de unidad”. Eso está en la base de la sobreactuación de las paces con Daniel Scioli y, en forma más sustancial, de las gestiones para asegurar apoyo de jefes locales. Hay contactos con intendentes y este miércoles, una cita con parte de la Liga de gobernadores peronistas.
El giro que provocó el caso de San Juan ya se expone significativo. Cerrar filas supera por mucho la repitición de las fotos de unidad. Y el objetivo de asegurar la provincia de Buenos Aires deja de ser una cuestión más bien exclusiva de CFK. Es una necesidad, ante lo que podrían estar indicando algunos resultados provinciales.
Ya hace días, el kirchnerismo venía ensayando una especie de operativo clamor, acotado, para que la ex presidente asuma un papel muy protagónico en la campaña bonaerense, con el fin de afirmar las chances de la oferta que animan Axel Kicillof, Eduardo “Wado” de Pedro y Máximo Kirchner. A eso se agrega la consideración como un insumo que supera los límites bonaerenses.
Lo expresó después Malena Galmarini. “Ojalá que Cristina tenga ganas”, dijo, y agregó en sus declaraciones una definición de la ex presidente como la dirigente con el mayor núcleo duro de votos en el oficialismo y, además, como víctima de “persecución judicial”. Todo un mensaje.
Es una zona política de difícil equilibrio y hasta contradictoria. El tema judicial, por ejemplo, expone la decisión de seguir cargando sobre la Corte, con una movida en el Congreso que perdió intensidad mediática y que nunca expuso chances de coronar el intento de juicio político. Y en otro renglón sensible se anota la dureza en el discurso sobre el FMI, mientras siguen las tratativas, por momentos duras, por los desembolsos de este año.
En sus primeros pasos de campaña, Massa expresa una posición crítica sobre la deuda, con la mira puesta en Mauricio Macri. Por supuesto, aprovecha ese margen. El tema de fondo, como en el caso de la Justicia, es hasta qué punto escalar. Y más todavía, como exhibir una diferenciación efectiva respecto de la experiencia de Alberto Fernández, primero socio y luego relegado y deteriorado en el largo proceso de las batallas con CFK.
La ex presidente, con síntomas evidentes de sus límites al renunciar a la máxima candidatura, conserva de todos modos un lugar central en el oficialismo. La etapa de campaña tal vez exhiba más que lo que sugería el repliegue en Buenos Aires. Se verá de manera vertiginosa cómo se combinan sus propias necesidades y las del candidato.
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