Sergio Massa ya estipuló los horarios de su agenda de campaña. De lunes a viernes, de 8 a 20, estará dedicado de lleno a la gestión del ministerio de Economía. De 20 a 24 será el candidato a presidente de Unión por la Patria. El sábado y el domingo estará dedicado de lleno a la carrera proselitista. Desde que sale el sol hasta que anochece. Sin la formalidad del traje y con la necesidad del territorio.
El titular del Palacio de Hacienda tardó unos pocos días, después del cierre de listas, en empezar a moverse como candidato. Esperó que bajen las tensiones internas de una coalición que parecía incendiarse en la antesala de las PASO y que ahora renovó sus esperanzas de competencia, y puso en marcha un plan de acción para, como dicen en su entorno, “cerrar brechas”. En las entrañas del oficialismo las cuentas no están totalmente saldadas.
Massa está tratando de refrescar el concepto de la unidad, tan desgastado durante toda la gestión del Frente de Todos. Una unidad nueva con los mismos integrantes de siempre. ¿Qué cambió? Su centralidad plena en el escenario electoral y la necesidad imperiosa de achicar las grietas internas para mostrar un proyecto político sólido que pueda venderse en la campaña.
En esa línea su equipo de comunicación anunció la incorporación de Daniel Scioli y Julián Domínguez como asesores ad honorem del ministerio de Economía. El embajador en Brasil oficiará de Asesor Especial para la Agenda Internacional del ministerio. “Podría ser un futuro canciller”, se animó a decir un funcionario de extrema confianza de Massa sobre el lugar que le tocará ocupar al ex gobernador bonaerense.
Enemigos íntimos, plagados de acusaciones cruzadas a las que decidieron dejar ancladas en los sótanos del poder, la foto de los dos juntos representa la construcción de la nueva unidad. Un abrazo del que el micromundo de la política desconfía por conocimiento de causa y que en el ciudadano de a pie, mucho más despolitizado, puede generar algún tipo de empatía.
Algunos días atrás un influyente funcionario nacional de la Casa Rosada reconoció la capacidad de Scioli de sanar las heridas. “Es de amianto. Tiene una capacidad de resiliencia increíble”, sostuvo. Quedó a la vista. El embajador en Brasil estuvo a pocas horas de ser candidato a presidente y ahora se convirtió en asesor del Palacio de Hacienda. “Siempre ayudé a todos”, les dijo a sus colaboradores antes de aceptar la oferta. Unidad hasta que duela.
“En cualquier momento suma a Alberto Pérez”, dijo, con ironía, un funcionario nacional, que valoró el pragmatismo del ministro de Economía para readecuar la coalición oficialista a la campaña electoral, sin generar más ruido del que ya existe por las diferencias abismales entre los socios fundadores. Pérez, ex jefe de gabinete bonaerense durante la gestión de Scioli, fue el principal interlocutor en la negociación con Máximo Kirchner para disputar unas PASO ordenadas. Imágenes de un pasado sepultado.
El último gesto con tintes de unidad fue comunicado ayer por la tarde. Julián Domínguez tiene como encargo gestionar un boceto sobre cómo construir un acuerdo social entre sindicatos, empresarios, universidades y el Estado. Y, eventualmente, llevarlo adelante. El ex ministro de Agricultura fue uno de los que abandonó su cargo cuando Massa se convirtió en superministro y aglutinó bajo su ala los ministerios de Producción y Agricultura que en ese momento ocupaban Scioli y Domínguez, respectivamente.
El viernes pasado hubo una reunión de los equipos de comunicación de las distintas terminales de Unión por la Patria y algunos funcionarios cercanos a la campaña, como el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos, quien fue uno de los principales negociadores en el armado de la candidatura única de Massa y al que algunos señalan como posible jefe de campaña. Allí se empezó a diseñar cómo será el esquema de comunicación de la coalición, bajo los consejos del catalán Antoni Gutiérrez Rubí, que estuvo presente en el encuentro.
El consultor fue acercado por Massa al Frente de Todos y participó activamente de la campaña del 2021. Fue quien asesoró al ministro de Economía durante el 2019, cuando empezó a cimentar la alianza política que selló con el kirchnerismo tiempo después. Al igual que Alberto Fernández lo hizo dos años atrás, Massa empezó el último fin de semana con una campaña de proximidad. Mano a mano con la gente para generar empatía y cercanía. Ronda de mates en algunas casas de San Martín, el lugar donde nació.
Massa tendrá una tarea compleja para hacer campaña en un contexto inflacionario que ha desgastado el poder adquisitivo de las mayorías. En el círculo político del ministro aseguran que en algunos focus group que se hicieron la gente no emparenta a Massa con la inflación y que el aumento de precios aparece como un fenómeno estructural del que la Argentina no se puede deshacer.
Lo cierto es que la campaña será muy particular teniendo en cuenta que en la Argentina ser ministro de Economía implica tener un rol de absoluto desgaste político y que Massa deberá cargar con la crisis política que se generó por el enfrentamiento feroz entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández. En el horizonte no aparece ninguna reunión posible entre los integrantes de la fórmula presidencial, lo que sería la señal más elocuente de que el peronismo es capaz de resurgir de las cenizas.
La derrota en San Juan que cortó el nuevo clima peronista
La candidatura de Sergio Massa y la unidad de todo el peronismo detrás de su figura generó un cambio de clima en la coalición oficialista. Se instaló la idea de que el espacio político puede ser competitivo y que ya tiene asegurado un lugar en el balotaje. Las primeras encuestas, que lo mostraron al ministro de Economía como el precandidato presidencial más votado en las PASO, fue un electroshock para la dirigencia, que hasta ese momento estaba hundida en el pesimismo y se imaginaba en el tercer lugar del podio.
Sin embargo, esa sensación se cortó este domingo cuando Marcelo Orrego se convirtió en el nuevo gobernador de San Juan y el peronismo sufrió una dura, e inesperada, derrota después de 20 años al frente del Poder Ejecutivo provincial. En los chats peronistas se empezaron a preguntar cuál es la importancia del golpe electoral y si tiene alguna influencia a nivel nacional. Intentan leer el mensaje detrás del voto de la gente.
En las últimas semanas el peronismo perdió en San Luis, Chaco y San Juan, tres lugares donde gobierna. El 16 de julio habrá PASO en Santa Fe y el panorama para que el oficialismo -que hoy lidera el gobernador Omar Perotti -retenga el poder es muy complicado. Juntos por el Cambio y el socialismo formaron un frente de frentes y construyeron una oferta electoral amplia para quedarse con el poder de uno de los tres distritos electorales más importantes del país.
Santa Fe es la provincia donde tiene su base política Agustín Rossi, el candidato a vicepresidente de Massa, por lo que la elección provincial tendrá trascendencia nacional. A ese escenario se le suma, en el anteúltimo día del mes, la elección en Chubut, gobernada por Mariano Arcioni, del Frente Renovador.
Las proyecciones no son buenas, por lo que algunos dirigentes ven que julio podría terminar siendo un mes negro en términos electorales. ¿Se puede generar una ola amarilla? Un hombre muy cercano a Massa lo negó rotundamente. “Son elecciones diferentes. Las provincias tienen sus propias internas. La nacional será otra cosa”, sostuvo. Pero, al mismo tiempo, reconoció que los días que vienen pueden ser muy difíciles para el peronismo.
Para concretar su proyecto electoral Massa necesita un peronismo unido. Menos ruido, menos grietas internas, menos pases de facturas. Necesita también aprovechar este tiempo en el que enfrentamiento entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich llevó la interna de Juntos por el Cambio al punto de ebullición. Massa ya está en modo electoral. El reloj que se parará a las 8 de la mañana del domingo 13 de agosto, cuando se lleven adelante las PASO, empezó a correr más rápido.
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