Uno de los consultores más serios, escuchado por igual en la oposición y en el oficialismo, explica que la política se mueve desde hace un buen tiempo “por quincenas”. Dice que Javier Milei tuvo la suya hace ya unas cuantas semanas, que después fue el turno de Patricia Bullrich y que Horacio Rodríguez Larreta amagó con tener su propio periodo de gracia con el frustrado acuerdo con Juan Schiaretti, que todavía se negocia de manera subterránea.
Ahora, asegura el analista, estamos frente a la quincena de Sergio Massa, oficializado al filo del fin de semana pasado después de 48 horas de estresantes debates internos como el candidato de la unidad mayoritaria de Unión por la Patria: “Suena increíble, pero con 140% de inflación interanual, Massa da sensación de competitividad”.
Poseedor de una audacia sin límites y poco frecuente, el ministro de Economía está decidido a tratar de exprimir al máximo el veranito que la coalición de gobierno encontró detrás de su postulación después del frío lanzamiento de Eduardo “Wado” de Pedro, 24 horas antes de la consagración de Massa.
“Vos sos el que tiene que ordenar todo esto”, le sugirió el lunes por la noche el canciller Santiago Cafiero al ministro, que lo llamó por teléfono para hacer control de daños tras el explosivo discurso de Cristina Kirchner en Aeroparque y el insólito affaire del supuesto robo de una banca que nunca existió y que Juan Manuel Olmos, el nexo más eficiente entre la ex presidenta, Alberto Fernández y Massa, se ocupó de aclarar en estas horas con una inusual declaración periodística al sitio La Política Online.
Massa ya tenía previsto incorporar en su estrategia la sugerencia del Canciller no solo con la puesta en escena que protagonizó este jueves junto a Daniel Scioli en las puertas del Palacio de Hacienda: por ejemplo, parte del dispositivo de De Pedro que estaba listo para darle impulso a su proyecto presidencial tendría, según trascendió, un papel relevante en la campaña del precandidato de Unión por la Patria. “Wado”, dicen en el kirchnerismo, todavía sigue atribulado. Y La Cámpora, enfrascada en una pelea de facciones, debate hacia adentro los pasos a seguir.
Es que las 48 horas traumáticas que terminaron a última hora del viernes 23 con la oficialización del binomio Massa-Agustín Rossi dejaron heridas todavía abiertas mientras con el correr de los días empiezan a aparecer aún más detalles de esas negociaciones que, en algunos casos, tuvieron ribetes delirantes.
Desesperado por la falta de apoyos, sin financiamiento y acorralado por un reglamento que el kirchnerismo impulsó en provincia de Buenos Aires y que, según los propios promotores del ex motonauta, hirió de muerte su postulación -”Hacía quince días que no incorporábamos ningún dirigente”, se sinceraron por estas horas-, Scioli llegó a plantear en la última cena de La Ñata, el jueves 22 por la noche, la idea de llevar a Mayra Arena, que un rato antes lo había acompañado en el escenario del teatro ND Ateneo, como compañera de fórmula.
Rodeado por una docena de funcionarios, incluido el Presidente, hubo un instante de silencio: “Nos quedamos todos mudos”, reconstruyó a este medio uno de los comensales. Minutos antes, Fernández, que recibía presión de los gobernadores, se había sincerado: “Esto no tiene volumen político, Daniel”. Esa noche, el ex motonauta aún no tenía ni precandidato a vicepresidente ni compañero de fórmula para Victoria Tolosa Paz en territorio bonaerense. Era cuestión de horas.
Desactivado Scioli -se reunió primero con el jefe de Estado en el avión rumbo a Brasilia, después con Cristina Kirchner en el Senado, al otro día con Massa y este viernes otra vez con Fernández, en Casa Rosada-, a Massa lo urge el ordenamiento definitivo de una coalición que volvió a unirse solo con fines electorales y que arrastra serias inquietudes internas, en especial en la provincia de Buenos Aires, el distrito en el que Máximo Kirchner desembarcó con su proyecto de poder en compañía de Martín Insaurralde, una sociedad que tensó al extremo el vínculo con el gobernador Axel Kicillof. El rol de La Cámpora de cara a agosto todavía está plagado de incógnitas.
Para Massa, el ordenamiento del rompecabezas interno no es, sin embargo, la única condición para llegar competitivo a agosto primero, y a octubre después: el programa económico y los movimientos en la oposición completan el abanico de necesidades para la sustentabilidad de su plan.
Cristina Kirchner es muy poco optimista sobre el futuro de la economía, y tal vez esa haya sido una de las razones por la que bajó la candidatura del ministro del Interior. Massa se aferra al Fondo Monetario y echa mano “a todo tipo de instrumentos” para estabilizar la economía hasta las PASO de agosto. “¿Cómo logró Massa construir el puente hasta agosto? Apeló a todo tipo de instrumentos: múltiples intervenciones en el mercado cambiario, presiones al mercado, negociaciones abiertas en todos los frentes para conseguir dólares, o al menos para dar la sensación de que podían llegar (Brasil, China, BRICS, FMI, campo) y capacidad política para mostrar siempre iniciativa y poder”, concluyó en estas horas el informe quincenal de la consultora Map Economic & Business Advisors que se consume en la city.
Un intendente del Gran Buenos Aires que simpatiza con el ministro lo resume con más brutalidad: “Sergio es crisis, pero no es caos”.
En ese sentido, Massa mira con atención el caos de Juntos por el Cambio, la interna entre Bullrich y Rodríguez Larreta que por momentos compite en niveles de tensión con la descomposición de los lazos personales en la coalición de gobierno.
En la hoja de ruta del kirchnerismo, el triunfo de la ex ministra de Seguridad de Mauricio Macri es indispensable para la competitividad de Massa. En el larretismo incluso hay colaboradores que se preguntan si no habrá, por lo bajo, una ayuda financiera para el proyecto bullrichista. En el búnker de la precandidata lo niegan. Es más: aseguran que en los últimos tiempos hubo un notorio cambio de postura de empresarios de peso que tocaron se aparecieron por ese campamento con ganas de colaborar. Y que eso obedece solo a una razón: el resultado de las encuestas.
Sin embargo, en la estrategia massista apareció ahora otro protagonista que, según ellos, podría ayudar a inclinar la cancha para el lado de la ex presidenta del PRO: el gobernador Schiaretti.
La precandidatura del cordobés es todavía una incógnita, a pesar de que el mandatario lanzó su postulación, ya cerró equipos estratégicos y comunicacionales y la semana próxima prevé lanzarse en su provincia en paralelo a la visita que Rodríguez Larreta tiene agendada también para esos mismos días.
“¿De qué lado estás vos?”, mandó a preguntarle Massa a través de una serie de mensajes a Diego Bossio, el jefe de campaña de Schiaretti que además se postula en CABA y que tiene con el ministro un vínculo histórico, a pesar de que no se hablan desde el verano y de que el ex titular de la Anses criticó en el último tiempo el programa económico.
Bossio es uno de los interlocutores, junto a Florencio Randazzo y Schiaretti, con Rodríguez Larreta y su hermano Augusto, uno de los principales operadores del acuerdo, por ahora trunco, entre el jefe de Gobierno y Gerardo Morales con el cordobés. En el larretismo creen que después de las elecciones de la capital provincial, el 16 de julio próximo, el pacto podría volver a reactivarse. Para eso, el gobernador debería desactivar su postulación. En su entorno se resisten: “Hay voluntad, y plata”.
Lo cierto es que, para Massa, la precandidatura de Schiaretti puede ser decisiva para la interna del PRO, y un empujón a su propia performance. Rodríguez Larreta cree lo mismo, más aún a sabiendas de que Bullrich es más popular en ese distrito y se consume buena parte del caudal de Luis Juez. Si Schiaretti finalmente no se postula, ¿a dónde va ese 42% de los votos que, según el escrutinio provisorio, obtuvo Martín Llaryora? Según el peronismo cordobés, esa cifra se traduce a nivel nacional en unos 4 puntos. En el larretismo dicen que es menor. Es, de todos modos, un número para nada despreciable en una interna en la que se sacan chispas, y en una provincia que, cuando se publicitó el fallido acuerdo, exacerbó aún más las tensiones partidarias.
Rodríguez Larreta es consciente, además, de que su estrategia de campaña, que lo distancia cada vez más del sector halcón del PRO y de la figura de Macri, necesita de los votos moderados de un sector del peronismo que Schiaretti, en menor medida, pero especialmente Massa, pueden llegar a captar. Tres cañas para una misma pecera.
Para el jefe de Gobierno porteño, el ministro es un contrincante incómodo, al que conoce bien de cerca desde hace más de dos décadas, con varias campañas en sus espaldas, que sabe de sus defectos y virtudes y con el que para colmo se disputa el favoritismo del círculo rojo. El ex intendente de Tigre supo ser, para colmo, un aliado del cordobés y del extinto José Manuel de la Sota: Massa y Schiaretti intentaron en su momento la tercera vía junto a Miguel Ángel Pichetto y Juan Manuel Urtubey, un experimento frustrado que contaba, como ahora en el cordobesismo, con el consultor Guillermo Seita como un entusiasta promotor.
No fue el único ensayo trunco del ministro, que se enfrentó en su momento a Cristina Kirchner, que estuvo cerca de aliarse a Macri, al que luego enfrentó en su gobierno, y que al final hizo un acuerdo con la ex mandataria y el jefe de Estado mientras parte de sus amigos más cercanos le aconsejaban sellar un pacto con María Eugenia Vidal de cara al 2019.
Lo definió por estas horas un dirigente reconocido que trabaja para él: ”En política es más importante el voluntarismo que la audacia, y Sergio tiene una voluntad inquebrantable”.
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