Amado Boudou volvió a tener unos minutos en los titulares no por sus causas judiciales sino, de golpe y justo ahora, por efecto de unas declaraciones del diputado Leopoldo Moreau, que lo mencionó como pieza de un aporte al ministerio de Economía en “el tema de la deuda”. Cayó mal y hubo descalificaciones informales. Sería una anécdota si no fuera por dos razones: el marco político, con el kirchnerismo duro dando señales para marcar el terreno, y la oportunidad, en horas de intensas negociaciones con el FMI, cuestión central en materia económica y de política electoral.
El oficialismo está recreando, en un escalón decisivo, una contradicción de fondo. Sergio Massa planteó más de una vez la necesidad de cierto “orden” político en sintonía con el intento de contener la economía. De hecho, un reclamo a la interna, por la intensidad de sus batallas y por los temas que coloca como foco. Al revés, se vislumbran peleas y algunos movimientos que calificarían como operaciones.
Dos últimos ejemplos acaban de sumarse. Los fuertes cruces posteriores al cierre de listas -que combinaron el disgusto de Daniel Scioli y una nueva descalificación de Alberto Fernández y el reducido círculo de Olivos- y la insistencia del kirchnerismo duro en apuntar públicamente al FMI, mientras el ministro busca cerrar las dilatadas negociaciones para lograr algún delante de desembolsos que alivien, en parte, el delicado nivel de reservas.
Ese es el contexto en que las declaraciones pueden sumar ruido y suspicacias. En cualquier caso, fue una de las dos referencias a cuestiones económicas incluidas por Cristina Fernández de Kirchner en su discurso público, apenas 48 horas después de la anotación de candidatos. El otro tema fue la inflación. Son, por supuesto, los renglones dominantes de la agenda del ministro, junto con indicadores que empiezan a exponer caída de la economía y pérdida de los ingresos.
El pago de los vencimientos con el FMI, anticipado como señal al frente externo, fue expuesto a la vez para consumo interno como un gesto jugado en el momento crucial de las tratativas con el organismo internacional. Tanto, que en simultáneo se anunció que a principios de la semana que viene volarán a Washington un equipo encabezado por Leonardo Madcur y Gabriel Rubinstein. El comunicado posterior del FMI ratificó las negociaciones y también el delicado cuadro en que se producen.
En otra escala, desde el Gobierno dejan trascender que los números de la inflación de mayo estarían algo por debajo de abril, es decir, en torno de los 7 puntos porcentuales. Hay cierto entusiasmo en base a evaluaciones de consultores privados. El punto, discursivo, es cómo traducirlo en sentido electoral, por el nivel en sí mismo, alto, y sobre todo por algunos factores de peso: no serían ajenos los números del propio Indec sobre actividad económica e ingresos. El papel del secretario de Comercio, Matías Tombolini, quedó otra vez en el foco. Conversaciones y presiones para renovar acuerdos de precios y, en algunos productos más vinculados a la importación -como elemento en las negociaciones-, hasta congelamientos. La fecha de vigencia constituyó un dato en sí mismo: hasta mediados de agosto, es decir, un par de días después de las PASO. Fórmula repetida, en sentido amplio.
Massa expone su doble condición de principal ministro y candidato de los espacios mayoritarios del oficialismo. Viene planteando, desde antes de la coronación de las listas, que la política interna debe acompañar su gestión. La última expresión en esa línea fue demandar que la estrategia electoral no ponga en riesgo la “estabilización” de la economía.
En esa línea, el alineamiento detrás de la lista de unidad aparecería como un primer objetivo. CFK se encargó de mostrarse en el centro del oficialismo, incluso escenográfico, en el acto del lunes pasado. Generó una última ráfaga sobre Olivos. Y se colocó a la vez y de inmediato en lugar ineludible para curar algunas heridas. El símbolo fue Scioli.
La ex presidente lo recibió en el Senado, con difusión incluida, antes de que el propio Massa, que tampoco ahorró fotos del momento, en las puertas del ministerio. Pero CFK mantuvo otras reuniones, también expuestas, para reafirmar su papel. Se vio con Axel Kicillof, Eduardo “Wado” de Pedro y Máximo Kirchner, para centrar esfuerzos en la provincia de Buenos Aires.
El despliegue que haga la ex presidente en el principal distrito del país, y sobre todo en el GBA, es considerado vital por su espacio en la apuesta a mantener el poder local, como última línea propia, en la hipótesis de una derrota nacional pero también, se destaca, para el caso de un triunfo.
Más difusa es la planificación legislativa. El kirchnerismo duro se ha reservado buena parte de la lista de candidatos a diputados y el primer lugar de la de senadores nacionales en Buenos Aires. Extendió, donde pudo, su influencia en algunas provincias. De todos modos, es un interrogante el espacio que podría sostener en el Congreso. Hay fisuras en el Senado y formal unidad en Diputados.
Con todo, y en un estado de escasa o nula actividad, el frente oficialista busca reponer en el temario público su carga contra la Corte Suprema. Impuso la citación de Juan Carlos Maqueda a la comisión de Diputados. El juez no asistirá. Importa, en todo caso, el mensaje en medio de un proceso sin chances de culminar en juicio político. Es otro dato de los pasos que no son vistos en línea con la idea de evitar terrenos políticos conflictivos.
En conjunto, las fotos y varios movimientos advierten sobre un nuevo foco doméstico. La figura, naturalmente, es el candidato. No es lo mismo que el poder interno. Es la tensión que asoma en la inauguración de la etapa de campaña.
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