El cierre de listas atormentó al peronismo. La negociación final, que duró 48 horas, dejó heridos, rencores, enojos y reproches. Aún hay secuelas de las presiones que se ejercieron en el subsuelo de la política para que el oficialismo logre una lista unidad que sostenga la candidatura presidencial de Sergio Massa.
Esa es la parte negativa del traumático cierre en el que los gobernadores jugaron un rol determinante. Un puñado de ellos unieron la Casa Rosada y el Congreso en un ida y vuelta cargado de preocupación. Temían que el peronismo termine en unas PASO en las que “Wado” de Pedro y Daniel Scioli tensaran la cuerda al máximo. Más que ellos, los espacios políticos detrás de sus candidaturas.
Pero para los gobernadores el cierre no solo dejó heridas indisimulables. También hubo un costado positivo. Muchos entienden que la candidatura de Massa sirvió para ordenar al peronismo, agotado por una interna que, lejos de terminar, sigue latente por el ya clásico enfrentamiento entre el kirchnerismo y el albertismo. Una guerra que parece no tener final. Su nombre generó consenso y aceptación. A algunos más y a otros menos, pero aceptación al fin.
Hasta hace poco más de 20 días eran muchos los dirigentes que se habían sumado a la hipótesis de que el entonces Frente de Todos -hoy Unión por la Patria- podía salir tercero en las elecciones, agobiados por el crecimiento incesante de la figura de Javier Milei y la amplitud de Juntos por el Cambio, pese a la encarnizada interna por el poder.
Esa proyección se modificó en las últimas horas con la candidatura de unidad. Los mandatarios creen que Massa, pese a tener en su espalda el peso de los altos índices de inflación, puede lograr ser un candidato competitivo y poner a la coalición oficialista en el ring del balotaje. “Quizás le cueste llegar a la instancia final como el más votado, pero es el único que puede ser competitivo en un mano a mano”, resumieron en una provincia del sur.
Los gobernadores presionaron para que haya una lista de unidad y para que Massa sea el candidato. No fue un capricho. Entendieron que era necesario evitar que la coalición se agriete más con una discusión de poder por a representación del espacio político, y tenían en claro que Eduardo “Wado” de Pedro no era el mejor candidato para traccionar votos en el interior del país.
En la mayoría de las provincias la versión es diferente a la que Cristina Kirchner brindó en público el último lunes, cuando aseguró era una falacia que los gobernadores no querían al ministro del Interior como candidato a presidente.
Lo cierto es que los mandatarios temían que el bajo nivel de conocimiento del funcionario camporista les jugara una mala pasada y terminaran perdiendo la elección legislativa en sus provincias, ya que la mayoría desdobló los comicios ejecutivos. Además de temer que el sello de La Cámpora no colabore para juntar votos en provincias donde la agrupación de Máximo Kirchner no está bien considerada.
“Los gobernadores son pragmáticos. Necesitan ganar y necesitan que el candidato nacional sea potente. Si a ellos les hacía ruido la fórmula Wado-Manzur, había que cambiarla. No tenía sentido seguir adelante”, se sinceró la mano derecha de un mandatario del norte grande, al describir lo que fueron las horas frenéticas en las que la fórmula K se convirtió en un globo de ensayo que no tuvo aceptación en la mayor parte del peronismo.
En una de las provincias del norte aseguraron también que la eventual PASO entre Daniel Scioli y Eduardo “Wado” de Pedro no iba a ser tan despareja como afirmaba un sector del kirchnerismo, que se animaba a plantear una diferencia de “80 a 20%” en la interna, y que la intención del ex gobernador de participar solo era para negociar un lugar en las listas legislativas. Esa situación, se sabe, no ocurrió.
“No iba a ser tan fácil ganarle a Scioli. En el interior no lo conocen a Wado. Todas las internas son duras aunque, de antemano, no parezcan”, indicaron muy cerca de uno de los gobernadores más influyentes del peronismo. Quizás por eso el ex motonauta se sienta defraudado por el albertismo que lo impulsaba y le prometió lealtad hasta el final.
Los gobernadores ven en Massa un candidato con alto nivel de conocimiento, que está enfundado en el traje de un ministro que pudo generar equilibrio en la economía doméstica. Sin embargo, les preocupa el impacto real que tendrán los altos niveles de inflación en la campaña electoral. Porque, como repiten varios en las arterias peronistas, “la billetera siempre juega en la elección”, y mucho más para revalidad a un gobierno que acumula un 114% de inflación interanual.
“Hay que tener cuidado con el microclima de la política. Hay que ver cuánto le pueden hablar los políticos a la gente, más allá de que Sergio sea el mejor candidato que podíamos tener”, sostuvo un gobernador oficialista, que está conforme que la fórmula presidencial, pero que entiende que lo que valora la política, no siempre es lo que valora la gente.
“Sergio aporta la expectativa de alguien que le puede ganar a Bullrich o Larreta en un balotaje. Alguien que puede juntar votos en el electorado del centro. Lo más riesgoso para el peronismo era un balotaje entre dos extremos, entre Bullrich y “Wado”, por ejemplo”, reflexionó un importante funcionario nacional del kirchnerismo.
La candidatura de Massa cambió el aire dentro del oficialismo. Empezó, lentamente, a diluirse el pesimismo que estaba clavado en todas las terminales de poder. Fue cambiado por la convicción de que hay que empujar al ministro de Economía por la espalda y enarbolarlo como el nombre propio que puede evitar que el macrismo vuelva al poder.
Por eso a algunos dirigentes de primera línea les sorprendió el discurso que brindó Cristina Kirchner el lunes en el Aeroparque, en el que volvió a poner el foco en la interna de la alianza opositora, criticó con dureza a Alberto Fernández y destrató a Victoria Tolosa Paz, la candidata a diputada nacional que ocupa el segundo escalón en la provincia de Buenos Aires y que será una de las caras más presentes en la campaña.
Les pareció extraño que en vez de cerrar filas detrás del flamante candidato -que también está respaldado por ella- , vuelva a insistir con profundizar la grieta interna, y dé lugar a una nueva batalla dialéctica entre la Casa Rosada y el kirchnerismo duro. A cinco días de que Massa se haya convertido en candidato, lo que aún no hay es una estrategia definida. En cambio, está claro que las diferencias internas no desaparecieron. Ni desaparecerán.
Massa empezó a construir su campaña presidencial a toda velocidad, fiel a su estilo. Más allá de los ruidos internos, en las últimas horas el kirchnerismo se alineó detrás del ministro. Axel Kicillof confirmó que no desdoblará la elección bonaerense, Cristina Kirchner lo respaldó en público como el candidato de la unidad - más allá de asegurar que su primer candidato era De Pedro -, y Máximo Kirchner le pidió a la militancia que lo acompañe con el voto. Una señal de apoyo más que clara.
Los gobernadores harán lo mismo cada vez que compartan un acto. Porque son pragmáticos y porque creen que era la mejor opción de las que estaba en carpeta, Y porque están convencidos que Juntos por el Cambio puede hundirse, lentamente, en su interna furiosa, y perder de vista que el peronismo unido se puede poner competitivo en un abrir y cerrar de ojos. La verdad definitiva llegará cuando los votos estén arriba de las mesas.
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