Seis meses, dijo Cristina Kirchner en su última aparición televisiva, es el plazo en el que “prescriben en política los agravios”. “Si yo tuviera que hacer un archivo de los dirigentes me quedo con Máximo, con ‘Wado’, no sé, con ‘El Cuervo’ y con algunos otros. ¿Pero con el resto? No. Un gobernador de Santa Cruz tenía una frase que yo siempre la recuerdo, un ex gobernador, que no era Néstor: decía que en política los agravios prescriben a los seis meses”, aseguró la ex Presidenta hace varias semanas, en C5N.
No hubo agravios -al menos no públicamente- ni nada demasiado distinto a los habituales cierres de listas, plagados, como cada dos años, de vencedores y vencidos. Pero la tensión por las negociaciones de las últimas 48 horas, en especial en la provincia de Buenos Aires, el distrito electoral más codiciado del país, volvió a desnudar las diferencias internas, incluso puertas adentro del kirchnerismo y, en particular, alrededor de La Cámpora, la agrupación liderada por Máximo Kirchner que este sábado, en plena discusión electoral e instalado en el corazón de La Plata, trató de hacer valer, una vez más y herméticamente, la centralidad de un liderazgo que despierta, casi por igual, amores y odios.
Anoche, la organización retenía la cabeza de la lista de diputados y de senadores nacionales de la Provincia con el propio Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro, respectivamente.
“Es realmente muy difícil de entender la cabeza de Máximo”, explicó desorientado a este medio un dirigente que, a las 9 de la noche del sábado, todavía pululaba por La Plata a la espera de que uno de sus colegas firmara de una buena vez su precandidatura a diputado bonaerense. Casi a la medianoche, fue el gobernador Axel Kicillof, al que un sector del camporismo y parte de los caciques del conurbano identificados con Martín Insaurralde trataron de coparle la postulación a la vicegobernación que, al final, volvió a quedar en manos de Verónica Magario, quien oficializó a Kirchner como cabeza de la lista de los diputados nacionales por la Provincia. Un anuncio conciliador -¿fingido?- después de horas de una ofensiva interna brutal.
Kicillof y Magario recién firmaron los papeles pasadas las 21.30 en la sede del PJ platense, después de horas de negociaciones y operaciones cruzadas, mientras los precandidatos a diputados hicieron lo propio, también tarde, en el Senado, en oficinas identificadas con Teresa García. Kirchner se había instalado junto a Joaquín, su secretario, durante buena parte del sábado en las oficinas de la Jefatura de Gabinete que Insaurralde, su socio bonaerense, ocupa transitoriamente sobre la avenida 53. Por allí desfilaron desde Kicillof, Magario, Sergio Berni y Carlos Bianco hasta Federico Achával y Gustavo Menéndez, entre otros. José Ottavis, un reconocido dirigente que perteneció a la plana mayor de “la orga” y que hace mucho se referencia en Massa -fue importante, aseguran, en la reconciliación del ministro con el jefe camporista- también pasó un rato, a colaborar, según testigos, en destrabar algunos acuerdos. Facundo Tignanelli, el ejecutor influyente de Kirchner de cada cierre de listas, se mantuvo omnipresente.
Ya habrá tiempo para dilucidar el futuro de La Cámpora: si resignó cuotas de poder, si avanzó o retrocedió casilleros, si ganó -si es que ganó-, si el resguardo en las listas legislativas alcanza para sostenerse como una agrupación con peso en la toma de decisiones del peronismo, y qué lugar le tiene reservado el PJ después del 10 de diciembre, más allá del triunfo, o no, de la fórmula Sergio Massa-Agustín Rossi.
Lo cierto es que la agrupación fundada y liderada por Kirchner estuvo este fin de semana por primera vez muy cerca de tener su propio candidato presidencial, pero algo falló. Entonces sí, la sociedad Massa-Kirchner se activó, jugó en tándem con la ex Presidenta e incluyó de nuevo vía emisarios al Presidente, detrás de una fórmula de unidad después de que empresarios, gobernadores e intendentes, y buena parte del peronismo, mostraran una notoria resistencia al lanzamiento de “Wado” de Pedro que Juan Manzur -nunca convenció del todo- anticipó contra el manual de la lógica K bien temprano el jueves por los medios, una premonición de que había algo que andaba mal.
El viernes por la mañana, después de la cena que la ex Presidenta compartió con su hijo, Massa y el ministro del Interior hasta las 2 de la madrugada, De Pedro todavía creyó que podía ser. Su equipo tenía listo el brevísimo video que el funcionario grabó junto al tucumano para oficializar a través de la plataforma TikTok. Había miles de afiches impresos y guardados, y listos para ser pegados por todo el país, y en el entorno del precandidato frustrado trascendió incluso que el ministro de Economía, ahora flamante precandidato presidencial, podía llegar a ponerse el trajo de jefe de campaña.
Las reuniones frenéticas del viernes, que tuvieron al multifacético Juan Manuel Olmos en el centro de la escena -fue quien propició en gran medida el entendimiento entre Alberto Fernández y la ex Presidenta-, y a Massa con un despliegue fenomenal de su audacia que terminó por ungirlo como el postulante de la unidad, hicieron trizas el sueño K de tener en agosto a un candidato de la “generación diezmada”. Ahora, La Cámpora deberá militar por Massa, al que le dedicó, durante años, parte del cancionero de la agrupación.
En ese contexto, Kirchner deberá hacia adelante reordenar el rompecabezas de una organización que en el último año quedó atravesada por bruscos cuestionamientos internos y peleas facciosas, mientras consolida su sociedad bonaerense con Insaurralde a través del PJ de la Provincia. El diputado y el jefe de Gabinete de Kicillof impulsaron largos meses al gobernador como postulante presidencial: creían que era la mejor opción y, de paso, les despejaba el control de la administración bonaerense, un anhelo que comparten desde que se intervino el gabinete tras la derrota legislativa del 2021 y que dejó herido al vínculo entre el gobernador y Kirchner, al que le adjudican algún recelo por la relación de privilegio del ex ministro de Economía con la vicepresidenta.
Este sábado, los trascendidos fueron muy serios. Innecesarios, para algunos. Vinculados, en buena medida, a Insaurralde, según versiones internas. Se llegó a ventilar, incluso, que el gobernador pidió, sin éxito, por dos colaboradores muy cercanos para la lista de diputados. En el entorno del gobernador desconocieron la versión. Kicillof, sin embargo, resistió la ofensiva y confirmó a Magario como compañera de fórmula en la búsqueda de la reelección. Una interna con trasfondo en La Matanza: Fernando Espinoza -que también irá por la reelección local- y la vicegobernadora arrastran una sórdida disputa de poder con la jefatura de Lomas de Zamora.
En todo el proceso, Andrés “Cuervo” Larroque, en la última década uno de los máximos exponentes de la organización y un habitual vocero mediático del espacio, se mantuvo en un profundo y reflexivo silencio. El ministro no está, según trasciende, demasiado de acuerdo con algunas decisiones de la cúpula: nunca vio con buenos ojos la embestida brutal que Kirchner e Insaurralde propiciaron contra Kicillof. Larroque se abocó hace rato con más compromiso al desarrollo de La Patria es el Otro, el frente de agrupaciones que fundó, que a La Cámpora. “Va a trabajar, como siempre, para que gane el peronismo”, resaltaron a su lado.
En el caso de “Wado” había en estas últimas horas un sabor amargo y una sensación extraña por los movimientos internos desde el jueves por la tarde hasta el viernes por la noche. ¿Todos jugaron con lealtad, puertas adentro de la organización, para la oficialización de su candidatura? En el universo De Pedro hay confusión. Kirchner y algunos dirigentes privilegiaron hace tiempo el vínculo con Massa, el ministro que acumuló poder y amigos y que este fin de semana terminó de consolidarse como uno de los principales líderes del peronismo, aún cuando la elección le propine una derrota.
En paralelo, el ministro del Interior exhibió en el último año y medio algunas muestras de cierta autonomía para relacionarse con el establishment mediático, empresarial y judicial. Ensayó massismo, según el kirchnerismo, un rol que siempre estuvo consensuado puertas adentro no solo con Cristina Kirchner, que avala o censura cada una de las decisiones del funcionario, si no también con su hijo que renunció a la jefatura del bloque K en la Cámara baja, militó en contra del acuerdo con el Fondo Monetario y tiroteó al gobierno desde la trinchera mientras “Wado” se codeaba con el círculo rojo y se instalaba como un dirigente moderado y dialoguista, casi como una rara avis camporista. Un estilo que, en segundas y terceras líneas de “la orga”, abrió grietas internas.
En el caso de la Ciudad, la puja entre Mariano Recalde y Paula Penacca volvió a visibilizarse este sábado por el cierre de listas. Penacca, referenciada en Larroque y con vínculo directo con Kirchner, será cabeza de la lista de diputados nacionales del distrito. La precandidatura a la Jefatura de Gobierno quedó en manos de Leandro Santoro, la de legisladores, en Matías Lammens. En Santa Fe -una provincia muy relevante en términos electorales- la agrupación consiguió el segundo lugar de la boleta de diputados en manos de Florencia Carignano, la directora de Migraciones, de buena relación con la ex Presidenta.
La provincia de Buenos Aires fue, de todos modos, el principal campo de batalla de las últimas 24 horas, y el territorio que el jefe de La Cámpora eligió en estos tiempos para revalidar su liderazgo ahora que la ex Presidenta empezó, de a poco, a ceder la exclusividad de la lapicera con la que escribió la historia del peronismo kirchnerista de estos últimos años.
Se verá, con el tiempo, si ese liderazgo se sostiene. Si al desmenuzar las listas legislativas, la organización cedió o ganó: en principio, uno de cada dos dirigentes de los lugares más expectantes de la nómina bonaerense permitiría concluir prematuramente lo segundo. Pero la incorporación de Santiago Cafiero y de Victoria Tolosa Paz -a diferencia del canciller, la ministra conserva relación con el jefe de La Cámpora al igual que su pareja, el publicista Enrique “Pepe” Albistur- pareciera contrastar con aquel mensaje que Cristina Kirchner y su hijo bajaron en todos estos meses en torno a la confección de las listas: “Hay que fidelizarlas al máximo”, pidieron. La lealtad va y viene en el peronismo.
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