Perfil de Eduardo de Pedro, el discípulo de Cristina Kirchner que disputará la Presidencia

Estuvo al lado de Néstor Kirchner e integró HIJOS, protagonizó más de una interna palaciega con Alberto Fernández y apuesta a derrotar a Daniel Scioli en las PASO convocadas para agosto

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Cristina Fernández de Kirchner y Eduardo "Wado" de Pedro durante una reunión oficial
Cristina Fernández de Kirchner y Eduardo "Wado" de Pedro durante una reunión oficial

En sus más de 20 años de carrera política, el abogado mercedino de 46 años, hijo de padres desaparecidos en la dictadura, que conoció a Néstor y Cristina Kirchner a través de de la agrupación H.I.J.O.S, siempre fue designado en sus roles en el Estado a dedo por la familia presidencial. Ahora, lograda -una vez más- la bendición de la vicepresidenta para competir en las PASO como precandidato a Presidente, deberá seducir también al electorado. Y su plan, a todas luces, implica una condición de “doble rol”, a través de la cual deberá combinar su identidad k, para hacerse de “los votos de Cristina”, con el perfil moderado que riega desde hace dos años para ampliar el mediomundo en busca de los votos de centro que necesita para imponerse en la interna y, después, sobrevivir las elecciones generales.

Su carrera política empezó en los turbulentos primeros años de la década de los 2000, mientras los efectos de la crisis post-convertibilidad hacían estragos. Primero, en H.I.J.O.S., la organización que fundó junto a otros descendientes de desaparecidos, una marca personal que reivindica desde el primer día de su militancia y aplica con frecuencia en sus piezas de campaña. Después, de la mano de La Cámpora, los Kirchner y de sus primos, Gerónimo y Juan Ignacio Ustarroz, coetáneos abocados, también, a la política.

El origen de su derrotero en las esferas más altas del poder nacional se ubica en 2015, cuando su jefa -CFK- le pidió que la acompañara en el delicado, último tramo de su segundo mandato desde la Secretaría General de la Presidencia. Durante un año, “Wado”, como lo apodan, se encargó de la mayor parte de los asuntos prácticos de la primera mandataria y, sobre todo, pasó mucho tiempo con ella.

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Eduardo Wado de Pedro lanzó su candidatura presidencial

Con esa historia en común, Cristina Kirchner apostó a su protegido una vez más en 2018, cuando lo encargó con una parte de las negociaciones para armar el Frente de Todos, y después, en 2019, cuando lo premió con el Ministerio del Interior. El lugar desde el que, aunque entonces no lo sabía, daría su segundo salto cualitativo en la vida pública.

En 2021, con el activo de ser el único funcionario cristinista de peso con sede en la Casa Rosada e interlocución directa con la jefa del ala disidente, De Pedro se transformó en el líder de la contienda con el “albertismo”. Primero, como enviado de CFK para negociar cuando el diálogo en la cúpula se terminó. Después, directamente para presionar. Al punto de hoy, muchos ven su lanzamiento como candidato para 2023 en aquella carta de renuncia que post elecciones legislativas que sacudió los cimientos del Gobierno y obligó al primer gran cambio en el Gabinete, donde los únicos eyectados terminaron siendo alfiles del Presidente.

Libró esa batalla contra el primer mandatario al estilo de su jefa, con apariciones puntuales muy cargadas, seguidas por largas ausencias. Y el año pasado, en otro pico de la eterna crisis política del Gobierno, renovó sus credenciales como espadachín K cuando volvió al ruedo con una nueva, velada amenaza de ruptura, que tensó al máximo las relaciones, pero tampoco se concretó.

La mayor parte de sus movimientos, sobre todo los importantes, estaban cuidadosamente sincronizados con la voluntad de Cristina Kirchner, con quien suele ponerse en sintonía en el despacho de la Presidenta del Senado en el Palacio del Congreso. A veces, De Pedro acude a sus llamados; otras, la visita por iniciativa propia. En la diaria, sin embargo, actúa con autonomía. Varios de los que lo conocen le achacan el modo “desordenado” para ejecutar las medidas, pero le reconocen “meticulosidad” para analizar sus jugadas: con quiénes se encuentra, dónde, en qué contexto. En general, sigue una rutina disciplinada bajo un eje rector. Pero por momentos avanza en arrebatos de espontaneidad y muy pocos en su entorno saben si esas ideas inesperadas fueron propias, o de su jefa.

Crédito: prensa Wado de Pedro
Crédito: prensa Wado de Pedro

Desde el año pasado sus pasos en la arena proselitista nacional se volvieron más evidentes. Después del triunfo contra los moderados, su jefa le había terminado de dar el aval para empezar, al menos, a intentar posicionarse en las encuestas. Invirtió tiempo, fondos y recursos humanos de la cartera estatal para impulsarse como candidato. Publicó infinidad de spots, muchos de ellos estratégicamente enfocados en explotar las campañas contra el bullying, asociándolas a su tartamudez. Contrató empleados con expertise en comunicación por redes para trabajar en su Tik Tok y empezar a acercarse a los jóvenes y fue aumentando la cantidad de entrevistas con periodistas e influencers hasta llegar a una frecuencia que algunas semanas llegó a ser diaria. Trabaja las veinticuatro horas del día de lunes a viernes, aunque noche vuelve a Mercedes, donde viven su esposa y sus dos hijos y varios de sus amigos más cercanos.

Esos rallies son interrumpidos por períodos de semanas donde prácticamente desaparece del radar. Y su agenda, en un mecanismo fiel a la disputa interna, no figura en la lista de actividades que difunde cada día la Presidencia con los itinerarios de la jornada siguiente de todos los ministros. En cambio, tiene un canal propio, exclusivo, a través de chats. Y un grupo cada vez más amplio de voceros que distribuyen sus quehaceres. Su equipo creció exponencialmente a medida que se hizo fuerte la hipótesis de una precandidatura presidencial, con la intervención cada vez más frecuente de voceros históricos del kirchnerismo que se sumaron en los últimos meses.

Crédito: prensa Wado de Pedro
Crédito: prensa Wado de Pedro

El frenesí por figurar responde a saldar su principal carencia, la falta de conocimiento, una característica remarcada por sus detractores para desestimar sus aspiraciones, que para su entorno nunca fue considerado como un escollo imposible de superar, aunque aún no se sabe si lo logrará. Cerca suyo recuerdan casos cercanos en el tiempo de dirigentes ignotos que terminaron siendo presidentes. “En 2003 nadie sabía quién era Néstor (Kirchner). Y cuando Cristina designó a Alberto (Fernández) tenía el 3 por ciento de conocimiento”, repiten. En el último tramo previo al cierre de listas algunas voces del ministerio, encuestas en mano, indicaban que ya alcanzó la meta de los dos dígitos que se habían fijado en el comienzo del año.

Doble rol electoral

Además de ubicarse en la contienda, De Pedro también tuvo el visto bueno para desarrollar una red de relaciones que desconcertaba y aún desconcierta a los referentes de paladar negro k. Mientras respondía ciegamente a una líder crítica de Estados Unidos y del establishment, viajaba a Washington y a Israel, se fotografiaba con el embajador norteamericano, participaba de foros empresariales, visitaba las cámaras de los sectores más poderosos y se entrevistaba con los dueños de medios de comunicación despreciados por sus compañeros más cercanos.

En su espacio de militancia muchos resisten el avance en esas direcciones y a De Pedro siguen llegándole críticas, en especial en los medios oficialistas. Pero mantiene inmutable su perspectiva electoral, para convencer a dos públicos, en una supuesta contradicción que le trae problemas seguido: el núcleo duro lo cree demasiado dialoguista, los dialoguistas ven la sombra de Cristina sobre sus hombros.

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Su estrategia fue, y sigue siendo, evitar a toda costa enturbiar las aguas de la interna en el propio kirchnerismo. Cuando puede, elogia a Máximo Kirchner, a quien llama “Maxi”. Y contó, algunas veces, que decidió junto al propio jefe de La Cámpora empezar a hablar con el círculo rojos, porque los “estigmatizaban sin conocerlos”. Mientras tanto, prohíbe a los propios responder, en “off” como en “on”, las reprimendas de los compañeros. Si elige confrontar, lo hace siempre con la oposición, o con los moderados de su propio gobierno.

Los planes para la futura, eventual gestión del ministro político k -es decir, sus promesas-, son aún desconocidas. Los últimos meses de disputas internas e indecisión sobre los candidatos parecen haber consumido todos los esfuerzos para crear un programa. Pero un atisbo puede encontrarse en el Plan de Desarrollo Federal que empezó en 2010, meses antes antes de que cumplir un año al frente del ministerio político. En los despachos cercanos de la planta baja de Balcarce 50 juran que en ese momento no tenía planes de candidatearse.

Daniel Scioli, candidato a presidente y competidor de Wado de Pedro en las PASO del 13 de agosto
Daniel Scioli, candidato a presidente y competidor de Wado de Pedro en las PASO del 13 de agosto

Lo desarrolló apoyado en su secretaria de Provincias, Silvina Batakis, antes de que fuera ministra de Economía, con un arranque a toda velocidad que incluyó de 24 reuniones en dos semanas con cada uno de los gobernadores para preguntarles qué obras necesitaban concretar, los motivos y el presupuesto. Fiel a su estilo reservado, mantuvo el proyecto prácticamente oculto durante casi dos años (el tiempo que mantuvo en secreto su voluntad de ser candidato), hasta que que habilitó a ventilarlo a mediados del año pasado, y luego empezó a mencionarlo en discursos. El objetivo real, más allá de la gestión, fue acercarse a los gobernadores, factores centrales del poder nacional que busca conducir. El plan le rindió algunos frutos en los últimos meses con la expresión de respaldo de algunos caciques del PJ.

Más allá de las propuestas concretas, el elemento clave de su campaña será la búsqueda de equilibrio. Con poco tiempo antes de las elecciones del 13 de agosto, el ignoto Wado de Pedro deberá darse a conocer por fuera de las fronteras del mundillo K con espíritu dialoguista, pero sin perder la confianza de los fieles votantes de Cristina Kirchner, donde reside su mayor capital político.

Un equilibrio electoral que se pondrá a prueba todos los días de la campaña rumbo a las PASO.

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