Un espejo que adelanta. Un anticipo, una primicia. Así interpretaban en el seno de Juntos por el Cambio las imágenes que llegaban desde Jujuy, con manifestantes enfervorizados arrojando piedras, prendiendo fuego la Legislatura y agrediendo a la Policía. Pero es una percepción en la que coinciden, a su vez y por motivos contrapuestos, en el seno de Unión por la Patria, la nueva marca del viejo Frente de Todos. Dicen que es lo que se viene si gana la derecha: la represión.
En concreto, son hechos que armonizan, que igualan y le dan más cohesión a los dos sectores que disputan el futuro gobierno de una Argentina que padece una crisis de características inéditas, con pobres más pobres, una inflación que castiga a la clase media y una dirigencia que vive, en muchos casos, una realidad paralela. Y que requerirá, a partir del 10 de diciembre, reformas inevitables para encarrilar una economía atenazada por la acumulación caótica de controles y distorsiones.
¿Las escenas que se vieron en televisión, con manifestantes a los piedrazos y prendiendo fuego la Legislatura jujeña, se verán cuando el Congreso Nacional se proponga debatir el paquete de medidas que prepara Juntos por el Cambio para poner en marcha si llega al Gobierno?
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El dedo en esa llaga lo puso Hernán Iglesia Illia, con un tuit que recibió, de inmediato, apoyos y rechazos. “Jujuy es el trailer de Argentina, 2024″, escribió en Twitter el estratega de comunicación y ghoswriter de Mauricio Macri y que hoy trabaja cerca de Patricia Bullrich. En esa perspectiva, irónicamente, coincidieron desde el mundo kirchnerista.
“Gerardo Morales, usted es el responsable de todo esto. Su modelo es negocios, y para cerrarlos... la represión. Son eso desde siempre. Vienen por todo”, escribió la senadora kirchnerista Teresa García. Es la misma partitura de una música que se escucha desde la semana pasada, cuando el kirchnerismo detectó en la reforma de la Constitución de Jujuy un punto de conflicto y rivalidad singular para enfrentar a la oposición.
Es que Morales no sólo es gobernador, jefe político de la provincia, sino sobre todo precandidato a presidente por la UCR, potencial compañero de fórmula de Horacio Rodríguez Larreta. Al mismo tiempo, es el dirigente que denunció y logró que Milagro Sala, la jefa de la Tupac Amaru, esté detenida por varias causas de corrupción y violencia política. Enemigo perfecto.
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Pero así como la resistencia a la reforma de la Constitución logró unificar a Unión por la Patria, también le dio homogeneidad a Juntos por el Cambio, que cerró filas detrás de Gerardo Morales. Entienden que se juegan en estas horas no sólo la estabilidad del gobernador de Jujuy, sino la de un potencial futuro gobierno.
Es que después de los tuits que, con distintos argumentos y mismo objetivo, publicaron Cristina Kirchner y Alberto Fernández, empezaron a agitarse las amenazas, incluso, de una intervención federal a una provincia donde funcionan todos sus órganos institucionales e, incluso, discutió y votó con amplio consenso la reforma de su Carta Magna.
“El kirchnerismo está mostrando que la calle es su activo más valioso. Está mostrando que ese será su lugar de acción, pero va a necesitar dos cosas: ser el centro de gravedad del peronismo y mantenerse unido, aunque sea el núcleo más chico”, explicaba a Infobae uno de los dirigentes de Juntos por el Cambio que siguen el minuto a minuto de los acontecimientos de Jujuy.
Para este dirigente, el kirchnerismo busca consolidar su posición política en el Conurbano, en lugares como en Jujuy, en Santa Cruz y en otras provincias del norte, pero requiere que el peronismo “racional” no retroceda y rompa la docilidad con la que se vincula con Cristina Kirchner.
En los hechos, el presidente del PJ de Jujuy, Guillermo Jenefes, participó de todo el proceso de la reforma electoral y, hasta este mismo martes 20 de junio, mientras arreciaban las piedras y prendían fuego en el interior de la Legislatura, seguía presente en la sesión que trataba la sanción definitiva de la nueva Constitución.
En tiempos de conflicto, de crisis y desorden político, los sectores más duros se llevan la marca y condicionan al resto. El kirchnerismo busca ejercer esa influencia y en la oposición, todos los sectores -duros y moderados- cerraron filas. Es una encerrona de la que sólo se podrá salir con acuerdos, sin violencia y con la ley en la mano.
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