La guerra sigue. Lejos de generar un armisticio, las negociaciones para acordar el reglamento del nuevo frente electoral potenciaron las diferencias dentro del peronismo. De alguna forma, lo que hicieron fue explicitar la fractura expuesta que existe hace más de dos años. El nombre Unión por la Patria es solo eso: un nombre. La unidad es forzada, pero necesaria para ser competitivos.
El oficialismo está en estado de ebullición después de la inscripción del nuevo frente electoral y nada, ni nadie, parece poder frenar la convulsión que existe. Si alguien podía hacerlo era Cristina Kirchner durante su discurso en Santa Cruz, pero no fue así. Al contrario, agitó la interna acusando a Alberto Fernández de generar conflictividad.
CFK parece haber dejado en claro que la mejor opción no era terminar en unas PASO que, de antemano, se sabe que serán conflictivas. Con los duros cuestionamientos que lanzó desde el sur sentó una posición. Lo que viene, si no se ordenan detrás de un candidato único, no será una charla de buenos amigos.
El comunicado emitido por el PJ Bonaerense que conduce Máximo Kirchner agrietó, aún más, la relación que hay entre el sector que lidera Daniel Scioli y el kirchnerismo duro. Se ven compitiendo por el liderazgo del peronismo y ninguno está dispuesto a regalar la elección. El camporismo buscó imponer las reglas de juego pero no lo logró. La resistencia del ex gobernador fue más fuerte de lo que todos pensaban. Una sorpresa.
Esa tensión explícita preocupa en diferentes terminales peronistas, donde recuerdan, con cierta preocupación, la brutal interna entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez en la provincia de Buenos Aires, durante el invierno del 2015. Interna que desgastó al máximo al entonces oficialismo y marcó el principio del final de la unidad kirchnerista en tiempos de Cristina presidenta.
Aunque aún restan siete días para que se venza el plazo para presentar las candidaturas, en el oficialismo visualizan una interna entre el ex gobernador bonaerense y Eduardo “Wado” de Pedro. Es la hipótesis sobre la que se hacen la mayor cantidad de especulaciones, pese a que nadie descarta que aparezca un candidato tapado. O que Sergio Massa o Axel Kicillof se pongan el traje de candidato presidencial antes de que suene la chicharra.
El texto ultra crítico que fue emitido por el PJ Bonaerense, en el que se apuntó contra Alberto Fernández, Daniel Scioli y Aníbal Fernández, destrabó un nuevo nivel de cuestionamientos en la interminable interna peronista. En el sciolismo se vivió como un pequeño, pero importante, triunfo. La Cámpora tuvo que ceder y acordar un piso intermedio - entre el que querían y lo que reclamaba Scioli - para la integración de las listas.
En el kirchnerismo lo plantean como una negociación política más y aseguran que los que tensaron la cuerda al máximo fueron los que viven en el campamento naranja. “Piensan que les va rendir electoralmente victimizarse y confrontar con los chicos malos de La Cámpora. Si aún no arrancó la campaña y ya están mintiendo, el futuro es una mierda”, se quejó un importante funcionario nacional de La Cámpora. Falta un poco de paz.
En el sector que apoya la candidatura de Scioli más de uno piensa que en el comunicado hubo una estrategia electoral escondida, que es la pegar al ex motonauta con Alberto Fernández, a quien consideran el gran responsable del fracaso de la gestión. Mimetizarlos para que los dos carguen con el peso de la gestión.
El camporismo quiere contrastar los malos resultados de un gobierno del que no creen ser parte, con una visión de futuro atada al pasado. Es decir, volver a asegurar que lo que el kirchnerismo hizo durante los mandatos de Néstor y Cristina Kirchner es el norte a seguir y que la etapa de Fernández fue un grave error que intentarán subsanar.
No es casualidad que Scioli haya salido a decir en público que no es ni el candidato ni el títere de nadie. Está tratando de fortalecer su autonomía y correrse del conflicto permanente entre el Presidente y la Vicepresidenta. Ponerse por encima de esa situación es una decisión y, al mismo tiempo, una necesidad.
Mientras tanto sus operadores políticos manejan la ambulancia en la que recogen heridos del oficialismo. Los que nunca tuvieron lugar, los que se fueron, los que no sintonizaron con las batallas del kirchnerismo ni con la indecisión del Presidente. El ejercicio de contener y ampliar no es fácil cuando CFK está enfrente, pero están haciendo el intento.
La interna que ya vio la luz preocupa en los municipios bonaerenses. Máximo Kirchner quiere que los intendentes elijan con que boleta van a ir. El objetivo, que obviamente nunca confesarán, es vaciarle el escenario político a Scioli y que no tenga dirigentes para construir las listas. El problema para los jefes comunales es que si la interna es más pareja de lo que proyectan, podrían perder votos que vayan pegados a la boleta del ex gobernador.
Los dirigentes bonaerenses que conocen las maniobras políticas del conurbano aseguran que eso no pasará porque los intendentes se encargarán de repartir las dos boletas o colaborar, en forma subterránea, en el armado de la lista que no avalarán públicamente. Opciones para que no se escape ni un solo voto del distrito.
A los que les resulta más difícil la situación es a los intendentes del interior bonaerense porque allí el kirchnerismo tiene mayor resistencia. Entonces, una figura como Scioli es más compatible con esa porción del electorado. Les queda incómodo jugar con una sola lista. Muchos piensan que lo mejor sería que haya una “V” y que las dos listas presidenciales y de gobernador se enganchen a la municipal. Hoy parece una opción difícil de concretar.
En el kirchnerismo creen que en las próximas horas habrá definiciones concretas sobre las candidaturas. Más precisamente cómo estará compuesta la fórmula. Los rumores que atraviesan al espacio indican que la fecha elegida podría ser el martes 20 de junio. Algunos creen que quizás sea antes, durante este fin de semana. Las definiciones están a unos pocos minutos de distancia.
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