Semana densa la que está por terminar: arrancó con la oposición peleando al borde del abismo y cierra con el oficialismo jugando al límite su pelea por las candidaturas en un tablero que incluye, como pieza central, la economía. Precisamente ese dato emergió de manera expresa en la escalada de presiones y advertencias extremas para resolver el camino a las urnas. En palabras, Agustín Rossi llegó más lejos que otros al advertir, con pretensión irónica, que negar las PASO consagraría al peronismo como “último partido estalinista” del planeta. Y como señales de riesgo, asomaron la idea de rearmar el frente oficialista -sin Daniel Scioli y lejos de Olivos- y hasta la posibilidad de renuncia de Sergio Massa, luego formalmente desactivada.
La próxima estación del calendario electoral parecía ser un elemento gravitante sólo para Juntos por el Cambio, apenas se disparó la batalla por la jugada intempestiva -en sentido literal- para tratar de sellar un acuerdo con Juan Schiaretti. El miércoles que viene deben ser anotadas las alianzas y eso funcionaba como límite para definir la cuestión, que ahora se plantearía para más adelante, algo razonable si se piensa en términos de gobernabilidad futura. La fecha, de golpe, titiló en el tablero oficialista a raíz de las especulaciones sobre un cambio de marca electoral para dar por finalizada la discusión sobre la conveniencia o no de marchar a elecciones primarias.
En rigor, pareció antes que nada un nuevo elemento de presión para que Scioli, con el motor disminuido de Alberto Fernández, abandone el intento de competir por la candidatura a presidente, en principio junto a Victoria Tolosa Paz como socia en la provincia de Buenos Aires. El ensayo del jefe de Gabinete no es tenido en cuenta. Creen que Rossi abandonará en breve la competencia. En cambio, inquieta realmente que el embajador y ex gobernador mantenga sus posiciones y fuerce las PASO.
Los trascendidos que fueron puestos a circular aparecieron como un mensaje de decisión irrenunciable y “estratégica”, aunque antes que nada expone un ejercicio de poder interno y del poder imaginado para el caso de lograr sostenerse en el Gobierno: no contaría en ese esquema nada vinculado al Presidente. Eso expresa en versión de máxima la alternativa de una marca electoral integrada por el kirchnerismo, el massismo y jefes territoriales. En ese caso, apenas quedarían cinco días para formalizarlo.
Las fichas se van moviendo en función de un único objetivo, más allá del formato. Se trata del intento del kirchnerismo de mostrar peso propio y a la vez ninguna responsabilidad sobre los resultados del esquema tejido por la propia Cristina Fernández de Kirchner hace cuatro años. Massa aparece de hecho a cargo de la transición, luego de aceptar el desafío de la economía. A ese dibujo se suma el grueso de los gobernadores peronistas.
Las razones, con todo, son diferentes. Y los tiempos no sobran, porque en dos semanas deberán ser anotadas las listas para las primarias. La advertencia sobre la posibilidad de que Massa abandone el Ministerio de Economía si no hay lista única venía circulando desde hace tiempo. Malestar, cansancio por las peleas domésticas, hartazgo: eso era lo que se dejaba trascender sobre el humor del ministro. Cecilia Moreau fue la encargada de hacerlo público. Y un mensaje posterior apuntó a negar esa salida y generar “tranquilidad”. Un modo también de exponer la gravedad de la intranquilidad.
Todo, cada paso, adquiere mayor trascendencia con el correr de los días. La semana que viene, el INDEC difundirá el IPC de mayo, es decir, un nuevo número inflacionario de alto impacto. Y en paralelo, siguen las tratativas con el FMI. La negociación con el Fondo asoma en su condición prioritaria para la economía y, a la vez, demandante de alguna precisión política.
Las especulaciones de estas horas no serían entonces un dato menor tampoco en ese terreno. Massa hablará este sábado en el encuentro nacional del Frente Renovador. Todo indica que el centro del discurso será un mensaje a la interna, con rechazo a las PASO y, por consiguiente, demanda de un candidato único. Será leído también en Washington.
Presentado de ese modo como punto crucial -sin dudas, forzado- la imposibilidad de consagrar un “candidato de consenso” podría ser visto como un elemento de debilidad política. Por supuesto, es una forma de admitir que no sólo la crisis económica, sino además las turbulencias políticas -y en particular, la incertidumbre sobre el oficialismo- pintan un cuadro especialmente difícil frente a los ojos del FMI.
Ese es, por consiguiente, uno de los argumentos sobre el riesgo de profundización de la crisis que representaría, siempre según esa línea, la competencia en elecciones primarias para consagrar al candidato del oficialismo. Está claro que agitar una decisión brusca del ministro caminaría en sentido contrario de ese presupuesto.
El kirchnerismo tiene su propia visión y su interés con base propia. El foco sigue puesto en la provincia de Buenos Aires, pero rechaza sentirse condicionado incluso en esta etapa de sociedad con Massa. La coincidencia sobre cerrar el camino a las PASO no agota las especulaciones sobre el armado electoral. Máximo Kirchner expuso ese doble sentido en pocos días. Acompañó al ministro en el viaje a China y después buscó ratificar su peso en el peronismo bonaerense, en especial como expresión de la relación con los intendentes del GBA.
La mayoría de los gobernadores del PJ y un par de aliados añadieron el elemento que restaba para avanzar con el plan de la candidatura única. Fue otro movimiento fuerte para que Scioli abandone antes de iniciar la carrera. “Exigimos unidad y consenso”, fue el texto para cerrar “sus” provincias a cualquier intento de armar una disputa por las listas.
Los jefes provinciales exponen así el rechazo -habitual- a una pelea que pueda generar o allanar el camino a disputas locales con paraguas nacional. Eso podría tener costo en las listas, además de gasto mayor, luego de agotar presupuestos en los adelantos de elecciones de gobernador, algo repetido en la mayoría de los casos. El mismo interés, en su escala, mueve a los intendentes.
Los cálculos son diferentes. Y el interrogante sigue siendo el mismo. Coloca el foco en cada paso de CFK, de Massa, de Eduardo “Wado” de Pedro y el kirchnerismo duro, y de Axel Kicillof. También, en Scioli y en la soledad de Olivos.
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