Juntos por el Cambio expone una crisis profunda y a la vez contradictoria por donde se la mire. Lo que se discute en público es la incorporación de Juan Schiaretti, o un “frente de frentes”. Pero la tensión está alimentada por la pelea de arrastre en el PRO, mientras que en la superficie la disputa es presentada como un debate crucial: el criterio de gobernabilidad para afrontar la grave situación económica y social, en caso de ganar las elecciones. Es decir, un tema sustancial -la posibilidad de una coalición de gestión- viste la pelea doméstica, que sigue siendo la cuestión de fondo.
Ese cuadro comparte con el Frente de Todos y otros espacios una pincelada gruesa: la disociación con la situación social, en sentido amplio. En estas horas, el oficialismo también juega al límite, aún sin definición clara del kirchnerismo duro, con renovada presión del massismo para encabezar una lista única y, por ahora, aprestos de Daniel Scioli, mientras Alberto Fernández intenta cobrarse algunas cuentas y transita una virtual y solitaria transición. Hasta el peronismo no K quedó prácticamente quebrado por el desacuerdo de Juan Manuel Urtubey con la movida de Schiaretti.
La batalla en JxC expresa en los últimos días el capítulo más dramático sobre el modo en que la interna del PRO domina o al menos tiñe los movimientos del resto de los socios. Pero esta vez, además, muestra que la fisura no se agota sólo en la escala nacional, sino que juega de otro modo en el plano provincial. Ya había ocurrido con otros distritos. El ejemplo más potente hasta ahora era Mendoza, aunque la fragmentación fue aguda en Río Negro, Tierra del Fuego y Neuquén. Córdoba agrega un elemento original, de unidad en el malestar: todos los integrantes de JxC salieron a rechazar el intento y los tiempos de las tratativas con el gobernador local. Allí se vota un día después de la oficialización de las listas nacionales.
La oportunidad no es un dato menor. No se trata entonces exclusivamente de la competencia cada vez más áspera entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, con posición visible de Mauricio Macri. La UCR con Gerardo Morales a la cabeza -aún sin acuerdo absoluto en sus filas-, Elisa Carrió y Miguel Angel Pichetto juegan a favor del trato con Schiaretti. Las piezas se mueven de manera diferente respecto de anteriores partidas. Y los tiempos apremian: en una semana, deberán ser anotadas las alianzas.
Los defensores del entendimiento “amplio”, que incluye a José Luis Espert, argumentan una cuestión de estricto cálculo electoral y un objetivo doblemente razonable, aunque planteado de manera utilitaria en función de la disputa por las candidaturas en el interior del espacio opositor. Se trata de superar la grieta, elemento político tóxico, y armar un esquema de acuerdo de gobernabilidad, ineludible para el desafío que viene, con inflación resistente y caída del PBI, en el primer pero no único renglón.
El punto que desnaturaliza ese planteo es evidente. Se confunde acuerdo electoral con acuerdo de gestión, o más aún, coalición de gobierno. Los movimientos del sector favorable al entendimiento urgente con Schiaretti parecen a contramano del propio sistema electoral. El mecanismo de doble vuelta abre de hecho el tiempo para acuerdos entre espacios políticos, en función de la realidad de los votos -no las encuestas- y como compromiso básico para el balotaje y la eventual administración. El añadido de las PASO puede adelantar ese escenario entre las primarias y el primer tuno del comicio general.
Ese es el asunto fundamental. El cálculo más chico gira en torno de especulaciones restringidas prácticamente al posible rendimiento de Javier Milei. La idea básica es la siguiente: el líder “libertario” crece frente a políticos “clásicos” enfrascados en sus batallas y necesidades -en este caso, Larreta vs. Bullrich- que desgastan en continuado a JxC.
Visto así desde esa platea, la responsabilidad sobre la acidez de la guerra doméstica es adjudicada a Bullrich. Cerca de la ex ministra, cargan la responsabilidad sobre Rodríguez Larreta y sostienen que los puentes hacia el gobernador cordobés y, en menor medida, hacia Espert sólo buscan ventaja camino a las PASO.
Como sea, la argumentación de la opción por Schiaretti podría sumar o no votos, pero está claro que no contrarrestaría el discurso de Milei. Se pude suponer la hipótesis contraria, es decir, que un acuerdo de esa naturaleza alimente las consignas contra la “casta”: un pacto para conservar privilegios.
También medido como cálculo electoral, el momento elegido resulta llamativo. Vuelta al principio: el esquema natural para acordar políticas compartidas en perspectiva de gestión asoma después de las primarias o de la primera vuelta. Antes, señala un dirigente con kilometraje político, a JxC le convendría la existencia de una opción peronista no kirchnerista, que le reste algún porcentaje, aunque sea módico, al oficialismo.
Al revés, el renovado intento de un armado peronista no alineado con Cristina Fernández de Kirchner quedó de hecho quebrado en estas horas con la reacción del ex gobernador salteño frente a la negociación que coloca a JxC en grave crisis.
Una última referencia al impacto de los cruces de estas horas podría destacar la imposibilidad de “aprovechar” el cuadro pintado en el Frente de Todos: situación económica delicada, disputa dura en el máximo nivel político -con estribaciones institucionales- y discusión abierta acerca del modo de resolver el conflicto.
Al revés, en las filas del oficialismo, algunos lamentan no poder “aprovechar” el desgaste de la oposición, concentrada en sus batallas. Es curioso el juego de espejos, en medio de la crisis.
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