La Plaza de Mayo, con escenario a cargo exclusivo del kirchnerismo, expondrá el jueves la postal más gráfica del estado actual del oficialismo. De espaladas a la Casa Rosada, será celebrado el vigésimo aniversario de la asunción de Néstor Kirchner, una puesta que busca mimetizar nuevamente un capítulo propio con un hecho histórico, esta vez el 25 de Mayo. Con todo, el dato político distintivo es que la presencia de Alberto Fernández -además de Presidente, titular formal del PJ- fue vedada. Es la última señal de un gobierno deshilachado y en virtual transición, atado básicamente a la gestión económica.
En materia económica, precisamente, resultó algo inadvertido el trasfondo de una de las últimas medidas enunciadas por Sergio Massa. Se trata de la ampliación de los diferentes márgenes de compra con tarjetas de crédito. Más allá de cómo resulte en la práctica, expuso la admisión del enfriamiento de la economía. El implícito dice más que el intento de mejorar el consumo, sobre todo en franjas medias y medio-bajas de la sociedad.
Por supuesto, es una medida menos sonora, de menor peso que las decisiones que se suceden para limitar el juego con los dólares financieros, como antes para intervenir de manera más directa en ese mercado, por la vía del Banco Central, bajo presión por el nivel de reservas. Pero va de la mano con la preocupación creciente por la trepada de precios. El impacto en los ingresos está medido de distintas formas y el efecto sobre el consumo venía asomando desde principios de año. En conjunto, alimenta el temor sobre el encadenamiento de inflación y síntomas de recesión.
El ministerio de Economía apuesta centralmente a cerrar trato con el FMI hacia mediados de junio. Sería en los umbrales de la anotación de listas de candidatos y casi en paralelo con la difusión del IPC de mayo. También corren en búsqueda de oxígeno externo los contactos con China y una última esperanza de una línea de alivio en la relación comercial con Brasil. Massa, además, insiste con su mensaje político, dirigido al frente doméstico del oficialismo.
Esta vez, el texto llevó el sello del Frente Renovador. Lo que le facilitó al massismo el giro para contraponer el riesgo -o la apuesta- asumida por el ministro a la persistencia de la interna. Las cargas, en general, parecen puestas en Alberto Fernández, algo significativo porque se trata del protagonista de peso más limitado en ese tablero.
El massismo insistió con la necesidad de “orden” político para lograr cierta estabilidad económica. Ya no se trataría de discutir la inconveniencia de las PASO, sino de asegurar respaldo mayoritario a un candidato a Presidente -presupuesto elemental para su propia definición- y una “estrategia” -reglas de juego, antes que nada- para encarar las elecciones. Traducido de manera lineal: allí juegan entonces Cristina Fernández de Kirchner y el FMI.
Por supuesto, el cuadro económico y también, de modo gravitante, político es observado por el Fondo. Negocia para evitar una crisis explosiva, con oleaje por encima de la frontera local, y a la vez necesita cierto marco de compromiso, algo débil como objetivo en medio de las señales del oficialismo que sellan el aislamiento del Presidente y limitan la gestión a lograr aire económico para la larga carrera electoral.
Las expectativas por el acto de CFK incluyen así las pistas que esté dispuesta a dar en materia interna y, a la vez, sobre la asimilación o no del cuadro impuesto por la crisis y la necesidad de asistencia del FMI.
Resulta claro que la intención primaria de la ex presidente es afirmarse como única jefa política, algo además sobreactuado por el malestar que produjeron las últimas intervenciones de Alberto Fernández. Tal vez, lo más hiriente para CFK y su círculo fue haber sido tratada en su condición de “compañera” de Néstor Kirchner -y no como líder- en la convocatoria a Plaza de Mayo que buscó presentar como propia el Presidente.
No fue lo único. Provoca cierta sorpresa que Olivos se aparte de la “estrategia” que busca imponer CFK. En resumen: colocar como contraparte a Javier Milei, para tratar de dejar en segundo plano a Juntos por el Cambio y apostar a un escenario de voto partido en “tercios” que asegure al Frente de Todos ir al balotaje. Pero el disgusto mayor tiene otro origen. Esta vez, que el Presidente haya repuesto en el temario la relación con Lázaro Báez, a la que definió como “imprudencia ética muy grave” para negar corrupción.
La ex presidente restringió a una invitación personal el llamado al acto de mañana. No convoca el Frente de Todos o el peronismo. “El jueves, los espero a todos y todas en la Plaza de Mayo”, publicó en Twitter, con una imagen de Néstor Kirchner. En simultáneo, desde su entorno se hacía trascender la decisión expresa de no “invitar” a Alberto Fernández, cuyos voceros argumentaban como descargo que no tenía pensado asistir. Doble mensaje: única convocante y único excluido.
Resulta la demostración practica del lugar que sostiene CFK junto con la decisión de no ser candidata. Se espera, entones, indicios en materia de candidaturas y línea de campaña. El interrogante es si facilitará el camino para un perfil más amplio que el sello kirchnerista -Massa, por ejemplo- o impulsará un nombre que sintonice con el discurso dedicado a cerrar filas, para asegurar el “tercio” propio.
Es incierto hasta qué punto jugará en definiciones económicas. Y está claro que reforzará la carga más tradicional -jueces, medios, oposición-, con el añadido del nombre propio para la construcción del tercio rival.
La pista de nombres para encabezar la fórmula presidencial también será un dato relevante sobre la estrategia de “resistencia” en la hipótesis de una derrota nacional. El territorio principal, en cualquier caso, es la provincia de Buenos Aires. Eso hace mover fichas en torno de Axel Kicillof y también de Eduardo “Wado” de Pedro. Se trata de una cuestión de concepción, antes que de nombres. El escenario en Plaza de Mayo ya está plantado.
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