En el 2015, cuando buena parte del peronismo y del círculo rojo descontaba que buscaría una banca -se mencionaba al Parlasur- para refugiarse en los fueros parlamentarios, Cristina Kirchner prefirió resguardarse. Cuatro años después, sorprendió una mañana de mayo del 2019 con un video que colgó en sus redes en el que anunció a Alberto Fernández como el candidato presidencial del Frente de Todos, una decisión que solo un grupo bien reducido de íntimos conocía. Ya había logrado el mismo efecto con la publicación del libro “Sinceramente”. Casi una década atrás, le había impreso el sello hermético de las definiciones de la familia Kirchner al postular a Amado Boudou como su vicepresidente para la campaña del 2011.
“Todo lo que está pasando ahora, ¿es lo que finalmente va a pasar?”, se pregunta uno de esos dirigentes K que, con Néstor Kirchner todavía vivo, tuvo acceso a algunos de los secretos más íntimos de Olivos: puede dar fe, dice, de que en el juego de naipes que suele plantear la ex Presidenta, el efecto sorpresa es la carta más preciada.
La figura de Eduardo “Wado” de Pedro llega para romper esa lógica: de confirmarse la candidatura presidencial del ministro del Interior desnudaría por primera vez en varios años que Cristina Kirchner definió mostrar sus cartas con mucha más anticipación que de costumbre.
Ratificada su decisión política con la excusa de la “proscripción”, Cristina Kirchner vuelve a pararse sin embargo como la estratega máxima del PJ kirchnerista, y su hijo Máximo como el principal delegado de ese poder heredado con especial injerencia en la provincia de Buenos Aires, el distrito emblema del peronismo, el de mayor peso territorial y electoral y el terreno en el que el jefe del Partido Justicialista bonaerense libra una disputa pública y privada con el gobernador Axel Kicillof.
En la entrevista televisiva del jueves pasado, la ex Presidenta mencionó a su hijo más que a ningún otro dirigente. En los últimos meses, se habían esparcido rumores de supuestas discusiones puertas adentro de la familia que, en los estudios de C5N, la vicepresidenta se encargó de disipar. “Está claro que ella decidió que el trasvasamiento político sea a través de su hijo”, explica a este medio un histórico del kirchnerismo que conoce, como muy pocos, la lógica de los Kirchner.
A propósito, el gobernador bonaerense no recibió ninguna mención por parte de la vice. Los trascendidos sobre el encuentro que mantuvieron a solas, antes del reportaje, en el despacho del Senado de la ex Presidenta, son de los más variados.
El jefe de La Cámpora arrastra desde el verano del año pasado, cuando renunció a la jefatura del bloque oficialista en la Cámara baja, una serie de cuestionamientos internos, exacerbados además por la dinámica de una organización cuyo directorio debate su propia hoja de ruta. Kirchner conserva la acción de oro.
La centralidad del diputado volvió a tener en estas semanas un capítulo aparte del de su madre en el último congreso del PJ bonaerense, en La Plata, en la cumbre del partido en la Ciudad, en el microestadio de Ferro -cerró de hecho el encuentro cuando debería haberlo hecho el presidente del peronismo porteño, Mariano Recalde-, y en la reunión de este lunes en Quilmes con intendentes de la primera y la tercera sección electoral, una puesta en escena que tuvo a De Pedro en el centro de la foto, parado y flanqueado por los jefes comunales.
Hiperactivo, a última hora del lunes, Kirchner visitó el despacho de Cecilia Moreau para “coordinar” con la mesa ejecutiva del Frente Renovador la movilización del próximo jueves. Sergio Massa medita sus próximos movimientos.
“Nosotros ya ganamos, pase lo que pase”, aseguran en el entorno del ministro del Interior. El funcionario se instaló política y en las últimas 72 horas encolumnó al peronismo bonaerense detrás de su figura, la más seductora para el círculo rojo dentro de un dispositivo interno -La Cámpora- que funciona de manera disfuncional. Este martes tenía previsto almorzar con los popes del club del petróleo, una especie de club social liderado por Alejandro Bulgheroni.
No fue mencionado entre los presentes, pero entre los intendentes, con una mano sobre el hombro de Leonardo Nardini, sobresale Facundo Tignanelli. Es el ex jefe del bloque de los diputados bonaerenses del Frente de Todos, uno de los máximos colaboradores de Máximo Kirchner y el brazo operativo del jefe de La Cámpora en los últimos cierre de listas provinciales, un dirigente de extrema confianza resistido por otros miembros de la organización. En particular, por Andrés Larroque. En su momento, Sergio Berni también tuvo un serio enfrentamiento por el armado de las listas. El ministro de Seguridad en licencia volvió a frecuentar a Cristina Kirchner con una confianza similar a la que tuvo durante décadas.
En Quilmes no estuvo, por el contrario, Kicillof. La disputa se libra hace rato a cielo abierto. Ya no hay disimulo. El gobernador todavía resiste un insistente operativo interno para impulsarlo como el candidato presidencial del kirchnerismo, una jugada que, según los trascendidos, podría incluir un enroque con el ministro del Interior como el supuesto candidato a gobernador.
En la jefatura de La Cámpora, y en el corazón del Gran Buenos Aires, argumentan que la maniobra se explica sencillamente por el caudal electoral del mandatario como el dirigente que mayor absorbería los votos de la vicepresidenta. Kicillof no quiere saber nada: prefiere revalidar su liderazgo provincial. Es lo que, justamente, le disputa el jefe del PJ de la Provincia. Los encuestadores más serios avalan la teoría, pero explican que “el dedo” de Cristina Kirchner es lo suficientemente potente como para posicionar a algún otro dirigente, incluido el ministro del Interior, que conserva un alto nivel de desconocimiento. “Con Cristina inclinada de lleno, hasta el Pato Donald es competitivo”, exageran.
Esa operación es alimentada por Kirchner y su socio Martín Insaurralde -los intendentes del conurbano preferirían a un gobernador moldeado por el sistema-, un jugador de peso en el dispositivo político del Gran Buenos Aires que sueña con gobernar algún día la Provincia, un objetivo que le es esquivo desde hace años. Ya habían intentado acorralar al gobernador tras la derrota legislativa del 2021, cuando, con el aval de Cristina Kirchner, le intervinieron el gabinete: le corrieron del organigrama de la Jefatura de Gabinete a Carlos “Carli” Bianco, uno de los más leales asesores de Kicillof que sigue tan cerca del gobernador como siempre.
El gobernador, sin embargo, resistió la embestida. Acompañado, entre otros, por Larroque, que nunca comulgó con la idea de posicionar al ex ministro de Economía como postulante presidencial, en parte por sus disputas políticas con el entorno de Máximo Kirchner.
En esos días tórridos de septiembre del 2021, cuando inauguró la ola masiva de renuncias en Casa Rosada, se analizó seriamente la posibilidad de que “Wado” De Pedro se mudara a la gobernación bonaerense en reemplazo de Cristina Álvarez Rodríguez. Como el puntapié inicial de la instalación del ministro como potencial candidato a gobernador provincial. A fines del año pasado, el funcionario se terminó de mudar definitivamente de San Telmo a Mercedes.
Es, por ahora, una de las cartas de Cristina Kirchner. La partida aún no terminó.
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