La calculadora política de Cristina Fernández de Kirchner expuso esta semana algo más que la apuesta a dividir la oposición, alentar la construcción de un “tercio” de votantes detrás de Javier Milei y sostener el núcleo electoral propio para lograr y ser parte de una definición en balotaje, hacia el fin de un año agotador. La ex presidente dijo dos veces en 48 horas que no será candidata, pero marcó el escenario del oficialismo. Y no sólo en el discurso, que de todos modos va de la mano con su cálculo: en medio del deterioro por la gestión, la única expectativa del Frente de Todos se apoyaría en la base del kirchnerismo duro. Su capital.
CFK planteó como posible escenario una primera vuelta electoral de tercios, es decir, candidatos parejos, algo por encima de los 30 puntos. Eso significaría, en el caso del oficialismo, tratar de afirmarse en un nivel que, según se da por bueno en el circuito de la política y de los consultores, sería básicamente “voto K”. Es una manera de admitir que no podría funcionar una oferta como la del 2019. Aquella fue una fórmula de poder invertido que expresaba, como imagen, la necesidad de un aporte moderado (Alberto Fernández) para sumarle al núcleo duro (CFK) los puntos que llevaran al éxito. El cambio, ahora, es sustancial.
En rigor, los informes de encuestas que circulan en medios del oficialismo y de la oposición señalan el ascenso de Milei como actor personal y no como espacio -eso explicaría los malos resultados de sus exponentes locales en elecciones provinciales-, aunque no necesariamente como un escenario de tres partes similares. Se verá hacia adelante, pero alcanza para asomar como esperanza del kirchnerismo y como temor de JxC, aunque no sin riesgo para el oficialismo.
El panorama que plantea la ex presidente representa un retroceso significativo del FdT respecto de la elección presidencial de 2019 y, en el mejor de los casos, estar cerca del número de las legislativas del 2021. Hace cuatro años, la fórmula que compartió como vice con Alberto Fernández logró el 48,2%, ocho puntos por encima de Mauricio Macri. Hace dos años, en los comicios para diputados nacionales, retrocedió a 34,6%, debajo de JxC, que anotó 42,7% esa vez y ahora debería bajar unos diez puntos para completar el cuadro imaginado.
La hipótesis y la estrategia a desplegar tienen un enorme implícito. La base para evitar una caída mayor -más allá de la distribución de votos asignados a cada espacio opositor- estaría puesta en el entramado kirchnerista y sobre todo en la provincia de Buenos Aires. No se trataría entonces, como hace apenas cuatro años, de salir a la búsqueda del voto no estrictamente propio, desencantado de la experiencia macrista.
Dicho de otra forma: ya no correría la fórmula según la cual “con Cristina no alcanza, pero sin Cristina no se puede”. Al revés, la idea de “alcanzar” no estaría a atada a la perspectiva de ganar en primera vuelta o ir a la segunda con una base muy sólida. Sería suficiente con dividir al “enemigo”, elegir bien al rival y asegurar que el “tercio” propio alcance aunque sea por poco para jugar la última carta en el balotaje. O -versión sombría en caso de quedar afuera- para actuar como oposición frente a un nuevo gobierno débil, una etapa sin garantías de gobernabilidad.
En lo inmediato, la intención de ayudar a construir el lugar de Milei en ese imaginario propio es aceptada por el oficialismo en general. Se fueron sumando Alberto Fernández, dirigentes del kirchnerismo y hasta la CGT, que dedicó uno de los pocos pronunciamientos del año a ese fin. Y en las últimas horas, también Massa salió al cruce del “libertario”. Resultó significativo porque el ministro se cuida de entrar en debates políticos y privilegia difundir su gestión de manera cotidiana.
Massa ha comenzado a moverse como candidato, pero siempre sin formalizar una decisión. Buscó capitalizar rápidamente un gesto de CFK -la referencia a haber agarrado una “papa caliente”- y además expuso su armado en un encuentro nacional del Frente Renovador. La insistencia con la necesidad de “orden político” para lograr “orden económico” fue, a la vez, un reclamo para acotar la instancia de la definición de candidaturas.
También Eduardo “Wado” de Pedro anotó una señal de la ex presidente, en un marco en el que aún resta por definir si habrá PASO o la coronación será por “consenso”. Son varios los nombres que dan vueltas para una eventual primaria, entre ellos Daniel Scioli. El cronograma electoral dice que aún queda un mes para definir candidatos y, de hecho, la vía de selección.
La economía es un factor determinante, como destacó incluso CFK, que se coloca otra vez por afuera de los costos de gestión, aunque al mismo tiempo admite el deterioro del oficialismo y hace cuentas en función de esa constatación. Parte de ese discurso son las críticas al FMI, mientras Economía espera cerrar una negociación que le dé oxígeno político en los meses que restan hasta octubre.
Puede suponerse que los cuestionamientos al Fondo están orientados al frente interno, para contener su electorado. Pero no es todo. Los mensajes desde el kirchnerismo están alineados con la diferenciación en la coyuntura -por ejemplo, el reclamo de una suma fija para compensar el deterioro de los ingresos- y también para decidir los ejes económicos de campaña, con un “programa” sobre el cual no hay precisiones.
La definición de la línea incluye además, en lugar destacado, la ofensiva sobre la Corte Suprema y la Justicia en general. Es la expresión de la jugada política que coloca a CFK como víctima de una operación de jueces, opositores y medios. La “proscripción” o el estado de “libertad condicional” son las caracterizaciones elegidas por la ex presidente.
El círculo se reduce, según el cálculo kirchnerista: si las chances electorales están atadas a mantener un “tercio”, la garantía sería el voto más fiel, casi blindado. Y eso mismo reafirmaría a CFK en el centro del oficialismo. El acto por el 25 de Mayo puede llegar a exhibirlo Y el reflejo práctico serán las pulseadas por el armado de las listas.
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