Tenía destino de trámite, como se preveía en la antesala, con los protocolos partidarios de rigor y la insistencia litúrgica de un sector amplio del kirchnerismo con el operativo clamor, cuando Cristina Kirchner volvió a sorprender “a los compañeros y compañeras” que terminaban de deliberar en el congreso del PJ con una carta con la que ratificaría, por última vez, lo que anunció “el 6 de diciembre del 2002″: “No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura”.
Eran las 18.31 cuando la ex Presidenta colgó su carta en Twitter. Menos de una hora antes, a las 17.25, con 498 congresales presentes, el PJ había empezado a sesionar en el microestadio del club Ferrocarril Oeste de Caballito, según trascendió, hasta siete minutos después de las seis de la tarde. Poco más de media hora, como si alguien hubiera avisado que, minutos más tarde, la vicepresidenta enterraría finalmente cualquier expectativa en torno a una decisión que, según ella misma escribió, no fue “apresurada ni producto del momento” -la sentencia de la causa Vialidad-, si no “razonada y pensada”.
No hubo lugar, al menos hasta este martes, para dobles lecturas. “Solo confirmó lo que dijo hace algunos meses: que no va a ser candidata”, resaltaron a este medio funcionarios de la coalición de gobierno que se referencian tanto en la ex Presidenta como en la Casa Rosada.
Sin interpretaciones díscolas, la disputa ahora es por la sucesión que se abre con la ausencia electoral de Cristina Kirchner y el capital simbólico que conserva la figura de la vicepresidenta.
Sergio Massa ya había habilitado la instalación de su candidatura como el proyecto de síntesis de casi todas las vertientes del peronismo cuando la semana pasada se corrió de la agenda económica y se postuló él mismo, sin nombrarse, con el argumento de un programa que no tolera discusiones internas y que el gobierno incurriría en un “gravísimo error” si se expone a unas PASO. “No nos entra un quilombo más”, agregó horas después, en la misma línea.
Con Cristina Kirchner definitivamente corrida de la oferta electoral, Massa se debate ahora entre ser o no ser, con el agravante de una encrucijada que lo expone mucho más que al resto de los postulantes que, en su mayoría, tienen más para ganar que para perder: está a cargo de una economía que, según la propia ex Presidenta, “degrada la democracia social y el paradigma peronista de la movilidad social ascendente”. “Por primera vez en la Argentina observamos como convive un bajo índice de desocupación (6,3%) con un alto índice de pobreza (40%). De esta manera, encontramos trabajadores en relación de dependencia que son pobres y el surgimiento de una sociedad dual, donde una parte accede a todos los bienes y servicios y la otra, mayoritariamente, de notablemente reducidas sus posibilidades de progreso o, directamente, carece de ellas”, abundó la vicepresidenta en su carta de despedida electoral.
Massa conoce sus limitaciones económicas, pero busca suplirlas con la construcción de su proyecto político que imagina mucho más allá de diciembre. Es, en ese sentido, lo que le aconsejó parte de su entorno personal, dirigencial y estratégico: que se preserve, que espere al siguiente turno y que, en todo caso, ponga en valor su decisión de sumarse al gabinete de un gobierno que, según el intendente Jorge Ferraresi, estaba a punto de irse “en helicóptero”.
El ministro mantiene diálogo fluido y cotidiano con la vicepresidenta. Había delineado para estas semanas -al menos hasta que el INDEC oficializó la inflación de abril en torno al 8,4%- una hoja de ruta que todavía incluye la renegociación del programa con el Fondo Monetario que en el Palacio de Hacienda pretenden concluir con el eventual adelantamiento del desembolso de 10.000 millones de dólares a confirmar a fin de mayo o principios de junio; la ampliación del swap con China -el líder del Frente Renovador viaja a finales de mes-, y las conversaciones con Brasil.
En la estrategia política de Massa, la decisión de ser o no ser candidato persigue, en simultáneo, el mismo objetivo: posicionarse como uno de los líderes del PJ una vez que termine la experiencia fallida del Frente de Todos. “Para eso necesita gobernadores, legisladores y dirigentes que le respondan. Y para eso, siempre es mejor negociar desde una candidatura”, explica un funcionario cercano.
En el kirchnerismo aseguran que la capacidad política y de gestión del ministro no está en discusión, aún cuando le achacan las deficiencias de un programa económico rendido en la lucha contra la inflación a pesar de que la propia Cristina Kirchner reconoció en su carta como una tarea “imposible” frente “al brutal endeudamiento en dólares” producto del acuerdo con el FMI que, según ella, dejó a Alberto Fernández y a Mauricio Macri sin “aptitud electoral”. Se debate, en todo caso, el capital simbólico en torno a la ex Presidenta. El componente emocional de una porción del electorado que, sin la vicepresidenta en la oferta electoral, no encuentra anclaje.
Los consultores más serios dan cuenta de que, a diferencia, por ejemplo, de Mauricio Macri, el votante de Cristina Kirchner es el más cautivo de toda la oferta electoral. Casi religioso. “Sus votantes van a esperarla hasta el último día”, resalta un estratega respetado por el peronismo y por la oposición.
En ese contexto, la figura de Eduardo “Wado” de Pedro, el delegado de la ex Presidente en Casa Rosada, recobra valor. También Axel Kicillof -según los encuestadores, el que mejor interpreta al votante cristinista-, que no quiere saber nada con la posibilidad de ser ungido como potencial candidato presidencial en desmedro de la búsqueda de su reelección. A diferencia del ministro del Interior, que en los últimos meses robusteció equipos, sumó asesores y abrió oficinas en San Telmo con la excusa de su propia fundación, y que propone unas PASO amplias en pos del “programa de gobierno” que propone Cristina Kirchner, Massa no quiere internas.
Al menos no con Daniel Scioli, el otro postulante del Frente de Todos, con el que está enemistado desde hace tiempo.
Es que, además de la exclusión de la vicepresidenta, la coalición de gobierno acumula una serie de tensiones internas que afloran con mayor desparpajo en el Gran Buenos Aires. El territorio en el que busca refugiarse el kirchnerismo y, en particular, La Cámpora, la agrupación liderada por Máximo Kirchner.
Un mes atrás -la cita es aproximada-, Massa recibió en su casa de Tigre a Martín Insaurralde, el jefe de Gabinete provincial, socio de Máximo Kirchner, tensionado desde siempre con Kicillof. El ministro de Economía y el intendente de Lomas de Zamora en uso de licencia se habían diferenciado tiempo atrás. Se reconciliaron. Dicen que la liga de intendentes del conurbano no ve con malos ojos una postulación del líder del Frente Renovador. Desde el Gran Buenos Aires volvió a trascender además una versión de los últimos meses en torno a la posibilidad de que Insaurralde acompañe a Kicillof en el binomio bonaerense en la búsqueda de la reelección. En reemplazo de Verónica Magario, en un supuesto enroque con Fernando Espinoza. Cerca del intendente de La Matanza negaron los trascendidos: “fórmula que ganó, no se toca”, aseguraron.
En esa línea, es una incógnita, sin Cristina Kirchner en la competencia electoral, el rol del kirchnerismo y de La Cámpora después de las elecciones si la performance del gobierno no arroja resultados satisfactorios. Es clave, en ese aspecto, la provincia de Buenos Aires y el armado de las listas. Massa piensa en eso tanto como en la economía.
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