Las estadísticas oficiales agregaron otro dato crudo que se vincula con la trepada inflacionaria: las canastas que trazan la línea de pobreza e indigencia suman un aumento interanual por encima del índice general de precios, entre el 113 y el 121 por ciento. Casi a la misma hora en que era difundido ese informe del INDEC, Cristina Fernández de Kirchner describía de manera dramática el contexto económico, social y político del país. Se refería al malestar colectivo -expresión de la “insatisfacción democrática”- pero lo hacía como si estuviera parada fuera de responsabilidades pasadas y actuales. Fue el marco elegido para reiterar que no será candidata y delimitar al mismo tiempo el juego del oficialismo.
CFK pintó un contexto en el que su decisión de no ser candidata resultaría la llave para desarmar una operación más amplia en contra del Frente de Todos. Utilizó otra vez el término “proscripción” y lo hizo extensivo al peronismo, apoyada en la misma construcción del enemigo (oposición, jueces y medios) que arrastra desde sus años como presidente. Fue una pieza estudiada, que terminó de eclipsar el encuentro burocrático del congreso del PJ.
Se verá ahora si reperfila el acto programado para el 25 de Mayo. Pero, por lo pronto, quedó expuesto el gesto de poder interno y un modo de condicionar el juego: junto a la ajenidad frente a la gestión, ofensiva sobre la Justicia y descalificación de los acuerdos con el FMI, hoy centro de la expectativa económica del propio gobierno. Poco margen para rearmar una imagen similar a la del éxito en la elección 2019.
Ese último resultó el mayor dato político junto con la reiteración de no competir por ningún cargo. Vale la frase, por su claro destinatario político y por la advertencia sobre el “programa” que debería ser adoptado camino a las elecciones. “No es casual que ninguno de los dos presidentes que aceptaron el programa del FMI conserve aptitud electoral”, dice el texto que difundió CFK.
La carta de la ex presidente cambia pero no despeja la incertidumbre interna. Y a la vez, impacta en el contexto de las gestiones que motoriza Sergio Massa ante el FMI, como elemento crucial para contener el dólar y los precios, es decir, recuperar aire económico y por lo tanto político. Ese es el punto real de expectativa interna, frente al agotamiento de los sucesivos aumentos de tasas y de la intervención del Banco Central en el mercado financiero, junto a las restricciones cambiarias y los programas para operar de manera directa sobre los precios.
Desde Economía, se expusieron básicamente dos líneas frente a la persistencia de la inflación. Las medidas referidas y las negociaciones para ir rectificando el acuerdo con el Fondo, junto a las tratativas, limitadas, con China y últimamente, las conversaciones hasta ahora complicadas con Brasil para aliviar la carga de dólares en el comercio bilateral.
La expectativa con el FMI está atada a consideraciones globales sobre el impacto negativo que tendría un agravamiento de la crisis local. Las razones esgrimidas sobre contemplaciones de coyuntura -en primer lugar, el efecto de la sequía- parecen más bien una cobertura también hacia el interior del organismo internacional.
Como sea, resulta claro en el plano doméstico la necesidad de una respuesta del Fondo, aún en la especulación de que sea parcial, para ir transitando el camino a las elecciones. El cimbronazo de la inflación de abril (8,4%) y los datos de la primera quincena de mayo hablan, según los economistas, de un proceso con dinámica propia difícil de desescalar. Massa se encargó de apuntar a la interna para reclamar tranquilidad política para pensar al menos en cierta estabilidad económica. La reacción del kirchnerismo, hasta el momento, había sido un renovado reclamo de suma fija frente al deterioro de los ingresos, algo que ya generó sucesivos rechazos en el Gobierno. CFK lo expuso de otra manera al señalar el fenómeno de asalariados por debajo de la línea de pobreza. Y añadió la referencia al FMI.
La toma de distancia de la ex presidente fue un elemento implícito y potente en su carta, frente a la gestión actual y, también, los cuarenta años transcurridos desde el fin de la dictadura. Como un tema externo, habló de “una democracia que se perdió en lo económico, degradó en lo social y ha comenzado a romperse en lo político institucional”.
Su anuncio repuso el juego de posibles candidatos -Massa, Eduardo “Wado” de Pedro, Daniel Scioli, entre otros-, con una advertencia sobre el papel determinante de la economía. El lado político, en su discurso, fue dedicado a reponer el referido eje del enemigo -partido judicial, oposición y medios hegemónicos, según sus términos-, al que adjudica un intento de dejarla fuera de juego como consecuencia de las causas que enfrenta y la provocación de violencia política.
La “proscripción” sería potencial. Un modo de evitar la consideración sobre su situación actual, sin sentencia firme. En otras palabras: podría ser “inhabilitada” en velocidad y en caso de que fuera candidata para dejar al peronismo en situación de “absoluta fragilidad y debilidad”.
La idea de una “persecución” atada al calendario electoral completó el discurso, con base en las decisiones de la Corte Suprema que suspendieron las elecciones de gobernador en Tucumán y San Juan. Fue un gesto a los jefes provinciales del PJ, que mayoritariamente apostaron a despegar sus elecciones de la gestión nacional y de la interna “grande” del oficialismo.
El andar en las próximas semanas, hasta anotar alianzas y listas -y definir si irán a las PASO-, expondrá en primer lugar cuál es el candidato real del kirchnerismo, si finalmente ningún giro repone el operativo “clamor”. Las especulaciones tienen que ver con los cálculos del desgaste que provoca la crisis y eso incluye a la ex presidente. Massa viene insistiendo con la necesidad de un candidato de unidad, sin pasar por las primarias. El desenlace será un dato político fuerte para le economía. Y la economía es determinante. También para CFK.
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