El INDEC tradujo en números el tema de mayor preocupación para el común de la gente: 8,4% de inflación en abril, con dos rubros sensibles -vestimenta y alimentos- que superaron esa marca y se colocaron por encima del 10%. Son datos alarmantes que se proyectan sobre este mes. Pegan en el interior del oficialismo y alimentan el discurso difícil de comprender de Alberto Fernández, el silencio -por ahora- de Cristina Fernández de Kirchner sobre esta materia y los dichos de Sergio Massa. Significativo, porque el “orden” demandado en política para lograr cierta “estabilidad económica” parece no registrar el efecto de incertidumbre y tensión -en primer lugar, institucional- que provoca la renovada ofensiva contra la Corte Suprema.
El Gobierno manejaba desde hace días una primera aproximación al IPC. Y antes de la publicación oficial, tuvo una precisión mayor, con alto impacto en los ánimos, aunque no es nuevo el proceso. Los escalones fueron subiendo casi de a un punto por mes desde diciembre. En marzo, cuando atravesó los 7 puntos porcentuales, y ahora, que superó los 8, la decisión fue salir a tratar de amortiguar el impacto con un discurso que descargara responsabilidades en condiciones ajenas -herencia, pandemia, guerra en Ucrania, sequía- antes que a repetir medidas. Las declaraciones presidenciales, además de insistir con el factor psicológico, tuvieron como contracara el uso de la cadena nacional para cargar sobre la Corte apenas dos días antes.
Los datos exponen algo que ya vienen advirtiendo algunos intendentes de diferentes espacios políticos y dirigentes de organizaciones sociales. Es realmente fuerte el deterioro de los ingresos en el día a día. Hay coincidencia sobre el funcionamiento de la amplia red de contención social y nadie agita temores y fantasmas. Pero está claro que las estadísticas del primer cuatrimestre hablan de un agravamiento de los niveles de pobreza.
Las cifras: en los primeros cuatro meses del año, la inflación llegó al 32% y la marca interanual crece por encima de los 100 puntos desde febrero. El desagregado por rubros y por áreas en abril agrega los referidos aumentos en vestimenta y alimentos (10,8 y 10,1), con igual o mayor anotación en el Gran Buenos Aires. El índice general mostró lo mismo: 8,6% en el GBA.
Por supuesto, nada de eso pasa inadvertido para el oficialismo bonaerense, más allá o a la par del consumo permanente de encuestas. Va de la mano con la posibilidad de mover la elección general de la provincia y despegarla del cronograma nacional. Lo alternativa fue dejada abierta por Axel Kicillof antes del nuevo informe del INDEC. Es un tema que realimenta los recelos y puntos de vista del gobernador en materia económica. Este sábado, habrá que esperar el discurso de Máximo Kirchner en el encuentro del PJ de Buenos Aires.
Los precios vienen escalando a la par que se consumen los meses que aproximan a las definiciones electorales. En junio, deben ser definidas las candidaturas, únicas o camino a las PASO. La economía -un piso de “estabilidad”- es vital para el oficialismo. La expectativa está puesta centralmente en la negociación con el FMI, pero por diversas razones el microclima doméstico había cambiado notablemente hasta que se produjeron dos hechos: la decisión de la Corte que suspendió las elecciones de gobernador en Tucumán y San Juan, y la difusión del IPC. Señales de que no todo se resuelve en el escritorio de la campaña.
En resumen, la idea más generalizada contemplaba dos puntos de coincidencias y uno que aún no está saldado.
Primer punto: capitalizar lo que asomaba como el turno electoral más favorable para el oficialismo. La primera entrega (Río Negro y Neuquén) no dejó nada que festejar y la segunda aportó el triunfo en La Rioja y malos resultados en Jujuy y, peor, en Misiones. Para el domingo que viene estaban anotados cinco provincias en manos peronistas: además de Tucumán y San Juan, se vota en La Pampa, Salta y Tierra del Fuego. Se verán los rendimientos en cada caso.
Un encadenamiento de éxitos, se difundía, reanimaría al Frente de Todos en situación “competitiva”. Y eso podría ser potenciado por otra decisión: la elección del contrincante.
Segundo punto: colocar a Javier Milei como referencia única de la oposición y dejar de lado, ignorar, a Juntos por el Cambio. En esa línea, se decía, habría que aprovechar la declinación de JxC, según encuestas que circularon sobre todo en las dos últimas semanas. El jefe “libertario” ofrecería mejores perspectivas electorales y hasta cálculos sombríos sobre su suerte en caso de llegar a la Presidencia.
Las especulaciones en torno de Milei no están atadas a los pasos de sus candidatos en los turnos provinciales, tema del que él mismo tomó distancia para evitar costos. La explicación es que Milei no transfiere votos a los candidatos locales, a pesar de lo que dicen encuestas en esos distritos. Sin embargo, la ofensiva en el frente judicial buscó otra vez confrontar con el macrismo.
El punto de desacuerdo y batallas -de manera significativa- tiene que ver con el sentido que le da cada espacio a la necesidad de unificar criterios y alienarse con una estrategia nacional. Alberto Fernández, en lugar secundario pero con cierta capacidad para sostener el tema, sigue hablando de definir todo en las PASO. CFK, aún con aval a Massa y sin cerrar el juego de su candidatura, impulsa un arreglo de candidato único, sin primarias y con proyección también a Buenos Aires. El ministro de Economía acaba de anotarse en la misma dirección.
Pero Massa sumó otro ingrediente al alertar sobre el estado de cosas en el oficialismo. “No nos entra un quilombo más”, dijo, y expuso una cuestión básica: la necesidad de “orden” o “estabilidad” política para que haya “orden” o “estabilidad” económica. Fue una manera de reclamar que el FdeT deje de lado las internas y se ordene detrás de un candidato. El mensaje iría más lejos: condiciona su propia apuesta y resulta un reclamo al Presidente. Y más todavía: puede ser un escudo -un señalamiento de responsabilidades políticas ajenas- frente a un agravamiento de la crisis.
El contexto, sin embargo, dice también que no se trata sólo de internas en términos de candidaturas. La cuestión más ilustrativa vuelve a ser la batalla contra la Corte. El Presidente difundió una declaración y utilizó la cadena nacional para apuntarle al tribunal supremo. Agustín Rossi dedicó buena parte de su informe como jefe de Gabinete ante el Senado a castigar a la Justicia en general. El kirchnerismo duro descargó munición gruesa, hasta algún tono amenazante. CFK dijo lo suyo. No resulta un aporte a la estabilidad.