El papa Francisco reveló por primera vez, durante una conversación con jesuitas de Hungría, que el gobierno kirchnerista presionó para que fuera condenado en el marco de causas que investigaban crímenes ocurridos durante la dictadura militar que tuvo lugar entre 1976 y 1982 en Argentina.
Contó que lo supo años después de haber atravesado esa experiencia, cuando ya se había convertido en el líder de la Iglesia católica y los mismos jueces que lo interrogaron lo visitaron en el Vaticano. “Vino uno de los tres y me dijo claramente que habían recibido indicaciones del gobierno para condenarme”, reveló el Papa.
De aquella circunstancia quedaron registros que recobraron actualidad luego de lo expresado por el sumo pontífice en estos días. En efecto, el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, fue interrogado el 8 de noviembre de 2010 durante cuatro horas en el Episcopado de la Capital Federal por los jueces del Tribunal Oral Federal 5 Daniel Obligado, Germán Castelli y Ricardo Farías.
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En un fragmento que sobrevive de aquella declaración, cuyo registro permanece en internet, puede percibirse la tensión que se vivió durante el cuestionario. Allí, el Arzobispo fue consultado de modo imperativo sobre el nivel de conocimiento que tenía sobre el secuestro de los sacerdotes jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics.
“En aquella época, todo sacerdote que trabajaba con los sectores más pobres era blanco de suspicacias”, intenta explicar Bergoglio.
“¿Quiénes decían eso?”, le consulta uno de los jueces.
“Sectores. Entre los mismos ambientes de ideologías diversas, transversales, que no estaban de acuerdo con esa opción”, responde el ex cardenal.
Esta respuesta, sin embargo, no conformó a los encargados de interrogarlo. “Haga un esfuerzo para precisar a algún miembro, es importante para la causa”, le insiste el magistrado.
“Era un cuestionamiento general. En las comunidades hablaban”, repite Bergoglio.
El mismo tenor del interrogatorio se sostuvo a lo largo del acto judicial. En un momento, Bergoglio cuenta que solicitó una audiencia con el entonces jefe de la Marina, el dictador fallecido Emilio Massera. Ese aporte generó, nuevamente, la consulta imperativa por parte de los funcionarios judiciales.
“Que se hayan enterado que estaban secuestrados por parte de la Marina es un dato de enorme importancia, a ver si puede hacer un esfuerzo, señor Bergoglio, es un dato de enorme importancia que está aportando, siempre y cuando podamos conocer alguno de los que se lo señalaron, usted lo creyó verosímil, tanto que se lo repitió a Massera, o sea que era una fuente seria. No sería cualquiera, ¿o sí?”, insistió otro de los magistrados.
El Arzobispo, sin embargo, continuó explicando que se trataba de comentarios generalizados, en un contexto específico de la sociedad argentina que estaba atravesando el desembarco de una dictadura, y que él en ese contexto intentó usar las herramientas que tenía disponible para ayudar a las víctimas de su entorno.
“Me reuní dos veces con el comandante Massera. Me escuchó, dijo que iba a averiguar, que no sabía. Quedó en contestar. Como no contestó, al cabo de un par de meses pedí una segunda entrevista, donde ya era casi seguro que los tenían ellos. Digo casi porque después me lo contaron. La segunda reunión fue muy fea, no llegó a los 10 minutos”, contó en el archivo el sumo pontífice.
El episodio ocurrió cuando los jueces citaron a Bergoglio en calidad de testigo, en el marco de la causa que investigaba crímenes de lesa humanidad cometidos en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) contra los sacerdotes jesuitas. Finalmente, Jalics y Yorio fueron liberados cinco meses después de haber sido torturados.
“Algunos en el gobierno querían cortarme la cabeza, y sacaron a relucir no tanto este asunto de Jálics, sino que pusieron en duda todo mi modo de actuar durante la dictadura. Entonces, me llamaron a juicio”, recordó el Papa, durante el encuentro que tuvo lugar en Hungría el pasado 29 de abril.
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