Como si no le faltaran motivos para pelearse, los dirigentes de la CGT acaban de encontrar otra razón: un proyecto de la cúpula sindical para convertir en un museo al histórico edificio de Azopardo 802 y trasladar a una nueva sede el funcionamiento de sus 36 secretarías y el sector administrativo. La iniciativa tiene fundamentos, pero quedó atrapada en la grieta cegetista: Mario Manrique (SMATA), el secretario Gremial de la central obrera, denunció que “ya arreglaron con Rodríguez Larreta que van a tener otro edificio y nadie dice nada”. “Están entregando la historia de la CGT”, protestó.
El enfrentamiento tiende a crecer porque Manrique amenazó con pedir explicaciones sobre el tema en la próxima reunión del Consejo Directivo cegetista. Su aliado Pablo Moyano (camioneros), con quien está asociado en el kirchnerista Frente Sindical para el Modelo Nacional (Fresimona), también advirtió que quiere hablar sobre otro punto polémico: la reunión secreta de un puñado de dirigentes de la CGT con Horacio Rodríguez Larreta. “Yo no me puedo sentar a hablar de una reforma laboral o de cambios en el modelo sindical con quien fue parte del modelo de Macri”, dijo.
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Manrique, secretario adjunto del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), es el mismo que dijo que había que “prenderles fuego” a los empresarios del Foro Llao Llao y, al igual que sucede con Pablo Moyano, sus rivales gremiales son precisamente quienes manejan la CGT: miembros de “los Gordos”, como Héctor Daer (Sanidad) y Armando Cavalieri (Comercio); del sector “independiente”, Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA) y José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), y el barrionuevista Carlos Acuña (estaciones de servicio).
Desde esa alianza sindical negaron que se piense en vender la histórica sede cegetista: “Es mentira -dijo Gerardo Martínez a Infobae-. El edificio fue declarado Monumento Histórico Nacional en 2007, pero tiene problemas en su estructura. Por ejemplo, tuvimos que reforzar algunas partes de los cimientos que estaban en mal estado porque es una zona cercana al río. Y es muy poco funcional: es habitual que no funcionen los ascensores y no hay suficiente cantidad de oficinas para las 36 secretarías que tiene hoy la CGT. Hay dirigentes que se turnan para usar los lugares de trabajo”.
La idea de la conducción cegetista es restaurar el edificio de manera integral y convertirlo en un museo, con el salón principal, el Felipe Vallese, en el primer piso, que se utilizará para “acontecimientos relevantes del sindicalismo y de la política” e incluso contemplan abrir las puertas al turismo: “Hay mucha gente que viene de distintas partes del mundo y les gustaría conocer un lugar de estas características e incluso se puede proyectar un video con hechos históricos de la Argentina”, reveló el líder de la UOCRA, uno de los promotores de la transformación de la sede de la CGT.
Además, el otro desafío con el que tienen que lidiar las autoridades de la CGT es preservar el patrimonio que se guarda en el edificio. “Bajás al sótano y te juro que te dan ganas de llorar por las cosas que están ahí, casi en ruinas, abandonadas”, confesó el dirigente. Por eso están hablando con el ministro de Cultura, Tristán Bauer, para digitalizar los archivos y los libros “que se van a dañar si no hacemos algo: cada documento, cada puerta y cada salón del edificio forman parte de la historia”.
Convertir el edificio de Azopardo 802 en un museo implicará mudar a los dirigentes y colaboradores que hoy trabajan allí en condiciones precarias por los problemas edilicios y de mantenimiento. Por eso los directivos cegetistas están en plenas conversaciones con el gobierno nacional y el de la ciudad de Buenos Aires para que les ceda en comodato algún edificio en desuso y trasladar allí el funcionamiento de las distintas secretarías de la CGT y las oficinas administrativas y contables.
“Tenemos que tener un ámbito de trabajo apropiado para las necesidades y la importancia que tiene la CGT”, resaltó Martínez, quien adelantó otra iniciativa que evalúa la CGT: “En el área donde está el garage, al lado de la entrada principal del edificio, pensamos instalar un espacio para la formación, la capacitación y la innovación tecnológica, como una suerte de centro educativo, técnico y académico donde van a participar distintas universidades en apoyo a las necesidades que tiene el sindicalismo en los debates y en las negociaciones. Algo parecido tienen en Alemania y en Francia”.
El edificio que se convirtió en un insólito motivo de pelea en el gremialismo peronista tiene una larga historia: como recuerda el sitio Moderna Buenos Aires, lo inauguró Juan Domingo Perón el 18 de octubre de 1950, fue donado por Eva Duarte de Perón a través de su fundación de ayuda social y lleva el sello del arquitecto Jorge Sabaté, responsable también de obras como el anfiteatro del Parque Centenario, el Autódromo porteño, la sede de La Fraternidad y la Ciudad Universitaria de Córdoba, además de haber sido intendente de la ciudad de Buenos Aires entre 1952 y 1954.
La sede de la CGT se metió de lleno en la historia del peronismo, entre otros motivos, porque allí permanecieron los restos de Eva Perón desde el 11 de agosto de 1952 hasta que durante el golpe de Estado de 1955 un grupo comando de la Revolución Libertadora se robó el cadáver embalsamado.
Su célebre salón Felipe Vallese, en el primer piso, tiene 300 butacas y un enorme mural pintado por Miguel Petrone en homenaje a los derechos del trabajador. En el segundo piso funciona el Museo Testimonial de Eva Perón en la misma oficina donde atendía la esposa de Juan Domingo Perón. A partir del regreso de la democracia, la enorme biblioteca ubicada en el tercer piso fue escenario de innumerables reuniones y conferencias de prensa de la CGT liderada por Saúl Ubaldini (quien incluso terminó viviendo durante años en un ambiente que está en la terraza del edificio).
Ahora, el edificio de la CGT se encamina a convertirse en un museo. Sus dirigentes le rinden homenaje a través de una de las tradiciones más afianzadas del sindicalismo argentino: la división interna.
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