Después de sopesar la conveniencia política de mostrarse en La Rioja tras las elecciones del próximo domingo, que se perfilan prometedoras para el oficialismo, Alberto Fernández decidió finalmente viajar a la provincia del Norte Grande para festejar la eventual victoria. El Presidente estará en la capital riojana al día siguiente de los comicios donde el peronismo espera obtener su primer triunfo contra Juntos por el Cambio, en un año complicado para el Gobierno por la crisis económica y social, y tiene planeado reunirse con el gobernador, Ricardo Quintela, que busca la reelección y, según las encuestas, es el virtual ganador.
El Presidente privilegió las tierras de Quintela por sobre las otras dos provincias donde se disputan los votos este domingo: Misiones, bastión del cacique justicialista Oscar Herrera Ahuad, donde compite por la gobernación el ex mandatario local Hugo Passalacqua; y Jujuy, donde gobierna el radical Gerardo Morales, que no puede reelegir, aspira a la presidencia e intentará que lo suceda su ministro de Economía, Carlos Sadir. En ambos casos, las chances del PJ aparecen menos auspiciosas que en La Rioja.
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El viaje al norte se evaluaba desde la semana pasada, admitieron en la Presidencia, pero no se confirmó hasta el jueves, y dos días antes la visita aún se afinan los detalles de la agenda. Había dudas en Gobierno sobre los beneficios y riesgos políticos de viajar en un momento donde los actores del FDT, aunque enfrentados, buscan llegar a cierto tipo de acuerdo para las PASO.
Según se informó, lo más probable es que Alberto Fernández aterrice al mediodía en el aeropuerto local y visite la sede de la gobernación para almorzar con Quintela. El jefe de Estado podría estar, también, en la inauguración de un Centro de Desarrollo Infantil (CDI), una actividad que Katopodis tenía programada desde hace tiempo, a la que el primer mandatario se sumó sobre la hora. Pero más allá de la actividad de gestión, en el Gobierno reconocieron que hay un “motivo político” para viajar.
La del lunes será la primera visita de corte netamente electoral a una provincia de parte del Presidente, que hace dos semanas decidió mantenerse distante de Neuquén y Río Negro durante el primer turno de elecciones generales en el interior, donde el oficialismo tenía poco para festejar.
“El Presidente tiene una excelente relación con Quintela. No es la situación de Río Negro ni de Neuquén, donde gobiernan otros partidos o no había mucha relación”, argumentó un alfil presidencial en referencia, respectivamente, al Movimiento Popular Neuquino (MPN), que terminó derrotado después de 60 años, bajo el mando del gobernador Omar Gutiérrez; y al senador peronista de Juntos Somos Río Negro, Alberto Weretilnek, que ganó por amplio margen pero no está alineado con el gobierno nacional. En cambio, el PJ riojano, excepto algunos vaivenes, fue uno de los pocos que se mantuvieron en sintonía con el gobierno nacional, bajo el mando de Quintela.
Más allá de las relaciones políticas y personales, en la decisión del Presidente de visitar La Rioja influye el hecho de que la victoria del gobernador el PJ aparezca prácticamente asegurada contra el macrista Felipe Álvarez y el candidato que responde a Javier Milei, Martín Menem, que se disputan el segundo puesto.
El Presidente, entre reuniones, fotos y un eventual discurso, tendrá la oportunidad de capitalizar el triunfo al “poner en valor la gestión”, como dijeron en la Nación. Esto a pesar de que el gobernador decidió, como la mayoría de sus pares justicialistas, desdoblar la fecha de los comicios provinciales para evitar que la imagen alicaída de los líderes nacionales complicara sus planes. “Parte del triunfo de Quintela tiene que ver con la obra de la Nación en temas de vivienda, ciencia, tecnología, entre otros. El viaje tiene que ver con poner esto en relevancia”, dijeron en Balcarce 50, el viernes por la tarde, mientras ultimaban los pormenores de la visita con el área de Ceremonial de la Presidencia. De todas formas, no está planeado que mañana, el día de la elección, viaje ninguna figura de peso nacional, ni kirchnerista, ni del sector “moderado”.
Para evitar suspicacias, en Gobierno se encargaron de aclarar que el primer mandatario no programó el viaje por provecho político. “Esto no se trata de sacar ventaja. Alberto ya dijo que no va a ser candidato. Va a sobrevolar las elecciones, se va a poner por encima. Además, La Rioja tiene un significado particular para él, su papá es de allá, hay una relación afectiva”, alegó un funcionario de su confianza.
Quintela, que adquirió relevancia política en la víspera de los comicios, recibió esta semana a dos funcionarios nacionales que, no casualmente, representan a los espacios opuestos en la interna del Gobierno. Primero viajó el ministro del Interior (y presidenciable kirchnerista), Eduardo “Wado” de Pedro. Después estuvo su par de Obra Pública, Katopodis, que durante los dos primeros años de gestión estuvo muy cerca de Alberto Fernández pero cultiva un perfil dialoguista con el resto del frente y tiene aspiraciones de competir en un lugar de peso en la provincia de Buenos Aires.
El gobernador compartió escenario con ambos, aunque por separado, y les profesó su respectivo apoyo, entre alusiones a la necesidad de concordia en el agrietado peronismo. El día de la visita de “Wado”, desde el entorno del ministro camporista se dedicaron a difundir un fragmento del discurso donde el gobernador ponderaba a De Pedro, que se posiciona con creciente intensidad para competir en las PASO. En la Casa Rosada, sin embargo, interpretaron las señales de Quintela, que integra la poderosa liga del Norte Grande, como un llamado a la unidad, sea a través de unas PASO o de un acuerdo previo. “No dijo que apoyaba específicamente a ninguno”, dijeron, disgustado con el recorte, en el Ejecutivo nacional.
Más allá de las divisiones, y mientras se debate la posibilidad de un encuentro entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner para calmar las aguas frente a las Primarias, el oficialismo en sus distintas vertientes se aferrará sin distinciones a la performance de Quintela, que muy probablemente encabece la primera elección exitosa de un año que, sobre todo a nivel nacional, se perfila muy difícil para el oficialismo.
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