La ilusión de Sergio Massa de tener un sindicalismo peronista unificado para darle un respaldo a la gestión económica (y a su candidatura presidencial) se diluyó apenas empezó el acto de la CGT por el Día del Trabajador. Hubo ausencias sugestivas, sobre todo la de Pablo Moyano, uno de sus cotitulares, quien parecía haberse reconciliado con sus pares-rivales cegetistas luego de largos meses de diferencias y rencores. Podría decirse que los gremialistas volvieron a su estado natural: divididos.
Las mismas fisuras se pusieron en evidencia entre los propios asistentes a la cancha de Defensores de Belgrano. Se notó de manera drástica cuando Héctor Daer (Sanidad), cotitular de la CGT y miembro del sector de “los Gordos”, clásico rival del moyanismo, estaba en pleno discurso y fue interrumpido por los militantes del Sindicato de Camioneros al grito de “Somos los soldados de Moyano”. Les contestaron desde la tribuna de la UOCRA y luego se sumaron las columnas de UPCN y de los municipales porteños. La famosa unidad del movimiento obrero quedó sólo para los discursos.
Nada le está resultando fácil a la CGT. Mantiene una significativa pasividad ante una economía al rojo, con alta inflación, paritarias que nunca alcanzan para compensar los salarios y niveles de pobreza que no dan tregua. Su inacción no sólo significa que la dirigencia cegetista estuvo 8 meses sin reunirse. Sobre todo, sin disponer una sola medida o protesta en defensa de los trabajadores. El silencio de la central obrera contrasta con los 13 paros que le hicieron a Raúl Alfonsín, los 8 que sufrió Fernando de la Rúa o los 5 que se hicieron contra Mauricio Macri. Alberto Fernández se encamina a terminar su mandato con un récord histórico: malos resultados económicos sin una sola huelga general.
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“En esta situación social que tenemos, si paramos se cae todo”, se sinceró el secretario adjunto de la CGT, Andrés Rodríguez (UPCN), del sector de los independientes, que junto con “los Gordos” y el barrionuevismo mantienen el control de la central obrera. Su colega Gerardo Martínez (UOCRA), secretario de Relaciones Internacionales, explicó a Infobae que la falta de reacción de la CGT obedece a “un proceso virtuoso evolutivo” en el que, luego de muchos años en que “había mucha ansiedad, mucha bronca y mucha emoción”, sus dirigentes fueron “aprendiendo” y hoy existe un sindicalismo que tiene una responsabilidad social-política”, con “actitud de cuidar los valores republicanos”.
La mayoría del sindicalismo está en “modo electoral”, recalculando su estrategia a partir del desencanto hacia Alberto Fernández, al que apostaron de manera decidida, y de su adhesión al proyecto presidencial de Massa como alguien que les da una esperanza de amortiguar una paliza electoral y, además, garantiza la preservación de sus intereses (el famoso modelo sindical argentino).
La CGT, conducida por una alianza de dirigentes que conforman el establishment sindical, resucitó para darle sustento social a la postulación de Massa. Por eso el documento difundido en el acto de Defensores de Belgrano, así como en el discurso de Daer, estuvo presente el fuerte apoyo a la renegociación del acuerdo con el FMI, una de las claves de la gestión del ministro de Economía para llegar sin sobresaltos a las elecciones, y ningún matiz de crítica contra el Gobierno.
De la misma forma, la conducción cegetista se apresta a reunirse, seguramente la semana que viene, con los empresarios del G6 (UIA, Camarco, CAC, Adeba, Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio) y con la Asociación Empresaria Argentina (AEA), que integran los dueños de las compañías más grandes de Argentina, en una iniciativa que los sindicalistas buscan que tenga el auspicio de la Iglesia: brindar un mensaje del sector de la producción y del trabajo en favor de la estabilidad económica.
Los mazazos que dio la inflación en febrero y en marzo, lejos de los números en baja que preveía el Gobierno, sepultaron la visita de Massa a la CGT, ideada como una forma de darle al ministro la bendición sindical a sus planes presidenciales. La reciente estampida del dólar complicó la presencia del funcionario en el acto de Defensores de Belgrano, al que había sido invitado especialmente. Por eso el viaje a Brasil con el Presidente se convirtió en una excusa perfecta para evitarse posibles reacciones adversas en una platea que, más allá de la disciplina gremial, está floja de bolsillo.
Es cierto que cuando la CGT volvió la vida hace dos semanas, con una reunión de su Consejo Directivo presidido por su triunvirato de conducción a pleno (Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano), pareció tratar de compensar tanta ausencia con un primer documento en el que, tibiamente, se rozaba al Gobierno por la crisis: “Los índices de inflación y pobreza deben encabezar las prioridades para la adopción de medidas y acciones urgentes” y “ya no hay más margen de deterioro económico sin riesgo de descomposición social” fueron dos de los conceptos que graficaron un endurecimiento.
Pero en ese texto se enfocaba la responsabilidad en toda la dirigencia política, tanto la oficialista como la opositora, en la situación socioeconómica y se le exigía “un gran consenso político, económico y social”. Ahora, en el nuevo documento, esa mirada sesgada se acentúa porque no hay crítica alguna a un gobierno que asumió a fines de 2019 y sí, en cambio, existen mensajes para el próximo presidente, como cuando no hablan de admitir el debate de una reforma laboral, sino sólo la discusión de “un esquema de relaciones laborales con la reducción de la jornada laboral como un instrumento que estimule el empleo y distribuya mejor el beneficio extraordinario del capital”.
La advertencia de la CGT a un eventual gobierno de Juntos por el Cambio, en cambio, fue explicitada en el acto por Daer, el orador central y el defensor perfecto del Gobierno: habló de “un país empobrecido”, en referencia al que dejó el gobierno de Mauricio Macri, al que lo afectó la pandemia, la guerra en Ucrania y la sequía, y sólo habló del alza del costo de vida cuando mencionó que “estamos conviviendo con un proceso de inflación producto de la macroeconomía, pero también producto de los vivos que se aprovechan, remarcan y no permiten la recuperación del salario”.
Por el contrario, se mostró implacable contra la dirigencia opositora. “Basta a los irresponsables que hablan de dinamitar todo o que hay que dinamitar un poco”, dijo en alusión Javier Milei y a Mauricio Macri, e incluso reforzó el ataque al líder libertario al rechazar de plan su plan de dolarización.
Daer y Carlos Acuña (estaciones de servicio), el otro cotitular de la CGT que habló en el acto, coincidieron en proponer el debate sobre la reducción de la jornada laboral, que se perfila como una forma de mostrarse dispuestos a discutir cambios en la legislación del trabajo, pero con una agenda propia. Lo extraño es que esa misma propuesta fue el eje de proyectos de ley presentados durante la pandemia por diputados de extracción sindical como Sergio Palazzo (bancarios) y Hugo Yasky (CTA kirchnerista) y rechazados por esta misma central obrera que hoy promueve esa iniciativa.
El mensaje contra Juntos por el Cambio quedó más al desnudo cuando Acuña, sin nombrarlo, fustigó a Horacio Rodríguez Larreta, quien por la mañana había propuesto avanzar hacia una reforma laboral. “Para terminar la industria del juicio está la Justicia”, dijo en una réplica directa a un planteo que hizo el jefe de Gobierno y afirmó: “No permitiremos que atropellen los derechos del trabajo”.
Otra contradicción: muchos de los dirigentes que hoy amenazan al eventual gobierno de JxC son los mismos que mantienen encuentros reservados con Rodríguez Larreta o Patricia Bullrich para reacomodarse ante un eventual cambio en la Casa Rosada. Y en esas charlas ninguno se muestra intransigente, como admitió Gerardo Martínez a Infobae: “Lo que dicen en el debate público (los candidatos presidenciales de la oposición) no es lo que después expresan en las conversaciones privadas. Nosotros hablamos con todos y se muestran mucho más flexibles, más sensatos”.
En ese escenario en el que la CGT rodea a Massa y, por las dudas, habla con Juntos por el Cambio, la rebeldía de Pablo Moyano es un dato inquietante para la tregua sindical que necesita el ministro de Economía para avanzar hacia su candidatura presidencial. También es una mala noticia para su padre: Hugo Moyano confirmó que no puede contener a su hijo mayor, aunque ratificó su alianza con el sector cegetista mayoritario al concurrir al acto, en el que estuvo otra parte de su familia, como sus hijos Facundo (Peajes) y Jérónimo (Camioneros), además de varios de sus aliados en el gremialismo.
Pablo Moyano eligió una vez más quedarse lejos de la CGT y asociado con dirigentes como Mario Manrique (SMATA), quien dijo que a los empresarios del Foro Llao Llao “hay que prenderlos fuego”, o enrolados en el kirchnerismo militante como Omar Plaini (canillitas) o Abel Furlán (UOM). ¿Significará que se alejarán del proyecto de Massa y que sólo harán lo que les diga Cristina Kirchner? ¿Pero la Vicepresidenta no apoya al ministro de Economía? Las dudas también complican no sólo a la CGT.
Fotos de Franco Fafasuli
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