El 7,7% de inflación de marzo sacudió a todo el peronismo. Fue una noticia inesperada que sembró pesimismo sobre el rumbo de la gestión y la proyección electoral del espacio político. Después se sumó la corrida cambiaria del inicio de la semana que pasó y la suba del dólar blue que tocó su máximo histórico de 497 pesos. Datos difíciles de digerir en las entrañas oficialistas.
Ese pico de la divisa paralela tensionó el mercado financiero y la relación entre la Casa Rosada y el ministerio de Economía, que no pasa por su mejor momento pese a las desmentidas oficiales. Gran parte del poder del Gobierno hoy está concentrado en las decisiones de Sergio Massa y en el manual sobre cómo gestionar la economía que Cristina Kirchner expuso en la clase magistral que brindó en el Teatro Argentino de La Plata.
En el oficialismo asumen, con cierta resignación, que es probable que el índice de inflación del mes que viene no esté debajo del último registrado. Algunos temen que llegue a las dos cifras. Es decir, que toque el 10 por ciento. En la dirigencia política del peronismo existen dos sensaciones bien marcadas. Hay un gran pesimismo que está atado al presente económico, pero la seguridad de que Massa es la única, y última, carta que se puede jugar.
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No hay margen para no respaldar y sostener al ministro de Economía, que está al mando de un proceso extremadamente complejo donde todos los días debe luchar contra la falta de dólares, la caída de las reservas y el aumento de la inflación. El camino que hay que transitar hacia las elecciones es cada vez más espinoso, porque hay absoluta claridad de que la economía tendrá un fuerte impacto en el voto de la gente. Por eso reina el pesimismo.
“La gente está enojada, defraudada y complicada económicamente”, reflexionó un importante senador nacional del interior, que está de campaña en su provincia y todos los días se topa con el fastidio de las personas a las que les toca la puerta. “El desdoblamiento de las elecciones provinciales tiene que ver con evitar que influya ese enojo”, se sinceró.
La gran mayoría de los gobernadores peronistas decidieron adelantar las elecciones y encerrarse en sus provincias para evitar que el clima nacional condice los comicios locales. Son conscientes de la difícil situación económica que hay, sobre todo, en la clase media. El sector asalariado es el que no forma parte de los programas del Estado y está sufriendo cada vez más la pérdida del poder adquisitivo. Y es también un sector clave en el desarrollo de las elecciones.
“Seguimos enfrascados en lo mismo. Estamos esperando que hable Cristina como se esperaba que hable Perón desde Puerta de Hierro”, dijo, con ironía y en la previa del acto del jueves, otro legislador del peronismo del interior que ya hace tiempo muestra señales de agotamiento con la centralidad plena del kirchnerismo y la épica repetida sobre la figura de la Vicepresidenta.
En su presentación, Cristina Kirchner decidió plantear una estrategia política en vivo y en directo. Pidió que el oficialismo cierre filas detrás de un proyecto común y subió al ring al líder libertario Javier Milei. Lo eligió como adversario político, así como en otro momento el contrincante apuntado fue Mauricio Macri. CFK expuso un largo argumento sobre el impacto negativo que podría tener la dolarización de la economía, medida que impulsa el candidato liberal.
“Esos mamarrachos que andan diciendo que la casta tiene miedo. ¿De qué? Si nunca te pasó nada, hermano, si nunca te pasó nada, ¿Qué me venís a joder con que te tenemos miedo? ¿De dónde? Caraduras, caraduras. Es increíble”, gritó la Vicepresidenta. Fue una señal consistente de contra quién hay que librar la principal batalla dialéctica en el proceso electoral.
Darle centralidad a Milei implica, en lo que parece ser la estrategia K, quitarle posibles votantes a Juntos por el Cambio. Polarizar la elección pero, en esta oportunidad, con el líder liberal. Una jugada riesgosa que ya les salió mal en el 2015 cuando decidieron que Mauricio Macri sea el candidato a enfrentar.
En el peronismo sobrevuela la idea de que para tener posibilidades de ser competitivos en un eventual balotaje, el rival a enfrentar debe ser Milei. De esa forma, según entienden, serviría colocar al libertario en el extremo de la derecha y compararlo con una caída al abismo. Es él o un camino más racional, aunque no haya sido buena la última gestión. Algunos dirigentes advierten que podría ser un argumento válido y que se sostenga en el tiempo. Especulaciones en el medio de la incertidumbre.
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Por eso no resultó tan extraño que Cristina Kirchner le dedicara tanto tiempo de su discurso a contraponer las ideas del economista libertario y advertir que la situación económica y social del país puede terminar peor de lo que está. Similar al colapso que se desató durante la crisis del 2001. Milei aparece ahora como la encarnación de todos los males que podrían sucederse en el caso de llegar a la Casa Rosada.
Desde noviembre del año pasado el libertario no ha parado de subir en las encuestas y se ha posicionado como una opción competitiva para la elección general. Lentamente está dejando atrás el virtual tercer puesto donde nació y va generando la idea de que se puede meter en el balotaje para enfrentar a una de las dos coaliciones más grandes que tiene el país.
La ecuación que hacen en algunos sectores del peronismo es que el enojo de la gente por la perdida de su poder adquisitivo es canalizado en la figura de Milei y que si la situación no mejora en el corto plazo, el líder libertario tendrá margen para crecer y pelear el primer puesto en la elección general. El economista dejó de ser un precandidato marginal para convertirse en la principal preocupación del Frente de Todos y Juntos por el Cambio.
“La situación es muy difícil. Pero es prematuro, en una elección con tanto nivel de incertidumbre, advertir que es lo que puede ocurrir”, sostuvo un importante dirigente social que suele tener una mirada crítica sobre la gestión del Gobierno, pero que está lejos de darlo por muerto en la antesala de las elecciones.
En el peronismo se ilusionan con alguna mejora en los índices de inflación para el momento de los comicios. Llegar menos agobiados y apesadumbrados por el aumento de precios, factor clave en el humor social y, en consecuencia, en la decisión de una parte importante del electorado.
En paralelo el problema que existe es que faltan menos de dos meses para que se cierren las listas y no hay candidatos definidos, más allá de Daniel Scioli y Juan Grabois, los únicos que mantienen firme su vocación de competir. Ninguno de los dos es un candidato de consenso, pero ambos están plantados para competir en unas PASO.
En el kirchnerismo siguen apostando sus fichas a Sergio Massa, mucho más después de las señales que dio la Vicepresidenta en La Plata. Creen que es el único que puede ser competitivo hasta la batalla final en el balotaje.
“Yo ya lo di todo”, dijo CFK en el Teatro Argentino y bajó la espuma del operativo clamor que el kirchnerismo viene fomentando con fuerza semana a semana. La mayoría de los dirigentes que estuvieron presentes se fueron del auditorio con la idea de que cumplirá con su palabra y no será candidata a nada. En las próximas horas el mundo K empezará a recalcular y definir cómo se sigue de ahora en adelante.
En el Frente de Todos se necesitan definiciones y certezas. Todo lo que no hay en el menú que tienen sobre la mesa.
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