La suba del dólar blue, que llegó a $465 pero cerró a $462, volvió a generar preocupación en el gobierno nacional. Durante la tarde de ayer, el titular del Banco Central, Miguel Pesce, estuvo reunido durante dos horas con el presidente Alberto Fernández. Fuentes oficiales confirmaron que hablaron sobre el fuerte aumento de la divisa paralela, pero evitaron dar detalles sobre posibles medidas que podrían ver las luz en el corto plazo.
“¿La suba del dólar? Hay que preguntar enfrente”, indicó a Infobae un importante funcionario del círculo presidencial. Enfrente a la Casa Rosada está el ministerio de Economía, que conduce Sergio Massa. En Balcarce 50 creen que las explicaciones de la tensión cambiaria las tiene que dar el ministro. En tanto, respaldaron la gestión de Pesce y negaron cualquier posibilidad de una salida.
Es una señal extraña en un momento donde el clima de la gestión está enrarecido, pese a la foto que Fernández y Massa protagonizaron la semana pasada en la Quinta de Olivos, y que buscó ser un gesto de sintonía fina frente a los rumores de salida del ministro, uno de los causantes de la escalada del dólar paralelo un puñado de días atrás.
El titular del BCRA, de mala relación con Massa, es uno de los pocos funcionarios albertistas que se mantiene en su cargo original, después de todos los períodos de crisis que ha pasado el Gobierno a lo largo de tres años de gestión. Parece ser un intocable para el jefe de Estado, que lo sostuvo en su cargo en momentos donde mantenía importantes diferencias con la política económica del ex ministro Martín Guzmán.
En un momento complicado de la gestión económica ninguno de los principales integrantes del Gobierno se refirió a la escalada del dólar blue, que tiene importancia, entre cosas, porque muchos precios terminan ajustándose en base a ese precio de la divisa, lo que genera un impacto directo en el índice de inflación.
Ayer Alberto Fernández brindó una larga entrevista en la radio pero no se refirió al dólar. Tampoco lo hizo Cristina Kirchner a través de sus redes sociales, el medio por el que elige comunicarse; ni Sergio Massa, que encabezó un acto donde presentó un plan de obras de Edesur. Allí hizo una alusión al momento de incertidumbre que hay en el mercado cambiario: “En las batallas difíciles es cuando uno más muestra la templanza”.
Este lunes la Vicepresidenta lanzó la convocatoria para el acto que se realizará el jueves en el Teatro Argentino de La Plata bajo el título: “La Argentina circular. El FMI y su histórica receta de inflación y recesión”. Anticipó que dará una conferencia donde las críticas al organismo internacional serán el eje de su exposición. Una vez más.
Es otra situación extraña pero que ya ha ocurrido en el Gobierno. El kirchnerismo - está vez con la líder del espacio a la cabeza -cuestiona con dureza al FMI, mientras el ministro de Economía trata de negociar un desembolso anticipado de fondos para oxigenar la gestión frente a la falta de divisas. Un hecho similar ocurrió cuando Massa negoció la modificación de las metas de reservas y La Cámpora sacó un duro comunicado cuestionando ese acuerdo. Zancadillas bajo el mismo techo.
Diferencias que no se resuelven
En paralelo a la compleja situación económica y la falta de un discurso unificado de los distintos sectores del Frente de Todos frente a la crisis, la Casa Rosada y el kirchnerismo están trabados en la discusión sobre cómo debe ser la estrategia para afrontar las elecciones.
A dos meses de que se cierren las listas de candidatos, la única certeza que existe es que Alberto Fernández no buscará la reelección. No se sabe qué pasará con Cristina Kirchner -existe expectativa de que haya algunas señal el jueves en La Plata- ni si Sergio Massa terminará siendo el candidato de la unidad. Más allá de lo que hagan los nombres propios, no existe un ordenamiento sobre las reglas del juego internas. El desorden genera incertidumbre y multiplica las especulaciones.
En Balcarce 50 creen que debe haber una mesa de negociación que se conforme cuanto antes y que incluya a todos los sectores. “Debería ser antes del Congreso del PJ”, sostuvo un influyente funcionario nacional que sigue de cerca las pocas negociaciones que están activas. El cónclave peronista será el 16 de mayo en el Microestadio de Ferro. Faltan tres semanas. Las indefiniciones son tantas que el tiempo no sobra.
En la Casa Rosada entienden que hay tres puntos que se deben acordar y que son determinantes para seguir adelante con la estrategia. El primero es acordar, en el caso de que haya PASO, cómo se van a distribuir los legisladores. En el albertismo consideran que se debería utilizar el sistema D’Hondt y negociar un porcentaje de piso que deba sacar la lista para ingresar a la general.
De acuerdo al porcentaje que saque cada lista, se van intercalando los legisladores en una lista única que queda armada para la elección general. En el kirchnerismo no están de acuerdo con esa postura. Quieren que cada sector arme su lista y que la que gane siga a la general de la misma forma en la que fue conformada para las PASO. En ese caso, si el kirchnerismo gana, el albertismo quedaría afuera de cualquier lugar en las listas.
En el mundo K entienden que la mayoría de los sectores estarían representados en su lista porque sería en base a una sociedad con el Frente Renovador y los intendentes del conurbano. Representantes de todos los sectores en la misma propuesta. Sin embargo, desde el espacio que conduce Sergio Massa apuestan a llevar listas y candidatos propios, situación que se resolverá el 5 de mayo en el congreso partidario de esa fuerza.
Otro de los puntos importantes es arreglar cómo se va a actuar en los distritos donde haya unidad. El ejemplo más trascedente es el de la provincia de Buenos Aires. Si Axel Kicillof es candidato a gobernador, su candidatura irá enganchada de todos los candidatos a presidente o de uno solo. En ese caso, descontando que iría por la línea del kirchnerismo, el albertismo debería tener su propio candidato a gobernador bonaerense. Lo que se plantea es un acuerdo sobre el “formato de Y”.
En un tercer orden aparece la necesidad de generar un “código de convivencia” o “reglas de juego” aplicadas al desarrollo de una campaña en donde haya más de un candidato del oficialismo. ¿Qué significa? Bajar el nivel de confrontación que hubo durante el último año, evitar caer en las chicanas y pase de facturas, y acordar un debate interno donde haya un predominio de los argumentos y se eviten los golpes bajos. Jugar todos para el mismo equipo.
El Frente de Todos necesita avanzar en acuerdos claros y sólidos para tener una estrategia electoral en el corto plazo. El Congreso del PJ puede ser un punto de inflexión, pero cuando llegue ese momento faltarán nada más que cinco semanas para el cierre de listas. El reloj está avanzando rápido y por eso la dirigencia de base exige definiciones rápidas. Los desacuerdos siguen existiendo pese al corrimiento de Alberto Fernández del escenario electoral. Lograr un punto de unidad es una tarea realmente compleja.
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