En la historia argentina, seis presidentes tuvieron la posibilidad de ser reelectos. Tres lo lograron: Juan Domingo Perón, Carlos Menen y Cristina Kirchner. De los otros tres, uno lo intentó -Mauricio Macri, que perdió- y dos desistieron de hacerlo: Néstor Kirchner y Alberto Fernández.
Luego de años de inestabilidad institucional, en el que el país se debatió y se desangró en la búsqueda de una salida institucional, en 1853 se sancionó la Constitución Nacional, un viejo anhelo que habían soñado los hombres de la Primera Junta en 1810.
En su artículo 77, capítulo primero de la sección segunda correspondiente al Poder Ejecutivo, establece que “el presidente y vicepresidente duran en sus empleos el término de seis años; y no pueden ser reelegidos sino con intervalo de un período”.
Cuando se sancionó la Constitución, Buenos Aires la desconoció y el país se partió en dos. Por un lado quedó la Confederación Argentina con Justo José de Urquiza al frente, con la flamante Carta Magna, mientras que los porteños se separaron, renuentes a renunciar a los ingresos de la aduana y al reparto proporcional de la renta, entre los principales motivos. Buenos Aires dictó su propia constitución y continuó controlando la aduana.
Urquiza fue presidente entre 1854 y 1860. Lo sucedió Santiago Derqui. Cuando en los campos de Pavón el 17 de septiembre de 1861 resultó vencedor el ejército porteño el presidente renunció y el país se unificó.
La Constitución entonces tuvo su primera reforma en 1860 que supuso la incorporación de Buenos Aires. Fue en esta reforma -cuyos detalles exceden el motivo de esta nota- que se estableció que “República Argentina” fuese el nombre del país.
Los presidentes siguientes, de acuerdo a la Constitución, tuvieron vedada la reelección inmediata y debían dejar pasar un período. Así se sucedieron las presidencias de Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880). Luego vino Julio A. Roca (1880-1886) y su concuñado Miguel Juárez Celman (1886-1890). Cuando éste renunció por los sucesos desencadenados en la Revolución del Parque en julio de 1890 y la crisis económica, terminó el mandato su vicepresidente Carlos Pellegrini.
Luego vino Luis Sáenz Peña (1892-1895), completado el mandato su vice José Evaristo Uriburu cuando el primer mandatario renunció jaqueado por la revolución radical de 1893 y por un congreso decididamente opositor.
Volvió Roca en 1898 hasta 1904, lo siguió Manuel Quintana (1904-1906), quien fue el primer presidente argentino en morir en el ejercicio de su cargo. Completó el período José Figueroa Alcorta.
Lo siguió Roque Sáenz Peña -durante su mandato se votaría la ley del voto secreto, universal y obligatorio- y cuando falleció completó su compañero Victorino de la Plaza.
En las primeras elecciones presidenciales con la ley Sáenz Peña, resultó electo Hipólito Yrigoyen, quien gobernó entre 1916 y 1922. Lo sucedió otro radical Marcelo T. de Alvear y en 1928 le entregó la banda presidencial al anciano líder, quien sería desalojado del gobierno por el primer golpe militar desde que se había puesto en vigencia la ley Sáenz Peña.
Luego del gobierno de facto del general José Félix Uriburu; en 1932 dio elecciones, en los que triunfó otro militar Agustín P. Justo, que llegó a la Casa Rosada gracias a la abstención radical -cuando la fórmula presidencial Alvear-Güemes fue vetada- y por el fraude electoral, que se mantendría hasta el golpe del 4 de junio de 1943.
Luego de Justo, lo sucedió Roberto M. Ortiz (1938-1942) quien por enfermedad -una diabetes galopante lo dejó prácticamente ciego- debió delegar el gobierno en Ramón Castillo, quien en 1943 fue derrocado.
Volvería a celebrarse elecciones el 24 de febrero de 1946, donde resultó ganador Juan Domingo Perón.
La Constitución, a la que se le habían agregado reformas en 1866 y 1898, tuvo un gran cambio en 1949 cuando se le agregaron diversos nuevos artículos. Nuevamente, en la sección segunda referido al Poder Ejecutivo, su artículo 78 especificaba que “el presidente y el vicepresidente duran en sus cargos seis años; y pueden ser reelegidos”; la reelección podía ser indefinida y el período presidencial se mantenía en seis años.
De esta forma Perón -que esperó lo máximo que pudo para anunciar su reelección- fue ungido nuevamente en 1952.
Cuando la autodenominada Revolución Libertadora lo derrocó, en abril de 1956 dejó sin efecto la Constitución de 1949 llamó a elecciones para convocar a una asamblea constituyente a fin de reformar la Constitución y quitarle la pátina peronista que tenía. Así se hizo en 1957 donde se volvió al texto de 1853.
Las elecciones a constituyentes -donde el voto en blanco fue el ganador- le abrieron los ojos a Arturo Frondizi. Comprendió que esos votos eran peronistas y así pactó con el líder exiliado, quien ordenó votar por él en las presidenciales. Frondizi asumió en 1958, pero un golpe militar lo desalojó del poder en 1962, luego de una lista interminable de planteos militares. Hubo una suerte de interinato de José María Guido hasta el año siguiente cuando el radical Arturo H. Illia asumió la primera magistratura.
Luego vino el golpe del general Juan Carlos Onganía en 1966 y su idea de que la revolución argentina tenía objetivos y no plazos, soñando con perpetuarse en el poder. Sin embargo, una mala gestión lo devolvió a la realidad.
Lo reemplazó el general Roberto Levingston, quien fue desplazado por el general Agustín Lanusse, con fuertes ambiciones políticas. Nombró como ministro del Interior a Arturo Mor Roig, un radical balbinista cuya colaboración le costó, primero la enemistad con su partido y luego la vida, cuando fue asesinado por un comando montonero cuando ya estaba alejado de la política.
Mor Roig tenía una obsesión, la de derrotar electoralmente al peronismo. Con ese espíritu ideó una reforma que se plasmó en 1972.
Esa reforma dispuso un mandato presidencial de cuatro años con la posibilidad de una reelección. Se debía dejar pasar un período para volverse a presentar.
Inhabilitado Perón para ser candidato, en las elecciones de marzo de 1973 fue elegido Héctor J. Cámpora. En su corto gobierno de 49 días, dio nuevamente elecciones y triunfó Perón, luego de un interinato de Raúl Lastiri.
Anciano y seriamente enfermo, falleció en julio de 1974 y asumió su esposa María Estela Martínez, quien fue derrocada por el golpe del 24 de marzo de 1976. El gobierno militar dejó sin efecto la Constitución.
Recién volverían a celebrarse elecciones en 1983. Raúl Alfonsín gobernó hasta 1989, debiendo entregar anticipadamente el poder por la grave crisis económica. Lo sucedió Carlos Menem.
En 1994 volvió a reformarse la Constitución, donde volvió el período de cuatro años con una reelección. Menem logró ser reelecto y en 1999 lo sucedió Fernando de la Rúa. Luego de dos años, el radical renunció y asumió Adolfo Rodríguez Saa, quien duró una semana.
Se hizo cargo del gobierno Eduardo Duhalde, quien estuvo en la Rosada un año y cuatro meses. En diciembre de 2003 asumió Néstor Kirchner. Pudiendo ser reelecto en 2007, le dejó la posta a su esposa Cristina Fernández, quizá con la idea de una alternancia en el poder y volver en 2011. Pero la muerte lo sorprendió en octubre del 2010.
Cristina Fernández fue reelecta en 2011 y en 2015 fue sucedida por Mauricio Macri, quien se presentó a la reelección y fue derrotado por Alberto Fernández.
Junto con Néstor Kirchner, Fernández es otro de los presidentes que, pudiendo presentarse nuevamente, prefirieron no hacerlo. Cara y ceca de los entresijos del poder.
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