Las versiones que circularon hoy sobre la posibilidad de que Antonio Aracre se hiciera cargo del Ministerio de Economía, y respecto de un supuesto desdoblamiento cambiario en medio de la crisis, fueron las gotas que rebalsaron el vaso en la relación entre Alberto Fernández y su jefe de Asesores, el ex CEO de Syngenta que había asumido en el verano entre polémicas y fue eyectado de su cargo esta tarde, tan sólo dos meses y medio después.
La incomodidad con el empresario agropecuario se arrastraba en el círculo íntimo del Presidente desde antes de que asumiera. El contenido incendiario de algunas de sus declaraciones públicas previas a tomar el mando de la Jefatura de Asesores formalmente, sobre temas vinculados a la gestión económica, y sus conversaciones off the record con periodistas con adelantos de supuestas políticas generaron ruido en los pasillos de la Casa Rosada desde el primer día.
En Gobierno aseguraron que sus intervenciones, en público como en privado, provocaban confusión sobre el rumbo económico y, además, empeoraban la -ya- tensa relación con el ministro de Economía, Sergio Massa, que le terminó de hacer la cruz definitivamente hace un mes. “Hablaba por nosotros sin información, con opiniones infundadas, que no estaban en línea con lo que estábamos planeando ni diagramando”, dijo un funcionario cercano al primer mandatario para resumir la desvinculación de la administración pública.
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El último conflicto de palacio que tuvo como protagonista a Aracre ocurrió en marzo, cuando el círculo de Massa lo responsabilizó, por lo bajo pero de manera directa, por la circulación de rumores sobre medidas que -dijeron- no estaban en estudio. En ese momento, en Hacienda cuestionaron a los “los machitos del off” que salían a adelantar políticas de gobierno justo en la previa de una serie de anuncios contra la inflación.
Hoy en las filas del ex intendente de Tigre festejaron con un sabor amargo la salida de Aracre. La atribuyeron a una operación de los propios alfiles de Alberto Fernández para eyectarlo definitivamente de su cargo, pero lamentaron el daño que esa misma intervención generó. “Se fue, ¿pero a qué costo? ¿A cuánto quedó el dólar hoy? No midieron”, se lamentó un funcionario después de la corrida de la jornada. Los rumores sobre la salida de Massa impactaron en el mercado y el dólar libre marcó otro récord al tocar los 421 pesos.
Durante los 80 días que duró en su oficina en el salón Azul del primer piso de la Casa Rosada, Aracre tuvo varios roces con la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, que venía advirtiéndole, sin éxito, que evitara los contactos con la prensa sin previa autorización. Y las acciones del empresario irritaban a otros laderos de Alberto Fernández. Sobre todo en Economía dejaban traslucir hace semanas su disgusto con el asesor, que además de hablar de políticas públicas con periodistas, le organizaba reuniones al Presidente con empresarios de distintos rubros, principalmente del sector agropecuario y tecnológico, sin previo consenso con la cartera.
En las filas de intelectuales, académicos y progresistas del albertismo que ocupan segundas líneas de la jerarquía gubernamental también sintieron escozor con la llegada de Aracre. Cuando empezaron los rumores sobre su desembarco en Balcarce 50, a fines de 2022, varios funcionarios comentaron su desaprobación, especialmente por el origen de Aracre al frente de una multinacional vinculada a la comercialización de agroquímicos. El perfil del empresario no cuadraba con las banderas de defensa del medio ambiente de los grupos progresistas que apoyaron al Presidente desde 2019. De hecho, en la semana de su incorporación al Gobierno hubo una manifestación frente a la Casa Rosada de grupos políticos verdes, que hizo avergonzar a varios dirigentes puertas adentro.
Quienes hablaron con él durante su breve paso por la gestión pública revelaron que Aracre quería incorporar una dinámica más organizada de encuentros políticos, especialmente con representantes de compañías -el Presidente lo había llamado a sus filas con ese fin-, pero también transversales en el propio Gobierno. Pero sus iniciativas a menudo eran cuestionadas, o directamente frenadas, por los alfiles de Alberto Fernández que se mostraban fastidiosos con sugerencias que venían a perturbar la mecánica establecida, que responde al estilo más descontracturado del jefe de Estado.
Su bautismo de fuego fue en enero, cuando se mostró a favor de una reforma laboral que contemplara flexibilizaciones en los contratos, y se ganó una fuertísima reacción del secretario general de Camioneros, Pablo Moyano. “Chanta, gorila”, le espetó el sindicalista, que directamente le pidió al jefe de Estado que lo echara. En ese momento, en la Casa Rosada no salieron a defender al ex CEO, pero lo excusaron. Venía a ocupar el lugar que había dejado Julián Leunda en medio del escándalo de Lago Escondido, y acababa de renunciar el titular de Argentina Futura, Alejandro Grimson: necesitaban dejar los conflictos internos atrás. Hoy terminaron coincidiendo con la advertencia de Moyano.
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