Hace 20 días, Mauricio Macri se puso un escalón por encima de toda la dirigencia con su gesto de haber renunciado a cualquier candidatura. Esta semana, sin embargo, pareció haber descendido en picada libre al infierno de las pasiones políticas: el anuncio electoral de Horacio Rodríguez Larreta lo mostró más enojado que nunca y metido de nuevo en el barro del que parecía haber salido.
Quizá no lo sacó de eje sólo la confirmación de que los porteños votarán con el sistema de elección concurrente que no le da ventajas excluyentes a Jorge Macri, su primo, en la competencia por la Jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Quienes lo conocen aseguran que nunca pensó que su liderazgo podría haber sido puesto en discusión, y menos cuando pasaba por su mejor momento político desde que perdió las elecciones en 2019, con más protagonismo y la sensación de que su gobierno y su pensamiento fueron reivindicados por la gente ante la debacle del Frente de Todos.
Desde el lunes pasado, cuando Rodríguez Larreta hizo el anuncio que conmocionó al PRO, la furia de Macri fue gradualmente en ascenso: pasó de tuitear en contra de la decisión del jefe de Gobierno (”la mayoría del PRO está en desacuerdo”, dijo con mucha seguridad) a maltratar a los dos larretistas (Diego Santilli y Eduardo Macchiavelli) que el martes por la mañana participaron de un Zoom convocado a último momento por Patricia Bullrich, con quejas contra algunos dirigentes que lo habían querido “jubilar” y críticas a decisiones electorales “equivocadas” como los candidatos que cambiaron de distrito en 2021 (aludía a Santilli y María Eugenia Vidal, que, paradójicamente, ganaron en los comicios porteños y bonaerenses y también estaban participando de la reunión virtual).
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Su última manifestación de enojo, con mayor disimulo, se dio durante su participación como orador en el almuerzo del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), en La Rural, donde se mostró distendido, aunque con algunos actos de “sincericidio” que revelaron su estado de ánimo. Por ejemplo, cuando elevó las acciones de Javier Milei al pronosticar que Juntos por el Cambio iba a estar en la segunda vuelta electoral con el líder libertario. Cualquier consultor político lo habría reprendido: “Le levantó el precio de manera muy peligrosa. ¿Y si Milei sigue creciendo y al final gana el ballotage?”, fue uno de los comentarios que se deslizaron cuando finalizó el encuentro empresarial.
Incluso Francisco “Pancho” Cabrera, ex ministro del gobierno de Cambiemos, le advirtió a Macri que le parecía un error su comentario sobre Milei. Al ex presidente no le gustó nada la observación.
También fue muy polémico cuando Macri, al referirse a “una segunda vuelta complicada”, habló de que cada día “hay más gente que se enoja y cree que hay que romper todo”. Y agregó una frase (literalmente) explosiva: “Yo creo que hay que dinamitar, bueno, semi-dinamitar todo, no absolutamente todo”. Esa mención permitió que el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, vaticinara que si gana la oposición “las calles van a estar regadas de sangre y de muertos”.
De paso, para colmo, Rodríguez Larreta también aprovechó para diferenciarse del polémico plan de Macri: “No creo en eso (por la idea de “semi-dinamitar todo”). Primero, creo que ya hay cosas que están dinamitadas. Cuando ya tenemos ciento y algo de inflación anual, 40% de pobreza, cero reservas en el Banco Central y una inseguridad galopante, ya hoy la situación está dinamitada”.
Es demasiado evidente que el vínculo personal entre Macri y Larreta estaba dañado desde hace tiempo y que ese componente terminó hiriendo también la relación política. ¿Cómo pudieron verse este año dos veces a solas en Cumelén y otra más en el Tenis Club Argentino de Palermo sin poder evitar un choque que estaba anunciado? Quizá hace bastante que se habían convertido en enemigos íntimos y jugaban a no reconocerlo. La pelea porteña ayudó a que se descorriera el velo y ya no hay retorno. Ambos están obligados a no retroceder. Sólo las elecciones darán el veredicto final de la disputa.
En este conflicto entre Macri y Larreta, algunos hablan de parricidio. Otros, de un filicidio. Lo que todos en el PRO y en Juntos por el Cambio esperan que es no se trate de un suicidio político a dúo. Por eso será clave seguir como se reordenará el tablero a partir de la máxima tensión de esta semana.
¿Cuál es el Macri que veremos a partir de ahora? ¿El magnánimo dirigente que dio un paso al costado en serio y dejará que los nuevos dirigentes hagan su camino? ¿O el líder que no asumirá la decisión que tomó y pretenderá seguir manejando los hilos de la oposición? Los primeros días pudo verse a un Macri más cerca de la segunda opción. Incluso porque el miércoles se reunió discretamente con Bullrich en un club de Palermo con un solo punto en el temario: el desafío que representó la decisión de Rodríguez Larreta y los distintos caminos que podían seguir para neutralizarla. El dato es que la crisis en el PRO puso al desnudo lo que ya se insinuaba: Macri y Bullrich funcionan en tándem. La última demostración fue el pedido de licencia de Bullrich a la presidencia del PRO que terminó encumbrando a Federico Angelini, el más macrista del bullrichismo junto con Hernán Lombardi.
De todas formas, en el macrismo descartan que el ex presidente termine levantándole la mano a la ex ministra de Seguridad como su candidata presidencial favorita. Sobre todo porque la propia Bullrich necesita contar con su apoyo, pero, sobre todo, construir un liderazgo propio, sin padrinos poderosos. Sin embargo, en el entorno bullrichista saben que habrá más sintonía que nunca con el ex mandatario y esperan que, como hasta ahora, Macri siga dando a entender que apoya a Bullrich sin explicitarlo.
En un sentido contrario a su renunciamiento, en el PRO imaginan que Macri se involucrará más que nunca en la interna porque irá en busca de revancha: se sintió desairado por Rodríguez Larreta. Cerca del ex presidente acumulan resentimiento contra el jefe de Gobierno. Hablan de una “traición”, de “engaño” y de “promesas incumplidas” porque el alcalde porteño, sostienen, anunció las elecciones concurrentes sin avisarle a Macri e incluso asegurando que no iba a hacer lo que finalmente hizo.
Para Macri será todo un dilema combinar un renunciamiento basado en que “hay que superar esa falsa ilusión del individuo salvador” con un mayor involucramiento personal para tratar de salvar a su primo en la elección porteña. Sus fieles, por lo menos, ya empezaron a mostrar los dientes: como anticipó Infobae, el oficialismo de la ciudad de Buenos Aires tiene hoy 32 votos en la Legislatura y necesita 31 para abrir las sesiones y aprobar las leyes con mayoría simple, pero hay tres legisladores que responden a Bullrich que amenazan con no acompañar. También quedó en evidencia con los macristas y bullrichistas que se agruparon para desafiar al larretismo en una asamblea del PRO porteño, donde obligaron a una negociación que puede convertirse en el germen de un polo opositor interno.
La pelea Macri-Bullrich-Larreta puede mostrar hoy cierta paz en la superficie, motivada en la necesidad de que se fuguen votos de Juntos por el Cambio por el espectáculo tan emparentado con el del Frente de Todos que están dando al electorado. Pero de manera subterránea hay un clima bélico que crece. El ex presidente, por ahora, da señales de que fogonea la resistencia a un jefe de Gobierno que se le plantó para construir la sucesión a la era macrista en el PRO. Del otro lado, el alcalde porteño se animó a un primer paso de autonomía del fundador del partido y cree que ya no hay vuelta atrás.
Hay mediadores improvisados que tratan de moderar la pelea y propiciar un encuentro entre ambos para sellar una tregua. Creen que no será inmediato. Macri viajará entre el martes y el viernes próximos a dar clases de liderazgo a Estados Unidos y República Dominicana. Todos saben que seguirá monitoreando a distancia la crisis de su partido. Rodríguez Larreta no se arrepiente de su decisión y es consciente de que si ahora cede ante Macri, retrocederá diez casilleros. Está en juego su apuesta a llegar a la Casa Rosada, aunque en el camino pierda más apoyos adentro del PRO.
Para Macri lo que viene tampoco es fácil. ¿Tendrá el temperamento indicado para pensar más en el equipo del PRO que en su orgullo herido por alguien que conoce desde hace 20 años y le disputa el liderazgo? Con su renunciamiento electoral, pudo domar al ego, al que calificó como “este enano que tenemos adentro y es muy fuerte”. Ahora, habrá que ver si también podrá “semi-dinamitarlo”.
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