La inflación, de golpe, dejó casi en silencio al Gobierno y al oficialismo en sus distintas expresiones. La oposición hilvanó cuestionamientos rápidos después de días revueltos por sus propias internas. No hubo ni indicios de apertura de un debate serio y menos, de algún intercambio reservado frente a la magnitud de la crisis, que parece evaluada sin considerar el peso del factor político. Al contrario, la Casa Rosada estrenó un discurso que agrava el clima político de fractura, mientras el kirchnerismo realimenta las tensiones con la Justicia. Difícil hablar de improvisación: décima más o menos, nadie esperaba datos diferentes a los del INDEC.
El IPC de marzo fue realmente potente, pero no se agota en sí mismo. La serie desde diciembre del año pasado (con un registro de 5,1 puntos porcentuales) venía exponiendo una real escalada. Quedaba atrás el respiro de noviembre (4,9%), pero el último mes del año era evaluado como un problema “estacional” y se alimentaba en medios oficiales la idea de un primer trimestre 2023 de desaceleración. Las cifras fueron dejando atrás esa hipótesis: enero trepó al 6%, febrero anotó 6,6% y marzo registró 7,7%.
Las consideraciones sobre lo que señalan esos renglones de la estadística oficial remiten sin vueltas al deterioro social. El rubro de alimentos y bebidas ya venía proyectándose por encima del IPC general y superó los 9 puntos en los dos últimos meses. Va de la mano con la aceleración de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) y la Canasta Básica Total (CBT), que marcan la línea de indigencia y de pobreza.
Las dos canastas vienen “corriendo” bastante por encima del cien por ciento en la medición interanual. El nuevo informe sobre la CBA y la CBT será difundido por el INDEC el jueves de la semana próxima. Se trata de un indicador sensible sobre el primer trimestre, porque todo indica que el cuadro de pobreza, que creció al 39,2% en el segundo semestre del año pasado -y quebró una línea módica a la baja-, volverá a colocarse ahora por encima del 40%.
Además de ese contexto, el Gobierno contaba con datos públicos de la semana. El índice de precios de marzo medido por la Ciudad de Buenos Aires había marcado 7,1%, con alimentos y bebidas dos puntos por encima de esa marca general. Más alarmante resultó el IPC de Códoba: 7,99%. Y, junto a lo que anticipaban consultoras privadas, el relevamiento habitual de la UMET -centro cercano al peronismo porteño- indicaba 7,5%, con alimentos en el 8,3%.
Resulta claro que el oficialismo se movió en un contexto que suponía que la semana política iba a estar marcada por la inflación desatada. No cambió sus planes o, en según el caso, consideró que ante un escenario tan adverso había que escalar también en la disputa política. Por supuesto, nadie con kilometraje político pretendería que una andanada gruesa contra la oposición cambie la agenda pública frente a la magnitud de la crisis. Tal vez desvista otra cosa: un ensayo, repetido, de campaña agresiva, sin límites ni cuidados, frente a malos pronósticos. Se trataría de conservar al menos el piso propio.
Aníbal Fernández decidió evitar las peleas internas por la inseguridad -antes Santa fe, y en estos días la provincia de Buenos Aires- para afirmar que si algún espacio de la oposición -Juntos por el Cambio o Javier Milei- gana las elecciones, las calles estarán “regadas de sangre y muertos”. Una frase ominosa, con el telón de la historia y de los dramas cotidianos.
El ministro no es el único que expone falta de medida en el discurso. Aparecen giros como “dinamitar”, frecuente en Milei o con un “semi” para tratar de amortiguar, según Mauricio Macri. La desproporción y la disociación con los tiempos que corren exponen microclima. Y Agustín Rossi se destacó por eso mismo en la línea de advertencias sobre un futuro sombrío si gana algún candidato de la oposición.
“Con Juntos por el Cambio y Milei la pobreza se va a duplicar y la inflación se va a espiralizar de manera impresionante”, dijo el jefe de Gabinete. Llamativo. Habló precisamente de los dos temas que provocan mayor inquietud interna como resultado de la gestión actual: inflación y pobreza.
El kirchnerismo elude referirse a tales cifras y, cuando lo hace, apunta a Alberto Fernández. Se corre de la administración política y mantiene aunque con expectativas el aval de bajo perfil a Sergio Massa. Con diferencias de matices sobre el papel que debería asumir ya Cristina Fernández de Kirchner, todos coinciden en descalificar a la Justicia por los casos que enfrenta la ex presidente y también, en sostener su jefatura política. No está tan claro el alineamiento con la consigna CFK 2023.
Las batallas domésticas mantienen la incertidumbre sobre el armado electoral y más aún las candidaturas. Y agrega tensión la continuidad de la ofensiva contra la Corte Suprema, más allá de sus reales chances de avanzar en ese terreno. El acto del jueves frente a Tribunales repuso la movilización, por ahora con altibajos, que culminaría con un acto el 25 de Mayo.
Ninguno de estos factores políticos es asumido como parte del problema. Menos aún cuestiones de gestión. Lo resumió la portavoz Gabriela Cerruti, expresión casi en solitario bajo el impacto de los datos de inflación. Anotó como causantes problemas ajenos: la guerra provocada por la invasión de Rusia a Ucrania y los efectos de la sequía. Fueron dos tuits.
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