Aún sin los candidatos presidenciales definidos, y cada vez más cerca del cierre de listas del 24 de junio, en el Frente de Todos se inició una nueva etapa en la negociación político-electoral de cara a las PASO. Luego de que La Cámpora aceptara competir en internas formales contra el peronismo “no kirchnerista”, ambos sectores del Frente de Todos empezaron a abordar cuestiones “finas” antes de la presentación de alianzas. Principalmente, en torno a la distribución de lugares en las listas para las Generales, que se establecen de antemano de acuerdo a los porcentajes de votos obtenidos en las primarias.
Los diálogos se efectúan en reuniones de muy bajo perfil entre los diseñadores de las estrategias respectivas del “albertismo” y el kirchnerismo. Por ahora no hay una mesa de trabajo fija, sino encuentros esporádicos entre los alfiles de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que se organizan sobre la marcha. Negocian de cara al Consejo del PJ, previsto para la segunda mitad de abril -aunque aún no hay fecha concreta-, y, luego del Congreso del partido, pasos obligatorios antes de la inscripción de los frentes.
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Después de meses de discusiones sobre si habría o no PASO, ahora los dos sectores principales del oficialismo negocian por los puestos que les corresponderían a cada fuerza en las nóminas para los comicios Generales, de acuerdo a las adhesiones acumuladas en la primaria. La ley electoral le asigna a cada frente esta definición, donde la clave, señalan en ambos campamentos, es el sistema de distribución para las minorías y, en particular, el piso porcentual.
En la Casa Rosada aspiran a un mínimo lo más bajo posible, aunque por ahora eligen no ventilar a qué números concretos apuntan. “Necesitamos lograr mayor integración en la General. Si vamos con tres o cuatro candidaturas en las PASO, y sólo gana uno, ese se queda solo. Hay que trabajar un esquema para el piso de la minoría”, dijo un ministro albertista que trabaja a diario en el armado territorial a contrarreloj.
Desde el kirchnerismo admiten que la discusión está en marcha, pero tampoco muestran sus cartas. “La repartición para las Generales según la cantidad de votos es parte de la negociación actual. Hay que ver si es por el sistema D’Hont, si hay un piso, o si se decide que la mayoría se lleva todo”, deslizaron en un despacho nacional que responde a las órdenes de Cristina Kirchner.
“La discusión no está cerrada, vamos a ver qué pasa, por ahora no tenemos siquiera los candidatos”, se atajó un funcionario K, aunque reconoció que la opción de imponer un “piso” porcentual alto disminuye las chances para la fuerza minoritaria.
En la Casa Rosada reniegan de la alternativa que privilegia a la mayoría y “excluye” a las minorías. “La PASO tiene que servir para contener a la General. Un buen sistema de distribucion para las minorías te deja con saldo para integrar las listas de manera más equitativa y competitiva frente a la oposición”, argumentaron en Balcarce 50. Y advirtieron que, en caso de que se impusiera la opción de apartar al contingente perdedor de lugares de peso para octubre, el día posterior a la elección a la PASO el Gobierno enfrentaría un panorama político muy complicado.
“Se nos están achicando los plazos y estamos trabajando en las reglas de juego. ¿Vamos a llevar una distribución de 75-25? ¿Vamos a plasmar un piso más bajo para las minorías, con distribucion D’Hont, para que todos lleven diputados? Las PASO son el mejor sistema porque no tenemos un candidato que aporte 38, 39 puntos”, argumentaron desde un despacho de peso que responde al liderazgo de Alberto Fernández.
En La Cámpora, mientras tanto, un sector mantiene una posición extrema, que plantea que el Presidente arme su propia lista para la PASO bonaerense, lo cual le impediría “llevarse” los votos de Axel Kicillof, el actual gobernador y precandidato con la mayor intención de voto del espacio en el territorio provincial.
La interna febril por la cabezas y “las colas” de listas se dirime en un contexto extremadamente adverso para el FDT en la provincia de Buenos Aires. Esta semana se produjo la tormenta perfecta entre los dos temas que aparecen en el tope de inquietudes del electorado bonaerense: la inseguridad, y la inflación.
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El asesinato del chofer Daniel Barrientos en la madrugada del lunes, que derivó en el golpe que recibió Sergio Berni durante una protesta de sus compañeros ese mismo día, desató todas las alarmas en el kirchnerismo y en la Casa Rosada. Y aunque decidieron responsabilizar a la oposición como principal estrategia de control de daños, por lo bajo, en las filas de Cristina Kirchner y Alberto Fernández admiten preocupación por la percepción sobre la inseguridad en el bastión electoral histórico del peronismo.
Los coletazos del crimen en La Matanza se sumaron al registro sostenido de decepción sobre la variable económica que detectan los armadores locales y que varifican en las cúpulas, encuestas en mano. Y en los últimos días consultoras privadas confirmaron que la inflación no da tregua: la próxima cifra, que se conocerá el viernes, daría alrededor de un 7 por ciento, un punto por encima del anterior, decepcionante 6 por ciento.
Las investigaciones de opinión pública que llegan a los despachos del oficialismo les muestran un empate con Juntos por el Cambio, que en el Frente de Todos toman como incentivo para continuar la pelea. Pero los inquieta el alto porcentaje de indecisos y la consolidación de un dato que ya venían registrando: Javier Milei (La libertad Avanza) no sólo le resta votos a JXC, sino que corroe progresivamente la base del peronismo, sobre todo entre los votantes de entre 20 y 25 años. Es decir, jóvenes que descreen de la dirigencia que gobernó en las últimas décadas y que consideran que puede haber mejoras con una opción disruptiva, por más descabellado e inaplicable que sea el discurso de su líder.
El nuevo capítulo de la pelea interna por las PASO se dirime en el terreno de los porcentajes. Por estos días, los armadores de los dos sectores principales debaten la forma de distribuir lugares entre las mayorías y las minorías con la mira en la elección definitoria -excepto que haya segunda vuelta-. El ala que responde a Alberto Fernández que empuja las PASO y libra una batalla para nivelar el reparto de puestos para la lista final. Mientras tanto, el kirchnerismo se muestra dispuesto a negociar, pero no descarta intentar forzar un escenario donde el ganador se lleve todo.
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