A poco más de dos meses y medio para que se definan los candidatos que afrontarán la elección este año, el peronismo se hunde en múltiples discusiones sin salida. Está enfrascado en un tenso debate sin solución a la vista que empantana la organización de la coalición, mientras el resto de las fuerzas políticas acumulan definiciones todas las semanas.
En los últimos quince días en Juntos por el Cambio se esclareció el panorama electoral. El gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, se lanzó como candidato presidencial de la UCR, Mauricio Macri renunció a la posibilidad de competir y Martín Lousteau reafirmó su decisión de ser jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Horacio Rodríguez Larreta aseguró que habrá un solo candidato del PRO en territorio porteño, en sintonía con lo que pedía el ex presidente, y José Luis Espert blanqueó que tiene un preacuerdo cerrado con Juntos por el Cambio para competir en una gran PASO opositora. Además, en la coalición lograron resolver la interna en Tucumán y Córdoba.
Por fuera de la alianza opositora más grande, el gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, sumó a Florencio Randazzo y Roberto Lavagna a su armado, y recibió un gesto de acercamiento muy importante de parte de dos gobernadores que forman parte del Frente de Todos: Omar Perotti (Santa Fe) y Gustavo Bordet (Entre Ríos). En tanto, Javier Milei avanza a paso firme con su armado en el interior. Ya consiguió un ejército de fiscales para custodiar los votos de revolución libertaria.
Mientras todo eso sucede, en el Frente de Todos la discusión no se mueve de tres ejes: el plan de reelección de Alberto Fernández, las limitaciones de la candidatura de Sergio Massa por la crisis inflacionaria y el operativo clamor para que Cristina Kirchner sea candidata a presidenta. Es un triangulo temático del que la dirigencia no se puede escapar y que empieza a generar ansiedad en las diferentes arterias oficialistas, debido a que se convirtió en una barrera para avanzar en el armado de la estrategia electoral.
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El kirchnerismo mantiene la presión, aunque en los últimos días menos explícita, sobre Fernández para que baje su plan de reelección. El Presidente tira la pelota para adelante y pone más nervioso a Máximo Kirchner y el ala K más dura. Durante su visita a la Casa Blanca volvió a decir una frase que pone en suspenso su decisión. “Mi prioridad no es ser candidato, mi prioridad es que gane el espacio”, sostuvo. No niega ni confirma.
En paralelo, el acumulado de inflación del primer trimestre, advirtiendo que en el Gobierno creen que el número de marzo no bajará del 6,6%, condiciona cada vez más el proyecto presidencial de Sergio Massa, el precandidato virtual que más consenso tuvo desde que arrancó el año.
El escenario económico y electoral se modificó y ahora reina la incertidumbre sobre el accionar de Massa. Ya no solo se trata de saber si él quiere ser, sino también si están dadas las condiciones para que sea. De todas formas, el ministro de Economía sigue siendo el dirigente que más adhesión tiene pese al impacto real que tendrá la inflación en una posible candidatura suya.
En paralelo a esos dos ejes, el kirchnerismo mantiene vivas dos definiciones incongruentes. Por un lado, diagrama más actos para darle volumen al operativo clamor - como el que tendrá lugar hoy en Chaco - y mantiene firme el pedido de que Cristina Kirchner sea candidata a presidenta o, de mínima, a senadora nacional. El vocero más firme de esa idea es Andrés “Cuervo” Larroque.
Mientras que por otro lado le abre la puerta a las PASO y deja saber, a través del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, que la Vicepresidenta va a cumplir con su palabra y no será candidata a nada, tal como afirmó horas después de ser condenada en la causa Vialidad. En el mundo K tienen muy en claro que si la candidata es CFK, no hay PASO, sino alineamiento. Por eso termina siendo contradictorio el accionar.
Dos de los dirigentes más importantes de La Cámpora proponen en público dos caminos diferentes para la Vicepresidenta. Que sea candidata o que cumpla con su palabra de no serlo. De cara a la sociedad, el mensaje es extraño. ¿Es o no es? Nadie lo sabe, pero mientras tanto el operativo clamor sirve para acumular poder y contener los votos propios en un panorama de la coalición que es desolador.
“Estamos metidos en una dinámica muy compleja y es difícil salir. Cada uno ve los problemas del otro, los expone y tiene razón. Pero no hay acuerdos. Cada uno está preso de su postura y nadie cede. Mientras tanto, el peronismo se hunde”, graficó un influyente dirigente social que conoce bien el entramado de poder del Gobierno y las limitaciones de sus actores principales.
Un sector importante del Frente de Todos puso todas sus fichas en una hipótesis. Si Sergio Massa corrige la dinámica inflacionaria, pasará a ser el punto de la pirámide política y las crisis interna encontrará un camino de pacificación por la necesidad imperiosa de encontrar un candidato y un liderazgo. Sin embargo, por ahora, ese movimiento no ocurrió y las posibilidades de que suceda, disminuyen con el correr de las semanas.
“Estamos cada vez más cerca del cierre de listas y no tenemos un candidato firme. No tenemos una referencia de hacia adónde ir. La incertidumbre que hay es muy grande. Estamos encorsetados en una discusión de la que no nos podemos escapar”, sostuvo un intendente peronista del interior de la provincia de Buenos Aires, donde piden a viva voz que empiece a haber resoluciones.
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La falta de definiciones en la cúpula peronista impide el ordenamiento en las bases. Un ejemplo claro es el de los intendentes bonaerenses que, si bien están convencidos que Axel Kicillof competirá por su reelección, aún miran de reojo la posibilidad de que Cristina Kirchner lo unja como el candidato a presidente de su espacio político.
Esa decisión generaría un vacío en la provincia y pondría en riesgo la elección, más de lo que ya está por la competencia natural. Por eso los jefes comunales están seguros de que Kicillof se quedará donde está. Un intendente que lo vio hace poco aseguró: “Está esperando que no le suene el teléfono”.
En el peronismo todo es incertidumbre, motivo por el cual las especulaciones ganan lugar en la agenda política y la falta de precisiones retroalimentan las dudas sobre el rumbo del Frente de Todos. Existe un estado de confusión permanente que desorienta a la dirigencia política que no tiene una causa propia, como puede ser la candidatura de CFK, pero que necesita avanzar en el ordenamiento de su territorio.
En todas las terminales del oficialismo coinciden en que la base del problema es la falta de diálogo entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Si los dos no se sientan a buscar un pacto de no agresión y un consenso sobre la estrategia electoral, el futuro del peronismo se vuelve inviable.
Ningún dirigente de base puede proyectar su plan de acción porque no sabe si, al final del camino, habrá unidad; una coalición partida que genere que el kirchnerismo juegue solo; o una renovación del espacio político de la mano de un candidato impensado. Los márgenes de acción se achican y las definiciones no llegan.
En los últimos días un ministro nacional hizo un análisis crudo del cuadro de situación. “Tensan la cuerda con el operativo clamor y la candidatura de CFK para condicionar los armados y paralizar la participación política. Porque si uno piensa que va a ser candidata se frena. Después hay gente que la necesita para hacer política. La necesitan a ella jugando si o si”, expresó.
El peronismo necesita algunas certezas y está plagado de dudas. En la vereda de enfrente la oposición está transitando el camino electoral a una velocidad mayor y con las encuestas a favor. Todas anticipan que son altas las posibilidades de Juntos por el Cambio de lograr un triunfo.
Aún falta demasiado tiempo. Hay margen para errores no forzados o levantadas históricas. También para que exista un camino mediadamente lógico que sea compatible con la realidad del país y de cada fuerza política. Un importante consultor que ha trabajado con el peronismo se sinceró sobre la actualidad del Frente de Todos. En una sola frase simbólica y potente retrató el presente: “Hay aires de cambio”.
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