El renunciamiento de Mauricio Macri a la pelea por la candidatura presidencial agregó una paradoja a la interna de Juntos por el Cambio y repuso un enorme interrogante sobre el futuro de la sociedad opositora. Despejó el camino interno y, a la vez, recalentó la disputa, especialmente en el PRO. Allegados al ex presidente y críticos ácidos coinciden en un punto: consideran que es una buena decisión, pero destacan que, está a la vista, no se retira de la política doméstica. Y eso mismo -su papel futuro, el juego de presiones- reaviva un desafío central de JxC: ¿puede superar la etapa de alianza electoral y convertirse realmente en coalición sólida de poder?
Macri movió el tablero en la dirección que esperaban en su círculo más cercano a pesar de algunas gestiones y planteos externos para convencerlo de lo contrario. No parecen haber sido lo suficientemente intensos y menos, públicos. Tal vez pesen también, como se sugiere, consideraciones personales que incluirían cierto recelo frente a espasmos sociales y políticos, demandantes de apuestas individuales que después quedan en soledad frente a la gravedad de la crisis. La decisión, finalmente, fue íntima, aunque con lectura diversa sobre el realismo o el gesto de madurez.
Hubo una frase en el anuncio del ex presidente con destinatario externo y mensaje interno. “Nunca más vamos a tener una marioneta como presidente”, dijo. Fue, claro, una descalificación -con aire de deuda pendiente- destinada a Alberto Fernández y también a la fórmula decidida por Cristina Fernández de Kirchner para volver al triunfo electoral. Hacia el interior de JxC, el mensaje fue interpretado como el compromiso de no interferencia en la gestión, si las urnas consagran al candidato de la coalición, y al mismo tiempo como un gesto que lo ratificaría en un lugar de liderazgo, como resultado de su última movida.
El recorrido es largo, aún en el caso de que se ajuste a ese pronóstico. Para empezar, resulta claro su juego sin vueltas para acomodar las fichas en el PRO, con la oferta porteña a la cabeza y la provincia de Buenos Aires en segundo lugar. Se verá si arriesga en distritos conflictivos y a punto de fractura. Y si deja de lado algunas facturas personales. Esos dos renglones últimos parecen difíciles.
Tampoco es sencillo el camino nacional. Todo será interpretado, incluso mucho más que antes, como gestos hacia Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, aún sin dejar de mencionar a María Eugenia Vidal. La idea de que se volcará abiertamente a favor de alguno/a si ve que está en juego el perfil del PRO resulta una manera de reservarse la última ficha. Pero no sería exclusivamente de una cuestión de línea, ni siquiera de discurso, sino además de medir muy bien las chances reales. En primer lugar, el impacto de una participación tan abierta y decidida en términos de imagen. Y sobre todo, el efecto corrosivo que tendría un error de cálculo sobre los posibles resultados de las PASO. Es decir: quedar asociado a una derrota.
Por supuesto que también entran en el análisis doméstico otros elementos. Macri ocupa un lugar central, sin dudas, en JxC, pero no es el jefe político de la UCR, que trabaja para extender su peso territorial y no sólo para competir con un candidato en las primarias nacionales, y tampoco de la Coalición Cívica, que cuida su lugar y cuenta con la voz potente de Elisa Carrió.
Eso mismo remite a la naturaleza de una coalición política. Es imposible trasladar mecánicamente la lógica de un solo partido. Ni las jefaturas ni los liderazgos son interpretados o aceptados del mismo modo. Hasta las instancias de decisión en cada espacio son particulares. Las alianzas son diferentes, demandan un ejercicio permanente para administrar las diferencias y también compromisos básicos para evitar crisis por intereses de grupo o de partido en el ejercicio del poder.
Está claro, admiten dirigentes de distinto origen interno, que JxC no funcionó como coalición de gobierno durante la gestión de Macri, aunque logró preservarse frente al abismo y los fantasmas de la Alianza. Y tampoco terminó de saldar el tema vuelto al lugar de oposición a la nueva experiencia kirchnerista.
Existen en la superficie ingredientes para trazar paralelismos con lo que ocurre en el frente gobernante. En principio, porque la decisión formalizada por el ex presidente pone en crisis también el imaginario de una confrontación directa entre Macri y CFK. Pero en JxC está claro que más allá de las decisiones de escritorio -por ejemplo, el “ordenamiento” doméstico del PRO en la Ciudad y en la provincia de Buenos Aires-, la prueba final será dada en las PASO. Ese es un aún un tema de tensión en el oficialismo.
El ascendiente de Macri no supone la posibilidad de disponer por si sólo la candidatura presidencial o de imponerle decisiones a los otros socios. Menos, el extremo de una fórmula de poder invertido como la que CFK impuso hace cuatro años con el impulso a Alberto Fernández.
En cambio, el interrogante crucial para JxC es si logrará establecer un mecanismo real para la toma de decisiones políticas de fondo, en el caso de volver al Gobierno. No se trataría sólo de un eventual reparto de cargos ni de la discusión de la administración diaria. Asoman al menos dos cuestiones: el modo de articular el sistema de poder compartido y la manera de asegurar compromisos efectivos -desde legisladores a gobernadores y otros jefes locales- con la línea de gestión.
En ese punto, naturalmente, el foco se concentra en el “plan” económico -al menos, en un puñado de decisiones iniciales- para enfrentar la crisis, con su consiguiente impacto social. No es el único rubro ilustrativo. La inseguridad tiñó por un momento el debate, a partir del mensaje mafioso a Lionel Messi en Rosario.
Rodríguez Larreta habló de la necesidad de incrementar la presencia del Estado, en las calles con fuerzas federales y en ampliación de recursos para la Justicia. También lo dijo Patricia Bullrich, pero sumó a las Fuerzas Armadas en el plano operativo, algo que rechaza el resto y limita la ley de seguridad interior. Ese tema ya no es incluido en discurso alguno. Fue resuelto puertas adentro.
Como se ve, un asunto sensible, de esos que no podrían exponer fisuras. Es parte del capítulo que reabre el vértigo de la carrera electoral. El factor Macri amplifica el desafío.
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