Alberto Fernández mantendrá su encuentro a solas con Biden en la Casa Blanca y después se sumarán Cafiero, Massa y Aníbal Fernández

Durante la reunión a puertas cerradas prevista para el 29 de marzo, los presidentes de Argentina y Estados Unidos abordarán los asuntos más complejos de la relación bilateral, y a continuación participarán el canciller, el ministro de Economía y el titular de la cartera de Seguridad

Alberto Fernández y Joseph Biden durante la Cumbre de las Américas que sesionó en Los Ángeles

(Desde New York) El miércoles 29 de marzo a las 15.30, un auto negro blindado y una simple combie ingresarán en fila a la Casa Blanca transportando a Alberto Fernández y a toda la delegación oficial que participará del encuentro con Joseph Biden y su gabinete. La reunión bilateral tiene previsto un tiempo máximo de 90 minutos, y su etapa inicial sucederá en el Salón Oval. Allí, los presidentes de Argentina y Estados Unidos tratarán a solas dos asuntos que consideran clave para sus respectivos intereses nacionales: Alberto Fernández describirá el impacto de la sequía en el plan de estabilidad económica y el acuerdo con el FMI, mientras que Biden explicará porqué China se convirtió en el principal enemigo de Washington.

El éxito de la reunión de Alberto Fernández con Biden se medirá con el método del papa Francisco. A mayor duración, mayor importancia geopolítica. Por ejemplo: en la primera audiencia, Francisco despachó a Mauricio Macri en 22 minutos. Y en el caso Barack Obama, la cumbre duró dos horas.

Anoche en el lobby del hotel Hyatt New York Central, un miembro del gabinete evaluaba que el encuentro del presidente con el líder demócrata debía estirarse -al menos- 60 minutos. Si ese tiempo sucede, agregó el funcionario de la larga trayectoria peronista, la reunión en el Salón Oval tendría que “ser considerada un éxito diplomático”.

Alberto Fernández aprovechará su tiempo para describir el impacto de la sequía en la economía nacional y en la obligación de cumplir ciertas metas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En este contexto, el jefe de Estado insistirá con la necesidad de reducir los denominados sobrecargos y podar las tasas que se cobran a los países deudores por los créditos concedidos.

A su turno, Biden expondrá su preocupación sobre el avance de China en la Argentina y América Latina. Estados Unidos considera al régimen de Beijing su principal amenaza global, y aplica una calificación binaria cuando debe ubicar a los países que se alinean con la Casa Blanca o con Xi Jinping: son buenos o son malos. Y nada más.

Alberto Fernández y Xi Jinping durante su encuentro oficial en Beijing

El gobierno necesita el apoyo de Biden para evitar que el FMI aumente la presión sobre Argentina frente a la posibilidad de incumplimiento de las metas fijadas en el Acuerdo de Facilidades Extendidas. Y la administración demócrata quiere que Beijing no sea proveedor de armamento de la Argentina, no se quede con el control de la Hidrovía o construya centrales nucleares en la Provincia de Buenos Aires.

Este es el tablero adonde moverán sus piezas Alberto Fernández y Biden. Si no hay un hecho disruptivo, esta partida debería durar una hora, contando el tiempo que usarán los traductores oficiales.

Cuando el encuentro a solas concluya, ambos mandatarios harán su balance ante los medios acreditados en la Casa Blanca y los periodistas que cubren la gira oficial que inició en Santo Domingo y concluirá en DC. Serán comentarios personales, ya que no está prevista una declaración formal ni tampoco la firma de acuerdos bilaterales.

Alberto Fernández, Santiago Cafiero y Sergio Massa durante una conferencia de prensa en la Cumbre del G20 de Bali

Tras su contacto con los periodistas, Alberto Fernández y Biden se dirigirán a la Sala de Gabinete de la Casa Blanca para continuar con la reunión bilateral. A un lado de la larga mesa ovalada que ocupa el centro de la Sala, estará Alberto Fernández con Santiago Cafiero (canciller), Sergio Massa (ministro de Economía), Aníbal Fernández (ministro de Seguridad), Gabriela Cerruti (portavoz presidencial), Julio Vitobello (Secretario General de la Presidencia), Jorge Arguello (embajador argentino en Estados Unidos), Luciana Tito (jefa de Gabinete de Cancillería) y Leonardo Madcur (jefe de Gabinete de Economía).

Y al otro lado de la mesa color marrón oscuro, se ubicarán Biden, Jack Sullivan (consejero principal de Seguridad Nacional), Antony Blinken (secretario de Estado), Juan González (consejero de Seguridad Nacional para América Latina), Christopher Dood (asesor presidencial para América Latina) y Marc Stanley (embajador de Estados Unidos en Argentina). La incognita es si finalmente se sumarán Janet Yellen, secretaria del Tesoro, y Karine Jean-Pierre, secretaria de Prensa de la Casa Blanca.

Esta reunión consumirá el tiempo restante para llegar a los 90 minutos convenidos entre ambas partes. Cada presidente habilitará en el uso de la palabra a sus ministros y secretarios, y a partir de allí, habrá un intercambio de ideas entre las dos delegaciones. En términos del slang diplomático, este encuentro tiene un formato 1 más 8: el jefe de Estado y los ocho miembros del gobierno que decidió sentar ante Biden y su propio gabinete.

Alberto Fernández y su comitiva partirán de Manhattan a Washington después del mediodía. El presidente tuvo una agenda liviana en New York, que completará con un inusitado encuentro con Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas (ONU). El presidente y el secretario General de la ONU analizarán la situación de la guerra en Ucrania y el impacto del cambio climático en las economías de los países pobres y de medianos ingresos.

Cuando ya esté alojado en el hotel Willard Intercontinental -ubicado a pocos metros de la Casa Blanca-, el presidente recibirá a Massa y Aníbal Fernández, que ayer salieron desde Ezeiza rumbo a DC. El ministro de Economía, su colega de Seguridad y el canciller serán clave en la reunión del miércoles en la Casa Blanca.

Biden quiere saber sobre la fortaleza del plan de estabilidad, la situación del narcotráfico en la Argentina y el curso de la politica exterior, que muchas veces ha sorprendido a la administración demócrata.

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