Depuración. El término, con eco histórico trágico, fue utilizado por la portavoz de la Presidencia, Gabriela Cerruti, como demanda a la Justicia y al periodismo en un nuevo aniversario del Golpe del 76. El reclamo, con implícitas pretensiones de superioridad moral, aludió a la supervivencia de “estructuras” del pasado dictatorial en esos dos terrenos, exclusivamente y vistos como un todo. Lo hizo además con mención a la Ciudad de Buenos Aires como única referencia geográfica y de época. La costura quedó a la vista: Justicia, prensa, porteños. Un mensaje en sintonía con el discurso del kirchnerismo duro que, de todos modos y también el 24 de Marzo, volvió a esmerilar a Alberto Fernández.
El oficialismo privilegia las batallas propias aún sin importar el contexto. El Presidente viajó a Santo Domingo, para asistir a la Cumbre Iberoamericana, y después volará con su comitiva a Washington. En el medio, espera la confirmación de los detalles de la postergada reunión bilateral con Joe Biden. Esa cita tiene un sabor especial para Olivos, pero nadie podría desconsiderar dos aspectos: la agenda no es sencilla -por posiciones diplomáticas regionales y gestos vinculados con China y Rusia- y agrega las difundidas expectativas del Gobierno por las necesidades de oxígeno externo frente al delicado cuadro económico local.
Es un cuadro complejo y contrasta con la lectura reduccionista según la cual el solo gesto de Biden allanaría los caminos para una mayor flexibilidad del FMI y una mejor reacción de los mercados externos. Por supuesto, es un dato de interés en el cuarto año de gestión de Alberto Fernández, que demanda todo gesto posible para la contención de la economía. Pero precisamente por eso, resulta en sentido inverso el permanente ejercicio de la interna, que desgasta aún más la figura del Presidente: viaja en medio de más hostilidades del kirchnerismo y luego de un pico de tensión con Sergio Massa.
En Republica Dominicana, además, Alberto Fernández estará atento especialmente a los movimientos de su par de Ecuador, Guillermo Lasso, luego de los cruces registrados a raíz del caso de una ex funcionaria de Rafael Correa, condenada en una causa por corrupción, que logró escapar a Venezuela luego de una larga temporada en la embajada argentina. Esa tensión diplomática tuvo otra derivación: un roce con la administración de Gabriel Boric por la carta a Lasso que, de paso, incluyó un cuestionamiento a la justicia chilena. Difícil encuadrar en el molde de alianzas o enojos por cuestiones ideológicas.
En Buenos Aires, entre tanto, el panorama doméstico era repetido. La Cámpora armó su movilización del 24 de Marzo como una demostración de sustento a Cristina Fernández de Kirchner. Carteles, consignas y discurso breve de Máximo Kirchner, fotos de todo el conglomerado kirchnerista en la calle, a pesar del cuidado inicial por algún cuestionamiento a la utilización interna de la fecha. Y hubo desde esas filas, un desafío y una descalificación -todo ayer muy calculado- para golpear los planes del Presidente.
El desafío estuvo a cargo de Máximo Kirchner. Destacó que varias veces señalaron los “problemas” del Gobierno, habló de actitudes claudicantes, reivindicó e insistió con el rechazo a los acuerdos con el FMI y, finalmente, dejó la frase con proyección de batalla a campo abierto: “Si alguien se enoja, que se enoje, vamos a elecciones y que la sociedad defina”. Fue interpretado como un gesto de convalidación de las PASO -es decir, un reconocimiento de la insistencia reeleccionista del Presidente-, aunque a juzgar por especulaciones previas, no descarta una agudización de la fisura. Todo dependería del grado de aislamiento del Presidente.
Las otras definiciones estuvieron en boca de Andrés Larroque. Fue directo al fondo de la cuestión, más allá de frases hirientes. Dijo que el proyecto de reelección ya fue, que no tiene sustento. Agregó que ni siquiera debe ser tenida en cuenta el argumento según el cual Alberto Fernández mantiene esa postura para garantizar gobernabilidad en esta etapa. No haría falta. En cambio, destacó que el punto central es reafirmar el liderazgo de CFK, además de apostar a cierta contención económica con los anuncios que se suceden en la gestión de Massa.
Para completar, la ex presidente dejó su sello en Twitter. Lo más llamativo del mensaje fue la recreación, chocante, de una consigna histórica de la lucha en defensa de los derechos humanos. CFK remató así su tuit: “Nunca más a la corporación judicial”.
Olivos también intentó marcar el terreno. Antes de viajar a Santo Domingo, Alberto Fernández difundió un video en las redes sociales, a la par que se informaba sobre una cena compartida anteanoche con Estela de Carlotto. El Presidente evitó proyectar su discurso sobre el frente judicial y reivindicó la figura de Néstor Kirchner.
Otro gesto corrió por cuenta de la portavoz presidencial. Lo dicho: habló de estribaciones dictatoriales en la Justicia y los medios, y aludió a la insensibilidad de los porteños en los años oscuros. Se supone que, por el cargo de la protagonista, se trató de un mensaje oficial. Fue infructuoso si pretendía amortiguar la previsible carga del kirchnerismo. Y en cualquier caso, sombrío.
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