La relación entre Alberto Fernández y Axel Kicillof no pasa por su mejor momento. Tampoco la de la Casa Rosada con el gobierno de la provincia de Buenos Aires. El fuego cruzado por el desembarco de gendarmes en el conurbano bonaerense no hace más que sumarle tensión a la diferencias internas de una coalición disfuncional.
La serie de desencuentros entre Aníbal Fernández, Sergio Berni y el gobernador bonaerense alteraron la relación entre las dos gestiones, que nunca fue demasiado buena y que, con el paso del tiempo, se fue resquebrajando. Idas y vueltas expuestos a la luz que muestran la debilidad del trabajo conjunto dentro del Frente de Todos.
Después de los reclamos de Kicillof, quien aseguró que todavía no mandaron ninguno de los gendarmes que prometieron, en el Ministerio de Seguridad, que conduce Aníbal Fernández, confirmaron que en breve el ministro firmará una resolución para crear un comando conjunto que incluirá a todas las fuerzas federales, un representante el gobierno bonaerense, otro del ministerio y uno de la Policía Bonaerense. Además, mandarán más gendarmes.
“Pedimos el envío de 6000 gendarmes, hubo muchas conversaciones, incluso con el Presidente, y no mandaron ni uno”, sostuvo Kicillof en las últimas horas. La respuesta del ministro Fernández fue casi inmediata: “Yo no voy a debatir con el gobernador. No conoce de qué estamos hablando y uno está todo el día hablando sobre el tema. Sigue mirando otro canal. No tiene la más mínima idea de lo que está sucediendo”.
El pedido de gendarmes del gobierno bonaerense comenzó a principios del 2020 y se extendió en el tiempo. En la cartera de Seguridad aseguran que hay cerca de 4300 efectivos de Gendarmería distribuidos en todo el conurbano. En La Plata descreen de que así sea. “Qué nos digan dónde están y que tareas están cumpliendo”, se quejan.
En la gobernación bonaerense van al hueso en el enfrentamiento contra Aníbal Fernández. “La realidad es que los gendarmes no están. Los intendentes no los ven. Si los vieran, no estarían alineados a Axel llevando adelante este reclamo”, indicaron, haciendo referencia, con doble sentido, a la compleja relación que el gobernador ha mantenido con los intendentes de su propio espacio político.
Cerca de Aníbal Fernández advierten que el ministro de Seguridad de la provincia, Sergio Berni, “está sacado” - por sus duras críticas al ministro - y aceptan que la carta que Kicillof envío al ministerio pidiendo explicaciones sobre el envío de gendarmes, le cayó muy mal al titular de la cartera, por eso salió a responderle, avalado por el presidente de la Nación.
“Qué Aníbal se siga peleando con la realidad. No importan quién tiene razón. La realidad está a la vista”, indicó un funcionario muy cercano al gobernador. Kicillof está molesto pero contiene a su tropa, desbordada por salir a dar la batalla pública en un nuevo capítulo de la interna oficialista.
El dardo que la ministra de Trabajo, Kelly Olmos, lanzó ayer sobre la gobernación también cayó muy mal. La ministra le respondió a su par del ministerio del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, quien había sugerido un aumento salarial con suma fija para los trabajadores con sueldos más bajos.
“Le digo a ´Wado´ de Pedro que el sector salarial más retrasado es el de los municipales de la Provincia de Buenos Aires. Ahí tienen que intervenir porque yo no tengo competencia y la provincia de Buenos Aires sí”, disparó. Así expuso la débil relación política que hay entre la Casa Rosada y la gobernación.
En La Plata fueron implacables frente a las críticas de la ministra. “Lo que dijo Kelly es por ignorancia. El gobierno bonaerense no tiene ninguna responsabilidad, ni competencia respecto a los salarios de los trabajadores municipales”, aseguró un importante funcionario provincial.
Otro funcionario, con acceso directo al despacho de Kicillof, fue aún más contundente: “Es una estupidez lo que dijo. Es verdad que hay salarios bajos pero las paritarias municipales no son del gobierno bonaerense”. La relación política entre las partes está completamente desgastada.
Una tercera voz del Gabinete, siguió la misma línea. “Kelly se estaba yendo a la casa y terminó como ministra. Tanto ella como Aníbal están más allá del bien y del mal, y dicen cualquier cosa”, expresó con cierto fastidio. Los ideas y vueltas, y el desgaste lógico de esa tensión en el vínculo, expandieron la interna de Alberto Fernández con el kirchnerismo a la provincia de Buenos Aires.
Lo más extraño de la avanzada albertista quizás sea que Alberto Fernández tiene intenciones de competir por su reelección y entró en una batalla innecesaria con el gobernador de la provincia más importante - en términos electorales - del país. Pelearse con el que le debe juntar los votos en el distrito no parece ser la mejor opción en cuánto a la estrategia electoral.
La relación entre el Presidente y el Gobernador es protocolar e institucional. Fría y distante. No hay diálogo por fuera de las necesidades de la gestión. Kicillof es un cristinista puro y actúa en consecuencia. Una muestra de su distancia con Fernández se vio en el comienzo de la semana.
El mandatario estuvo ausente en la disertación de Fernández durante el III foro mundial de Derechos Humanos que se realizó en el Centro Cultural Kirchner (CCK), pero presente, y sentado en las primeras filas de la platea, la noche en la que habló Cristina Kirchner. Kicillof no busca generar empatía con el Presidente. No le interesa.
“Axel está muy presionado para cerrar lo suyo (la candidatura a la gobernación para pelear por la reelección). Son 60 días que tiene que soportar. Una vez que firme ya está”, analizaron en el círculo presidencial, donde piensan que una vez que se asegure su candidatura dejará de tensar la cuerda en el vínculo con Balcarce 50.
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