Un analista avezado que fatiga planillas, mira números y conversa con políticos, empresarios y dirigentes del círculo rojo está desde hace unas semanas entre sorprendido y alarmado. Pide reserva de identidad para evitar suspicacias pero pronuncia un pesado diagnóstico: si todo sigue así de mal, Javier Milei puede entrar en una segunda vuelta y, hasta, ser presidente. El “todo” es la economía pero, sobre todo, una política ensimismada en batallitas tácticas por posicionarse mejor en sus internas.
No es el único. En contactos con dirigentes con despachos en Casa Rosada, en el Congreso y en oficinas del centro porteño, el nombre de Milei aparece una y otra vez. Es el fantasma que asusta a las dos coaliciones que ocupan desde hace más de una década el centro de la escena y que viven un internismo desgastante y agresivo. Ninguno de los dos frentes logra romper una peligrosa dinámica endogámica. Se hablan entre ellos mientras sus votantes padecen precios endemoniados, inseguridad y, ahora, cortes de luz con 40 grados de calor.
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“Ya la grieta no alcanza para explicar o definir el mapa político. Hay un desorden general en el sistema y un agravamiento de las peleas hacia adentro de cada frente político. Se pelean más entre ellos que hacia afuera. Cristina Kirchner y La Cámpora contra Alberto Fernández; Horacio Rodríguez Larreta versus Patricia Bullrich. Y Macri que hace mucho y dice menos”, explica uno de los interlocutores consultados para esta columna.
Ni la Vicepresidenta ni el ex presidente tienen predicamento para ordenar a su grupo. Pero tampoco aceptan correrse y dejar que los nuevos hagan, proyecten e, incluso, se equivoquen. El lúcido Jorge Asís me dijo esta semana que hay algo de actitud filicida en Cristina y Macri, los dirigentes más encumbrados de la política. Resistieron a los parricidas que querían “matarlos” -políticamente, claro- y ahora parece que se están vengando. Sin embargo, la crisis de liderazgo es el elefante que mueve la trompa en medio del living.
Mientras tanto, Javier Milei recorre localidades del interior del país, le dedica cuatro horas a explicar su plan de dolarización al establishment, hace un raid por los medios y termina entreverado en discusiones airadas en televisión. El cruce con Jésica Bossi, en TN, fue el último. En las redes sociales -esa caja de resonancia bastante tóxica del microclima de la opinión pública- los mensajes mayoritarios, lejos de condenarlo, lo elogiaron. Premiaron que juegue al fleje y rompa los límites.
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“La gente está muy enojada y ya se dio cuenta que los políticos son los enemigos de su bienestar”, dice entre sus íntimos el economista que empezó a acelerar los pasos de su campaña. Además de los anuncios de candidatos en las provincias, empezará a difundir los proyectos de cada uno de los ocho ministerios en los que, dice, estructurará su gobierno.
Las malas nuevas
Las adversidades son la inflación del 6,6% de febrero y la sospecha de que ese va a ser el piso de los meses siguientes; la sequía destructiva que preanuncia carestía y falta de dólares; y ahora la inestabilidad financiera internacional por la crisis bancaria, que empezó en la pujante Silicon Valley, en California, y se diseminó con la velocidad de un virus por el mundo entero.
“Ya no hay dudas de que hay una bomba, pero lo importante es alargar la mecha, porque nadie quiere que esto explote. Por lo menos no ahora”, dicen en el campamento de Juntos por el Cambio. Modula el interlocutor lo que en público empezaron a decir otros dirigentes de JxC, arrepentidos después del comunicado que semanas atrás buscó torpedear un canje de la deuda en pesos que, más que un acto voluntario, era una imposición de la realidad. Hubo cuestionamientos sobre la forma, pero no que así como estaba era imposible pagar la cuenta.
Esa mirada de evitar un colapso repentino, inminente, la comparten Larreta, los radicales Gerardo Morales y Facundo Manes y algo, también, Bullrich. Todos necesitan para encontrar su lugar en JxC que el gobierno de Alberto y Cristina Fernández mantengan por ahora el control sobre las principales variables. Cualquier escenario es menos malo que perder el control.
El aumento del costo de vida, señales de paulatina desaceleración de la actividad económica, retrasos acumulados de importaciones críticas, y los aumentos salariales que están quedando en el primer cuatrimestre por debajo de las previsiones inflacionarias agravan una situación cada vez más frágil.
En la oposición y el oficialismo miran que Macri está en otra sintonía. Más jugado a exponer los desequilibrios que deja el cuarto gobierno kirchnerista, el ex presidente regresa el lunes a la Argentina dispuesto a intervenir en el diseño del próximo oficialismo, tanto en los nombres como, sobre todo, en el rumbo.
No dice por ahora si será o no será candidato a presidente y pivotea entre ser mentor y ejercer cierto tutelaje del poder del futuro. Lo hace porque puede.
Macri estará hoy en Chile, según lo anunció el ex presidente Sebastián Piñera, a las 16.15, en la casona Las Condes de la Universidad Andrés Bello, para poner en marcha una internacional de ex mandatarios de la derecha de Iberoamérica, que se prometieron enfrentar y revertir la ola de gobiernos de izquierda de América Latina.
El “Grupo Internacional Libertad y Democracia”, está integrado además de Piñera y Macri por Vicente Fox y Felipe Calderón (México), Iván Duque y Andrés Pastrana (Colombia), José María Aznar y Mariano Rajoy (España), y Jorge Quiroga, entre otros. No están juntos sólo por la política, sino porque entienden que los gobiernos de izquierda enfrentan serias dificultades que pueden debilitar las instituciones. El grupo de ex presidentes busca “contar con un espacio de reflexión, coordinación, diálogo y acción para fortalecer la libertad y la democracia en Iberoamérica”. En buen romance: volver a ser poder.
Es la otra campana de lo que habrá la semana próxima en Buenos Aires, con una reunión del Grupo de Puebla, la otra internacional, de izquierda, que es animada por Andrés Manuel López Obrador (México) Lula Da Silva (Brasil), Marco Enríquez-Ominami (Chile), Ernesto Samper (Colombia), Pepe Mujica (Uruguay), Fernando Lugo (Paraguay), Evo Morales (Bolivia), entre otros.
Será en el marco de la semana en la que se recordará el 24 de Marzo, el Día de la Memoria por el inicio de la última y más sangrienta dictadura militar, a la luz de los 40 años de la democracia que se celebrarán el 10 de diciembre. Ese día debería asumir el nuevo presidente. ¿Y si fuera Javier Milei?
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