De poco parece haber servido la embestida, secuenciada en tres etapas, que desarrolló cuidadosa y ruidosamente el kirchnerismo la semana pasada para empujar a Alberto Fernández a que decida qué hará en las próximas elecciones. Mientras se recupera de la intervención quirúrgica en su columna, que lo obligó a modificar su actividad oficial, el Presidente sólo está decidido a estirar el momento de la definición. Contradictorios, en su entorno algunos funcionarios ponen en duda que vaya a competir, mientras que otros, en simultáneo, agregan que muy probablemente se lance. Todos coinciden en que estirará el anuncio, por sí o por no, hasta el límite, a pesar de la presión cada vez mayor del ala de Cristina Kirchner, que parece quedarse sin herramientas políticas para forzar a quien alguna vez fue su delfín.
Según deslizan en Gobierno, Alberto Fernández esconde su decisión porque presupone que, en caso de que el kirchnerismo asuma que buscará la reelección, a Cristina Kirchner no le quedaría otra alternativa que romper, para no participar en las PASO del Frente de Todos. No sería la primera vez. Cuando Randazzo anunció que competiría en las internas del peronismo, en 2017, CFK se fue con Unidad Ciudadana.
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En este contexto, algunos de sus alfiles del primer mandatario niegan a rajatabla sus intenciones electorales. “Alberto no está en campaña, está poniendo en valor la gestión”, dijo esta semana uno de los protagonistas del esquema de poder del primer mandatario. “Ya empezamos las primeras reuniones en Matheu -por la sede del PJ- para empezar a armar el comando de campaña”, sostuvo, en paralelo y por el contrario, otro armador de Alberto Fernández. Es difícil discernir cuál es la realidad, y cuán avanzados están los planes. Sólo está claro que el mismo “albertismo”, sin una directiva clara desde la cúpula unipersonal, aparece más que lejos que nunca, si cupiera, de funcionar como un bloque con un objetivo en común.
La indefinición parte del mismo jefe de Estado, que oscila en público y en privado con sus respuestas abiertas sobre los interrogantes sobre su candidatura. Que a su vez, generan chispazos y malestares en la Casa Rosada y espacios de poder afines. “Esto se está transformando en un mamarracho”, dijo un albertista de la primera hora, disgustado por aquellos que hablan de generar avales y nombrar apoderados con la vista en la postulación oficial del Presidente.
En paralelo, el kirchnerismo hierve frente a la procrastinación. Desde la semana pasada venían advirtiendo que el principal reclamo ya no era que se bajara, sino que decidiera qué hará. Pero poca respuesta tuvieron, inclusive después del belicoso acto en Avellaneda, donde Máximo Kirchner prácticamente instó al primer mandatario a correrse “con humildad”.
Mientras pasan los días´y Alberto Fernández se somete a estudios por su salud y a una intervención quirúrgica, en el ala dura del Gobierno muestran cada vez mayor impaciencia y denuncian que la insólita postergación sobre los planes del jefe de Estado es velada. “Ganar tiempo es lo que más le importa hoy a Alberto, está hibernando en verano”, dijo un avezado funcionario K.
En La Cámpora registran que, después de acelerar a fondo la campaña desde el comienzo del 2023, Alberto Fernández bajó los decibeles. No publicó más spots en modo candidato -las últimas dos piezas fueron difundidas en enero- y bajó el nivel de confrontación con la oposición y en la interna, a pesar de que le llueven las críticas del sector duro.
El paso del tiempo, creen en la organización de Máximo Kirchner, lo beneficia sobremanera, cuando faltan menos de cuatro meses para el cierre de listas. “Se comió todos los cachetazos en la mesa (política), y se dio cuenta de que cuanto más tarde en definir, menos posibilidades le da al resto de generar un candidato propio”, agregan cerca de la vicepresidenta.
La indefinicion de Cristina Kirchner y de Sergio Massa, los otros fundadores del Frente de Todos que también se perfilan como posibles candidatos, analizan en las oficinas que comulgan con la vicepresidenta, favorece a Alberto Fernández. “Hoy, el tiempo es el oxígeno de Alberto y de su eventual búsqueda de la reelección. Eligió un ostracismo forzado, que tiene una intencionalidad. Él sabe manejar los tiempos”, deslizó un armador k, en el mismo sentido.
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En la Casa Rosada, es cierto, mantienen la indefinición. Hace dos semanas que Alberto Fernández parece haberse corrido, en público, de la arena de la discusión electoral. En cambio, se dedica a hablar o accionar en temas vinculados estrictamente de la gestión. Su última aparición de peso fue con el anuncio sobre el paquete de medidas para mejorar la situación del narcotráfico en Rosario, hace 9 días.
De todas formas, su estrategia no comprende solamente a la figura presidencial. Mientras Alberto Fernández calla y gana tiempo, su principal espadachín en los medios, Aníbal Fernández, embiste y resiste las críticas de La Cámpora sin descanso y con llamativa animosidad, con referencias a las (in)capacidades de Máximo Kirchner y su tropa. Esta semana deslizó que la orga es “una calamidad”, en una lista junto a la pandemia y la guerra en Ucrania, aunque luego aclaró que se le había “escapado”.
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