“Vamos para adelante con Cristina presidenta. Basta de proscripción”, rezaba uno de los afiches que el kirchnerismo distribuyó por las calles y por las redes sociales el último jueves, cuando el Tribunal Oral Federal N°2 publicó los argumentos de la condena a Cristina Kirchner en la causa Vialidad. Los dos ejes discursivos son los que atraviesan al ala K del Gobierno en este tiempo y los que generan una división en el peronismo.
En el Frente de Todos, salvo los dirigentes ultra K, nadie avala técnicamente la proscripción. ¿El motivo? No existe. La condena no está firme y tiene dos instancias más de apelación. Sin embargo, se aferran al carácter simbólico y se acoplan a un relato que sostiene la idea de que hay una persecución judicial contra la Vicepresidenta y que el objetivo final es que no sea candidata en las elecciones este año.
La figura de CFK es tan fuerte y convocante que hay circunstancias como estas donde el peronismo se mueve en masa. Nadie queda desalineado del discurso hegemónico que comenzó a instalarse desde el corazón de La Cámpora y que se propagó por las arterias peronistas durante las últimas semanas. Conveniencia más que convicción.
Prueba de esa situación es el retrato de la realidad que hizo un ministro nacional en las horas previas a que se conozcan los fundamentos del fallo: “En un momento de reorganización política como el que vive el peronismo, el kirchnerismo te lleva el discurso hacia un extremo con el operativo clamor y te obliga a hablar de proscripción y de la agenda judicial. Te condiciona porque si decís lo contrario, quedas expuesto”.
Esa teoría no es aplicable para el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, que está cada vez más distanciado del kirchnerismo y que mantiene un enfrentamiento interno con La Cámpora, quien aseguró que “Cristina no está proscripta”. Lo que el histórico funcionario dice con la luz prendida, una gran cantidad de dirigentes lo respaldan off the record.
Si bien la Vicepresidenta sigue teniendo absoluta centralidad en el Frente de Todos, ya no logra el alineamiento pleno, como el que obtuvo hasta el 2019. Una señal de que el poder no solo se le escapa de las manos a Alberto Fernández, sino también a ella, la principal impulsora de la coalición electoral que gobierna actualmente y que está envuelta, desde hace un año y medio, en una crisis política autogenerada.
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La posibilidad de que Cristina Kirchner sea candidata atraviesa a todo el oficialismo en esta instancia del calendario electoral. La incertidumbre es tal que en el interior de la alianza peronista hay quienes creen que realmente puede competir para volver a la Casa Rosada, los que entienden que el camino lógico es que sea candidata a senadora nacional y los que creen que cumplirá con su palabra y no competirá.
En las distintas terminales peronistas predomina la idea de que CFK competirá como senadora por la provincia de Buenos Aires. Hay dos motivos que alimentan esa postura. El primero es que el kirchnerismo necesita retener la provincia y poblar las legislaturas de dirigentes propios para conservar el poder de fuego. La segunda es que, basada en la idea de que la Justicia la perseguirá con el fin de encarcelarla, la Vicepresidenta necesita resguardarse en los fueros.
“El operativo clamor divide al peronismo. Para lo único que le sirve al kirchnerismo es para pelear un lugar en las listas. La indefinición que se genera sobre la figura de Cristina impide que aparezcan posibles candidatos”, sostuvo un importante dirigente social, agobiado por la interna y por una discusión sobre el futuro de la Vicepresidenta que genera agotamiento en la fuerza política.
En los movimientos sociales flota una idea en forma permanente y uno de los principales líderes la graficó en pocas palabras. “Las candidaturas de Alberto y de Cristina dividen al espacio. Deberían darse un baño de humidad y abrir el juego para que haya una gran PASO con tres o cuatro candidatos. De esa forma el peronismo sería competitivo”, sentenció.
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Esa mirada también existe en la CGT, entre algunos gobernadores y en una gran mayoría de legisladores del interior del país. Los que más se amparan en la figura de CFK, como ha sucedido a lo largo de la última década, son los intendentes peronistas del conurbano, quienes reconocen que es la dirigente que mejor mide, aunque ya no tenga la popularidad de antes. Se paran debajo del paraguas protector.
Los jefes comunales de más experiencia piden “paciencia” para que Cristina Kirchner defina su futuro electoral, pero reconocen que el objetivo detrás del operativo clamor es “juntar poder”. Es un movimiento que le sirve a ella para tener el dominio casi absoluto de la lapicera pero, sobre todo, a su espacio político, que depende de su permanencia en el tiempo para conservar influencia en el armado político.
Existe un desgaste lógico del kirchnerismo y su estadía en el poder. Eso es lo que piensa y dice Alberto Fernández desde hace más de dos años a una gran cantidad de interlocutores. No es nuevo. Por eso está convencido que se necesita una renovación en los liderazgos y la conducción del peronismo. Para eso pueden servir las PASO que tanto impulsa.
Se trata de dirimir con los votos sobre la mesa si la locomotora del peronismo la sigue controlando el kirchnerismo, como lo viene haciendo desde el 2003 a esta parte, o si la versión del peronismo clásico, más vinculado a algunos gobernadores del PJ o a dirigentes como Daniel Scioli o Sergio Massa, es la que empieza a marcar un nuevo rumbo del espacio político.
“El kirchnerismo está obligado a hacer esta jugada del operativo clamor porque lo que está en riesgo es su paquete accionario en el Frente de Todos y ese poder es clave para discutir candidaturas”, reconoció un kirchnerista paladar negro, con largo recorrido en las filas K.
En definitiva, parece tratarse de una jugada política para concentrar el mayor poder posible y, en el momento indicado, volcarlo sobre la mesa para discutir las candidaturas. En el peronismo se expande la teoría de que Cristina no tiene el suficiente respaldo popular para ser candidata a presidenta. No es competitiva para ganar una elección que, según la mayoría de las proyecciones, se terminará definiendo en un balotaje.
La última semana se publicaron dos estudios que marcaron las deficiencias de Cristina Kirchner en materia electoral. Una de ellos, de CB Consultora, indica que durante el último mes la Vicepresidenta bajó su imagen positiva en todos los distritos del conurbano bonaerense, el punto geográfico donde el kirchnerismo concentra el mayor poder. En La Matanza, por ejemplo, tiene casi el 50% de imagen negativa.
Otro estudio es el de la consultora Escenarios que indica que el Frente de Todos no puede reemplazar el poder electoral de CFK. Si ella no está en algún sector de la boleta, el peronismo podría caer por debajo de los 30 puntos, lo que implicaría una derrota asegurada de antemano. Ese mismo trabajo advierte que en todos los escenarios de balotaje la Vicepresidenta pierde con la oposición. Sea el que sea el contrincante. Motivo por el que en gran parte del peronismo aseguran que “Cristina no es una candidata ganadora”.
La falta de consenso sobre una posible candidatura de Cristina expone las distintos criterios que sobreviven en el Frente de Todos. “Es la que más votos tiene y la única que nos puede sacar de este momento”, reconoce un legislador camporista. Mientras que un par suyo del interior advierte: “Tiene un techo electoral que le impide ganar y si ella pierde en una elección presidencial, se acabó su liderazgo y La Cámpora pierde mucho poder”.
La figura todopoderosa de Cristina Kirchner divide el peronismo después de tres años de gestión donde su conflictiva relación con Alberto Fernández ha desilusionado a una gran parte de la dirigencia. Así como no hay consenso sobre la reelección del Presidente, tampoco lo hay sobre una posible candidatura de la Vicepresidenta.
Esa falta de apoyo, por el momento, no se materializa en público, donde predomina el relato del kirchnerismo duro, que ha instalado la idea de su regreso a la arena electoral. Todos esconden las cartas en el juego nacional y se concentran en sus territorios, donde deben cuidar el poder real que controlan. El gran problema que tiene, y asume, el oficialismo es que no poseen candidatos competitivos. “Cristina presidenta”, es un lema de nicho dentro del amplio mundo del peronista.
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