Este año no será uno más para Hugo Moyano. A sus 79 años, cumplidos el 9 de febrero, irá a las urnas en octubre próximo para buscar su novena reelección consecutiva al frente del Sindicato de Camioneros de CABA y la Provincia de Buenos Aires, casi en forma simultánea con las elecciones presidenciales en donde terminará el mandato de Alberto Fernández, su amigo y aliado político.
Pero, además, este 2023 es el año en que sus hijos se despegarán como nunca de su influencia sindical y política. Pablo, su hijo mayor, con el que está peleado por la crisis de la obra social camionera y por eso no fue reelegido hace dos años como adjunto de la Federación Nacional de Camioneros, da señales de autonomía respecto de su papá (dicen que incluso casi ni pisa su oficina en el sindicato). Aunque hay versiones de todo tipo sobre su presente y su futuro sindical, sigue como número dos en Camioneros y mantiene un acercamiento al kirchnerismo que no comparte nadie del clan Moyano.
Facundo, el ex diputado y dirigente del Sindicato de Peajes, está cerca de Hugo en los planes de expansión del moyanismo en otros gremios, profundizó su postura antikirchnerista a partir de la renuncia a su banca legislativa y es el miembro de la familia con una agenda distinta: en 2014 presentó en el Congreso un proyecto de democratización sindical, resistido por casi todo el PJ y sus colegas sindicales, y desde hace dos años insiste en la necesidad de debatir la actualización de la la legislación laboral: “Con un 40% de trabajadores no registrados, tenemos que discutir el sistema laboral, impositivo y previsional”, dijo en 2020. ¿Se acercará de nuevo a Sergio Massa? En realidad, nunca se pelearon y Facundo volvió a ser hoy el Moyano más cercano al ministro de Economía.
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Donde se instaló la grieta es entre Pablo y Facundo luego de que el dirigente de los peajes criticó a su hermano por su simpatía K en una entrevista con Infobae: “Con la historia de lucha que tienen Hugo (Moyano) y Camioneros, es una lástima que vaya atrás de las ambiciones políticas y electorales de La Cámpora y que los quieran utilizar como fuerza de choque”, dijo el ex diputado al cuestionar al cotitular cegetista. Desde entonces, según sus allegados, no hablaron ni se vieron.
Karina, fruto del primer matrimonio del líder camionero, es una psicóloga social que viene tratando de apuntalar el Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo (CET), la agrupación política que fundó su papá en 2014 y que siempre obtuvo pocos votos, y que en 2021 llegó a la conducción de la Federación de Camioneros como secretaria de la Mujer. Su nombre salió en todos los diarios cuando le secuestraron una millonaria suma de dinero (600 mil pesos y más de 400 mil dólares) en un allanamiento en una causa por drogas y, además, cuando, en una causa que investiga lavado de dinero, le embargaron una propiedad en el barrio de Boedo, valuada en 153 millones de pesos. Hace una semana, gracias a su hermano Pablo, fue designada secretaria adjunta de una fracción moyanista de las 62 Organizaciones, el brazo político del gremialismo peronista, dividido en tres partes.
Hugo Jr., o “Huguito”, el abogado laboralista del sindicato y estratega legal del moyanismo, también se incorporó hace dos años a la federación como secretario de Coordinación de Asuntos Jurídicos. Y Jerónimo, el menor del clan Moyano e hijo de la actual esposa del líder camionero, Liliana Zulet, es un veinteañero entusiasta al que su padre lleva a todas partes (estuvieron juntos en el palco del Congreso cuando se hizo la última Asamblea Legislativa y en la polémica foto junto con Alberto Fernández en la Quinta de Olivos, en plena cuarentena obligatoria y sin barbijo). No es un mero acompañante: se había sumado a la gestión de su papá en el Club Independiente y desde diciembre de 2021 es otro de los hijos de Moyano que se incorporó a la federación, en este caso como secretario de la Juventud.
Papá Moyano ya no es el que era en el apogeo de la “patria camionera”, a partir de 2003, cuando Néstor Kirchner lo eligió como socio sindical para fortalecerse a raíz del conocido “defecto de origen” de su gestión: el 22% de los votos con los que tuvo que asumir como Presidente ante la renuncia de Carlos Menem al ballotage. Esa condición de favorito del primer gobierno kirchnerista le brindó ventajas económicas y otras estrictamente sindicales que fueron facilitadas desde el poder político.
a desde 1999, el Sindicato de Camioneros había sido autorizado a extender su representación a actividades como logística y distribución, y ese fue el inicio de una estrategia (bendecida desde 2003 por el Ministerio de Trabajo) que contempló una larga serie de “robos” de afiliados de otros sindicatos: supermercados, correos, catering, establecimientos mayoristas, tintorerías, aguas gaseosas y perfumistas son algunas de las actividades que, sólo hasta 2011, le permitieron a Moyano sumar unos 26.000 afiliados de Comercio, 10.000 del gremio que agrupa a los trabajadores de seguridad, 5.000 de Aguas Gaseosas y unos 2.000 de Carga y Descarga.
Hoy, el líder de Camioneros continúa activo, aunque comenzó a delegar tareas en sus hijos y algunos de sus colaboradores de confianza. En su entorno aseguran que quedó afectado por la pandemia. En esos días monitoreaba el sindicato encerrado en su casa del barrio de Barracas, de donde salió muy pocas veces durante la cuarentena obligatoria porque estaba preocupado para no contagiarse de Covid-19: integraba los grupos de riesgo por su edad y algunas enfermedades preexistentes.
A tono con la crisis del sector y la pérdida de poder sindical, Camioneros dejó de tener la paritaria “testigo” que marcaba el ritmo a los demás aumentos salariales y que siempre conseguía fuertes alzas. En 2022, por ejemplo, el 131% de aumento reclamado el gremio se terminó rebajando en 48,9 puntos hasta llegar a un 82,1% anual en cuatro tramos, más un bono de 100.000 pesos en otras cuatro cuotas (desde marzo de 2023) que perdió ante la inflación del año pasado.
De la misma forma, el sindicato de los Moyano que había hecho de los bloqueos a las empresas su marca registrada, debió recalcular esa modalidad extorsiva de protestas luego de que un grupo de pymes se unió en el Movimiento Empresarial Anti Bloqueos (MEAB) y diseñó una exitosa estrategia jurídica que permitió un saldo impactante: en agosto pasado había 10 dirigentes y activistas sindicales detenidos, 51 imputados y una veintena que irá a juicio en unos 30 bloqueos en casi todo el país.
Hoy, sólo quedan 2 detenidos (el líder del Sindicato de Camioneros de San Nicolás, Maximiliano Cabaleyro, y el dirigente Fernando Espíndola), pero en 2022 aumentaron las empresas que se animaron a presentar una denuncia penal contra los responsables de los bloqueos, algo que, sumado a la acción rápida de jueces y fiscales llevó a que muchos sindicatos no concretaran o no mantuvieran este tipo de protesta extorsiva que trastorna a las pymes argentinas.
Pablo Moyano es el directivo de Camioneros más asociado con la práctica de los bloqueos, aunque su propio padre lo desplazó durante la pandemia de las negociaciones con Mercado Libre, empresa con la que estaba en conflicto por el encuadramiento de 1.200 trabajadores, porque su intransigencia complicaba la relación del Gobierno con el empresariado. Lo mismo sucedió tras un bloqueo en el Parque Industrial Ader, de Villa Adelina, y en la similar protesta en los supermercados Walmart para que aplicaran la llamada “Ley Moyano”, que consistía en echar a 500 de los 718 empleados del centro de distribución de la empresa en Moreno, pagarles la doble indemnización y volver a emplearlos.
El hijo mayor de Hugo Moyano fue armando una suerte de ejército de incondicionales como Oscar Borda, el polémico jefe de Logística del sindicato que lideró la patota que controló los precios en los supermercados en enero pasado y que en 2022 encabezó el ingreso de matones a la empresa Milo, en Avellaneda, donde atacaron salvajemente a sus dueños e hirieron a 6 trabajadores.
En la CGT, donde es uno de sus 3 cotitulares, ostenta el récord de no haber concurrido al congreso cegetista que lo eligió (dijo que no se sentía bien, aunque se sospecha que lo hizo para diferenciarse de sus flamantes colegas) y tiene una mala relación con el sector mayoritario de la central obrera, que integran “los Gordos”, los independientes y el barrionuevismo. Su alineamiento con el kirchnerismo hizo que Pablo Moyano se alejara de parte de su familia y de muchos de los dirigentes de la CGT: hoy, armó una suerte de central paralela desde el Frente Sindical para el Modelo Nacional (donde milita junto con Mario Manrique, de SMATA, entre otros) y en alianza con dirigentes alineados con Cristina Kirchner como los de la Corriente Federal de Trabajadores (con Sergio Palazzo, de bancarios, como estrella) y de la CTA kirchnerista, encabezada por el diputado nacional Hugo Yasky.
Hace una semana, Pablo impulsó la creación de una versión moyanista de las 62 Organizaciones, la tradicional sigla que lideró el legendario Lorenzo Miguel, y logró que su hermana Karina fuera nombrada secretaria adjunta. Al frente de la estructura quedó Marcelo Pariente, jefe del sindicato de los motoqueros. De esta forma, hoy conviven tres fracciones distintas con el mismo nombre, el mismo objetivo político y distintos padrinos dentro del peronismo: además de la moyanista están las 62 lideradas por el textil Hugo Benítez, cercana a la conducción de la CGT, y la que encabeza el taxista José Ibarra, identificada con el fallecido “Momo” Venegas, un peronista que se convirtió en el principal aliado sindical de Mauricio Macri antes de llegar al gobierno. A esta triplicación de las 62 habría que sumar al Movimiento Nacional Sindical Peronista, la estructura que lanzó el sector mayoritario de la CGT para disputar espacios de poder en el Frente de Todos y presionar por más lugares en las listas.
Lo curioso de la jugada de Pablo Moyano es que hace unos 20 días su padre y su hermano Facundo se reunieron y se fotografiaron con Ibarra, que pilotea las únicas 62 Organizaciones con reconocimiento de la Inspección General de Justicia. ¿El cotitular de la CGT armó sus propias 62 como parte del enfrentamiento con su papá? Pablo y Hugo se pelearon a raíz de la delicada situación financiera de la obra social camionera (OSCHOCA), cuya administración está en manos de la empresa IARAI, de la que es propietaria la esposa de Moyano, Liliana Zulet, y que está presidida por su hija, Valeria Salerno. La aguda crisis de la obra social y la prosperidad de la empresa que la gerencia fue el contraste que le habría reprochado Pablo a su papá y todo terminó en una pelea que sigue creciendo.
¿Crecerá tanto que alterará la continuidad de Moyano padre e hijo en la lista única que participará de los comicios del Sindicato de Camioneros de CABA y la Provincia de Buenos Aires? En un mar de dudas, lo único probable es que la votación se anticipe para que no coincida con las elecciones presidenciales, esa instancia decisiva en la que el clan familiar, cada vez mas dividido, apostará a candidatos distintos del Frente de Todos y ante la cual buscarán cómo tener espacios para lograr más poder. Como está hoy el oficialismo, nadie cree que alguno de los Moyano logre ese milagro.
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