Los pases de factura cruzados en el Frente de Todos se multiplicaron a la velocidad de la luz en los últimos tres días, cuando la crisis narco en Rosario se transformó en el tema central de la agenda pública nacional por el ataque a la familia de Lionel Messi. Mientras crecen los reclamos de las autoridades locales y proliferan las críticas impiadosas de la oposición, Alberto Fernández intenta, por ahora sin éxito, unificar esfuerzos en el Gobierno para hacer frente al conflicto. Mientras tanto, evita visitar el distrito, a pesar de los pedidos para que vea de cerca la situación. “Podría ser contraproducente”, se atajan en la Casa Rosada, donde temen embarrar aún más el territorio político en la previa de la campaña.
El kirchnerismo duro dejó a Alberto Fernández solo frente al estallido. Cuatro días después de la balacera contra el supermercado de los Roccuzzo, las voces cantantes habituales de Cristina Kirchner evitaron referirse al crimen de Rosario, con excepción de Sergio Berni, que está alejado políticamente del espacio de la vicepresidenta pero sigue al mando del Ministerio de Seguridad bonaerense, bajo la órbita del gobernador Axel Kicillof. Y cuando habló, en una entrevista televisiva, disparó sin misericordia contra la gestión nacional.
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Sólo un dirigente K, de corte moderado pero con peso específico propio, se metió de lleno, con una intervención casi fortuita. El ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, uno de los posibles precandidatos a la Presidencia, tenía prevista, con varios días antes del atentado, la entrega de tecnología y recursos económicos a Santa Fe, anteayer, y aprovechó la puesta en marcha de la medida, en una reunión con el gobernador Omar Perotti, para concentrar las miradas.
El encuentro oficial, que estaba pautado desde el viernes anterior, se puso en duda el día previo: tanto en la provincia como en Interior vacilaban sobre la conveniencia de aparecer en público con un anuncio en un contexto delicado, porque temían figurar como oportunistas. Pero decidieron correr el riesgo.
El más interesado en avanzar, confiaron fuentes al tanto de los diálogos, era Perotti. Enojado con el Presidente, al mostrarse con el alfil de Cristina Kirchner quería enviarle un mensaje a los cuatro vientos. Como si fuera poco, durante la visita a la Casa de Gobierno ni siquiera preguntó si podía verlo. A su vez, Alberto Fernández ignoró su presencia, y se recluyó en su despacho. En Balcarce 50 aseguraron que no había necesidad de que lo recibiera personalmente y argumentaron que era suficiente con una charla con el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, que tuvo lugar antes de la entrega de una app de reconocimiento llamada SIS y de fondos para la compra de cámaras.
Ese día Alberto Fernández atravesaba un vendaval de críticas por sus polémicas declaraciones sobre los rosarinos, a las que se había sumado la controversia por los dichos de su encargado de Seguridad y soldado más fiel, Aníbal Fernández, porque admitió que “los narcos han ganado”. En el convulsionado contexto político, después de la reunión entre De Pedro y Perotti -de la que, además, había sido excluido-, el Presidente se acercó personalmente al ministro, que habita la planta baja de la Casa Rosada. Estuvieron reunidos durante poco tiempo, y si bien desde sus respectivos entornos confirmaron el encuentro, mantuvieron bajo siete llaves el contenido preciso.
“Hablaron del desastre de Rosario, los detalles les interesan a ellos”, esquivó un funcionario del círculo albertista. Otro ladero del Presidente le restó importancia. “Fue una reunión de trabajo. Alberto se ve seguido con todos sus ministros. Ustedes preguntan cosas raras”, dijo, ante la consulta de este medio sobre el contenido de la charla. “Si estuvieron reunidos como dos horas el otro sábado, ¿cuál es la novedad?”, esquivó un tercer alfil del Presidente.
La relación del primer mandatario con su ministro del Interior es prácticamente nula. Apenas se ven, y se comunican escasamente después de la serie de enfrentamientos públicos que protagonizaron desde la derrota en las elecciones legislativas por diferencias sobre la gestión. La última pelea de la saga fue hace algo más de un mes, cuando De Pedro le echó en cara que no lo hubiera invitado a una reunión con organismos de Derechos Humanos con Lula da Silva. Aquel cruce, que generó una ola de rumores de ruptura, puso en vilo al Frente de Todos. Y si bien el Presidente y el ministro se reunieron, una vez, para poner paños fríos en la interna recalentada, el vínculo sigue muy tenso. Ayer, admitieron en estricto off the record desde el Gobierno, el primer mandatario buscaba sintonía con De Pedro para enfrentar la crisis política en conjunto.
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Además de acercarse al soldado de Cristina Kirchner, el Presidente se apoya en Rossi para bajar los humos al conflicto. El ministro coordinador, que acaba de asumir, es rosarino, y su origen resultó ser un elemento a favor en una semana caótica para la Casa Rosada. A pesar de que se había enfrentado con Perotti en las internas de las últimas elecciones provinciales, donde terminó derrotado, Rossi se había acercado al gobernador y a Javkin, el mismo día en que asumió, para ponerse a disposición en la crisis narco y transmitirles que tenía planeado, desde su nuevo rol, dejar atrás las rivalidades políticas. Una semana después de tomar el mando, tras la irrupción de la problemática narco en la agenda pública, se valió de la relación con las autoridades provinciales para presentarse como mediador político entre el tándem conformado por la gobernación de Santa Fe y la intendencia de Rosario, por un lado, y la dupla entre Alberto y Aníbal Fernández.
El siguiente paso obvio en la lista de acciones para aquietar las tensiones sería presentarse de manera oficial en Rosario, pero en el Gobierno dudan sobre la conveniencia de ir, y por ahora no lo tienen en sus planes. Están en una encrucijada. Si el ministro de Seguridad, el Presidente o el jefe de Gabinete no se muestran allí, podrían aparecer como indiferentes. Pero temen que generen más problemas si lo hacen.
Es que en varias de sus apariciones públicas en el conurbano y el interior, durante el verano, el Presidente fue abucheado o escrachado. Y aunque en la Casa Rosada calificaron a los grupos que sabotearon los actos como diminutos, son conscientes del ruido que generan. En el actual contexto, consideran que el Presidente muy probablemente podría ser víctima de una maniobra similar.
De hecho, deslizan que el propio mensaje mafioso contra Messi y Javkin fue una forma de campaña sucia de la oposición. “Como pudimos solucionar el apagón y no tenían con qué pegarnos, inventaron esto. Hay que preguntarse quién terminó dañado y quién salió beneficiado, esto no fue narco, ni fuego amigo”, explicó sus sospechas un alfil del Presidente, convencido de que el incendio en General Rodríguez, que generó un corte eléctrico en la mitad del país, también fue provocado para dañar al Gobierno.
Mientras las autoridades nacionales se recluyen en la Ciudad, los referentes de Juntos por el Cambio ganan terreno. Sin mayores demoras, ayer Horacio Rodríguez Larreta se tomó un avión a Rosario para encontrarse con el intendente Javkin y capitalizar el mal momento de la administración nacional para su campaña. El presidenciable de PRO se dio todos los gustos: exhibió su agenda de seguridad, se aferró de los traspiés del Gobierno en los últimos días, y logró mostrarse alineado con el jefe comunal del Frente Cívico y Social, la fuerza oficialista a nivel local que se autoreivindica opositora al FDT pero también suele tomar distancia de Juntos por el Cambio.
La maniobra de Larreta causó irritación en el Gobierno, inclusive más que las declaraciones incendiarias de la presidenta de PRO y ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Pero aún no se deciden a ir. Por lo pronto, el miércoles está prevista la firma del convenio entre la UIF y Santa Fe para abrir la “delegación Rosario” que se había anunciado apenas asumió Rossi. Sería el contexto adecuado para una visita, pero hasta el momento en el Gobierno lo descartan, por temor a que provoque un efecto contrario a lo que más desean: calmar la animosidad política en la previa de la campaña electoral.
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