Las diferencias políticas entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner gatillaron una nueva escalada palaciega que fracturó a la Cancillería en dos partes: la vicepresidenta movió su influencia interna para lograr que el canciller ruso Serguéi Lavrov fuera recibido en la Casa Rosada tras su próxima visita al gobierno de Lula da Silva, que es aliado geopolítico de Vladimir Putin y se encuentra diseñando una propuesta de paz en Ucrania resistida por Estados Unidos y la Unión Europea.
Por razones de puro pragmatismo, que se justifican en Gobierno por la necesidad de preservar las relaciones con Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI), Alberto Fernández y su canciller Santiago Cafiero rechazaron las intenciones geopolíticas de CFK.
Cristina utiliza como lobbistas a favor del Kremlin al vicecanciller Pablo Tettamanti y al embajador argentino en Rusia, Eduardo Zuain. Tettamanti recibió la Orden de Amistad concedida por Putin en 2017, y ha ejecutado silenciosos actos de desobediencia a la agenda diplomática vinculada a Rusia que trazan Alberto Fernández y Cafiero.
Zuain detenta una relación profunda con la nomenclatura que opera desde el Palacio del Kremlin y fue ideólogo del Memorándum con Irán por la causa AMIA.
La vicepresidenta considera que la Casa Rosada tiene una mirada proclive a Estados Unidos y Europa respecto al conflicto en Ucrania, y protege a Tettamanti y Zuain cuando juegan a espaldas de la Cancillería para beneficiar las acciones de propaganda que empuja Putin para ocultar su responsabilidad geopolítica y penal en la guerra que azota al mundo.
El canciller ruso Lavrov aterrizará en Brasilia -durante abril- para maquillar en el Cono Sur las consecuencias globales causadas por la invasión ilegal a Ucrania. Lula y Putin son socios en los BRICS, y el presidente socialista diseña un plan de paz que dialoga con China y es resistido por la Casa Blanca y la Unión Europea.
En este contexto regional, Tettamanti y Zuain forzaron una ofensiva diplomática en el Palacio San Martin para lograr que Lavrov extienda su gira a Buenos Aires. Apoyados por CFK, el vicecanciller y el embajador en Moscú argumentaron que Argentina no podía respaldar una guerra en Ucrania provocada por la OTAN y que debía mantenerse neutral ante el respaldo bélico de Occidente al gobierno de Volodimir Zelensky.
El canciller rechazó los argumentos de Tettamanti y Zuain. Cafiero sabe cómo afectó la relación diplomática con Joseph Biden que Alberto Fernández haya ofrecido a la Argentina como puerta de entrada de Rusia en América Latina, y se plantó ante los funcionarios del Palacio San Martín que mejor sintonía tienen con el Instituto Patria.
Sin embargo, Tettamanti y Zuain no cancelaron su operación diplomática. Al contrario: insistieron con apoyar a Rusia recordando que Putin envió vacunas durante la pandemia y que Moscú puede facilitar inversiones para mejorar la matriz energética y aportar fondos para comprar los eventuales excedentes de la producción de hidrocarburos.
Cafiero replicó que la energía se puede vender en todos los mercados -incluida Rusia-, que Putin ejecutó una invasión ilegal que violó todas las normas del derecho internacional, que Argentina integra Occidente y que no puede quedar al lado Moscú, Beijing y los regímenes caribeños que lideran Nicolás Maduro en Venezuela y Miguel Díaz Canel en Cuba.
Pese a las respuestas de Cafiero, el vicecanciller y el embajador ante el Kremlin no aplacaron su operación diplomática, y volvieron a la carga cuando se conoció que decenas de embarazadas rusas y sus maridos o parejas habían llegado de manera sorpresiva a Ezeiza. Tettamanti y Zuain cuestionaron la decisión del Ministerio del Interior -vía Dirección de Migraciones- de frenar sus ingresos a la Argentina como turistas y abogaron para que Balcarce 50 se ponga al margen de esa sospecha inmigración desde Moscú a Buenos Aires.
Frente a los distintos argumentos de Tettamanti y Zuain, el canciller instruido por Alberto Fernández se mantuvo firme para evitar que un paso en falso -recibir a Lavrov en Balcarce 50- complique la relación política con la Casa Blanca y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este organismo multilateral, que asiste con millones de dólares a la economía, es manejado por Estados Unidos que apoya a Ucrania en su guerra asimétrica con Rusia.
Se trata de una posición pragmática y realista. Si Alberto Fernández se reúne con el canciller de Putin en Buenos Aires, Joseph Biden dejará al gobierno en soledad y la economía se transformará en una montaña rusa. El Presidente, Cafiero y el titular del Palacio de Hacienda, Sergio Massa, asumen esta situación y no dudaron en cerrar filas ante Cristina, que desconoce el acuerdo con el FMI y tiene más cercanía con la posición ideológica del Kremlin.
Aún falta que mueva Lula da Silva -no quiere quedar como el único anfitrión de Lavrov en el Cono Sur-, y que Beijing active su influencia diplomática robustecida por el swap de 18.500 millones de dólares depositados en el Banco Central y las promesas de inversiones millonarias en energía y transporte.
Cristina cuenta con eso para convencer a Alberto Fernández.
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