El ataque a tiros, fueron catorce, contra el supermercado Único de la familia de Antonela Roccuzzo, y el mensaje mafioso para el capitán de la Selección Argentina, Lionel Messi, expuso ante la mirada del mundo el flagelo del narcotráfico en Rosario. Los vecinos piden seguridad y ser liberados de las bandas mafiosas que no los dejan vivir en paz. José María Di Paola, más conocido como el padre “Pepe”, es un sacerdote que conoce como pocos los sufrimientos, las necesidades del los sectores más vulnerables de la sociedad. El “cura villero” se tutea con el hambre, el flagelo de las drogas, los narcotraficantes, desde hace más de 30 años. Con Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco, recorrieron los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires, como la Villa 21-24, anclada en el barrio porteño de Barracas. El trabajo pastoral y social en el lugar, y las denuncias que el sacerdote realizó sobre el tráfico y comercialización de drogas, en ese y otros asentamientos urbanos, molestó a las bandas narcos que comenzaban a prosperar y ganar territorio. La respuesta: amenazas de muerte contra su persona y colaboradores. En diciembre de 2010 se fue a misionar al norte del país. Di Paola negó que el traslado se debió a la promesa de matarlo y tirarlo en una zanja si no se iba de la villa.
Antes, en abril de 2009, durante una homilía en la Catedral de Buenos Aires, el arzobispo de la ciudad y cardenal primado del país, su amigo Jorge Bergoglio, denunció que uno de los firmantes del documento sobre el consumo de drogas, difundido recientemente por los curas villeros, había sido amenazado de muerte. Hablaba del padre Pepe. El sacerdote denunció la intimidación ante la policía pero la investigación no prosperó. El informe que suscribía advertía sobre la proliferación del consumo de drogas en las barriadas de Buenos Aires.
En la carta pública, el grupo de sacerdotes, que vivían y trabajan en los barrios más vulnerables, sostenía que el consumo de drogas está “despenalizado de hecho” en esos asentamientos y consideraba que los jóvenes son las “primeras víctimas” de esta situación, sin que “el Estado o la fuerza pública hagan algo por ellos”.
El padre Pepe conoce como pocos, y de primera mano, la tragedia que vive Rosario, pero también otros conurbanos del país.
El presidente de la Federación del Hogar de Cristo, dialogó con Infobae a su regreso de una extensa peregrinación a lo largo de todo el país que comenzó el 7 agosto pasado en San Cayetano y que finalizará el 11 de marzo en la Basílica de Luján para celebrar los 15 años de la fundación del Hogar de Cristo y los 10 años del papado de Jorge Bergoglio.
Los Hogares de Cristo, unos 200 en todo el país, tienen como principal fin la prevención y el acompañamiento de personas en situación de alta vulnerabilidad económica y social, que atravesaron o atraviesan situaciones de consumo problemático de sustancias psicoactivas.
Sobre el crecimiento del narcotráfico dirá que “se facilita cuando no hay trabajo; cuando la sociedad está desclasada”; que en los lugares en los que se expandieron los bunkers de estupefacientes “no hay una presencia del Estado tan fuerte como en otras épocas” y que, en su extensa recorrida por los barrios más vulnerables, observó “mucha gente que fue descartada”.
Un diálogo imprescindible para comprender la realidad social argentina.
-La primer nota que le hice fue hace 28 años, en la Villa 21. Usted estaba con Jorge Bergoglio, hoy papa Francisco. Él me dijo que hable con usted porque era el que sabía. Esa vez, el tema fue los chicos del paco, el avance del narcotráfico en los barrios populares, las adicciones entre los jóvenes que morían en las calles. ¿En esas casi tres décadas cómo evolucionó la situación del narco en las villas?
-El tema se ha pronunciado. Empeoró, se profundizó. La peregrinación que hicimos por todo el país nos muestra la preocupación que tiene la gente que trabaja en pueblos, en lugares que antes no conocían la problemática de las drogas y que ahora la están padeciendo. Hay un crecimiento. Y también hay un crecimiento de gente que está trabajando, que ha tomado conciencia en lo que son las propuestas de prevención a las drogas y también de recuperación. De hecho, tenemos 200 centros barriales en todo el país fruto de la conciencia de muchos sacerdotes, religiosas, laicos que se van organizando y generan espacios para recibir a aquellas personas que están con el problema de las adicciones; como aquellos espacios que tienen que ver con el llegar antes a través del deporte de la educación y la espiritualidad.
-Es decir se incrementó el narcotráfico y también los centros de ayuda.
-Sí. Y las propuestas de prevención. Lo que vimos a lo largo del país es que mucha gente ve la dificultad, el problema, y quiere dar una respuesta.
-¿Por qué cree que el tema del narcotráfico se extendió?
-Antes uno veía la realidad de otros países y pensaba que era un problema de México, de Colombia y de pronto vemos que Argentina también lo padece en carne propia. No sé los motivos de ese crecimiento; sí podría decir que se facilita cuando no hay trabajo; cuando la sociedad está desclasada; cuando se pierden valores; cuando la comunidad no está organizada. Durante mucho tiempo acá se ha hablado mal de las instituciones y en los barrios populares lo que hace falta son instituciones fuertes: un colegio fuerte, una capilla fuerte, un club fuerte. Instituciones que hacen al bien espiritual, al crecimiento y al desarrollo de las capacidades de la niñez y de la adolescencia, fundamentalmente.
-¿Esa es la comunidad organizada?
-Sí. La comunidad organizada es la síntesis entre las organizaciones libres del pueblo y el Estado más cercano, en este caso sería el municipio o los gobiernos provinciales. Eso dependerá de cada lugar.
-Por su experiencia en el territorio, el Estado se retiró de ciudades como Rosario donde el narcotráfico avanzó con fuerza.
-No hay una presencia del Estado tan fuerte como en otras épocas. Acá hay un tema que se extiende a partir de la dictadura (militar) que se fue utilizando un concepto más liberal. Eso se fue metiendo en la vida de los argentinos, más allá de la ideología política que se profese. Es muy importante rescatar estos conceptos que tuvo la Argentina en algún momento y valorar la comunidad. La comunidad, cuando se organiza, genera propuestas en cada barrio, en cada ciudad, en cada pueblo. Eso le da la posibilidad a las personas a realizarse. Nosotros sostenemos en El Hogar de Cristo, que una persona se realiza en la comunidad y un joven se recupera en la comunidad. En los centros de recuperación utilizamos cosas que ya existen en un barrio: escuelas de oficio, escuelas secundarias, de adultos, escuelas primarias de adultos, narcóticos anónimos. Eso nos sirve como herramientas para que el joven o el adulto pueda ir creciendo en su vida espiritual, en su vida intelectual. Se realizan en la comunidad.
-En Rosario impacta la violencia. Hasta ayer asesinaron a cincuenta y nueve personas.
-El tema del narcotráfico es un tema policial. Nosotros no entendemos de eso. En Rosario hay varios Hogares de Cristo, en el barrio Ludueña, en el centro de Rosario hay uno muy grande que atiende a mucha gente que fue descartada. Esa es la otra cara de Rosario. En Rosario habrá que hacer un análisis particular de quiénes son las autoridades en el municipio. Ahí no te puedo decir.
-Cuando camina los barrios del país ¿ve mucha “gente descartada”, como los llamó, y a qué llama “gente descartada”?
-Tomo el concepto del papa Francisco. Esta parece una sociedad para un grupo y que hay gente que sobra, en los conceptos que trasmite el papa Francisco. Es así de real, por eso, lo que hacen los Hogares de Cristo, a esa gente que no entra por ningún lado, que se han caído de la sociedad, los recibimos en nuestros centros y se comienzan a desarrollar. Por ejemplo, en nuestro barrio, en la villa La Cárcova, en San Martín, el que dirige los comedores es una persona que estaba en situación de calle hace cuatro años. Hoy maneja toda la logística de los comedores. Es alguien que puede dar. Alguien que había sido descartado, hoy se trasformó en una persona muy importante dentro de la comunidad.
-¿Lo que sucede en Rosario se extiende a otros conurbanos del país?
-El Conurbano bonaerense tiene un problema similar. Es el gran problema de las ciudades. Los conurbanos tienen problemas porque están superpoblados. Hay que pensar bien en la estrategia del trabajo. Como curas de las villas siempre nos preocupó el tema del trabajo. En su momento invitamos a los candidatos a presidentes a que nos digan qué proponen para general trabajo en la Argentina.
-¿Y qué respondieron los candidatos a presidentes del año 2019?
-(Se ríe) Y bueno…No mucho…la verdad…no era lo que esperábamos. Alguno no vino.
-¿Cómo fue eso?
-Mauricio Macri no vino. Rodolfo Lavagna y Alberto Fernández sí y nos dieron algunas explicaciones, pero no era lo deseado. Falta un consenso para ponerse de acuerdo en cuáles son los problemas que la Argentina tiene y realizar una propuesta en conjunto.
-Para usted ¿uno de los principales problemas del país es el trabajo?
-No solo para mí. Los curas de las villas, que somos unos cincuenta, hicimos esta reflexión hace más de tres años, antes de las pasadas elecciones. Es una mirada de los curas de las villas, de las familias de los Hogares de Cristo, que está en todo el país. Son reflexiones que estamos haciendo y que nos parece que es el punto clave para el desarrollo de la Argentina.
Te puede interesar: Las razones de la crisis de inseguridad que sufre la ciudad de Rosario por la violencia de las bandas narco
El sacerdote se refiere al documento firmado el 1 de marzo de 2019, con motivo del Día del Trabajador, los sacerdotes y religiosas que se desempeñan en las villas de la Capital y el Gran Buenos Aires consideraron que “es urgente resolver el tema del desempleo” ante “muchas señales de pronunciamiento de la crisis de nuestros vecinos y vecinas”, que “se traduce en un marcado aumento de la falta de trabajo y de la precarización laboral, una fuerte falta de ingresos y un desánimo social”.
Por eso, dicen que, si bien saben “de la buena voluntad de varios funcionarios y personas influyentes”, consideran que “hay que dar pasos contundentes para mejorar la vida de los sectores más postergados de la sociedad”, ya que sostienen: “Los planes sociales son necesarios en momentos como este, pero no tenemos duda de que lo fundamental es recuperar un empleo digno para las familias más desfavorecidas”.
En la declaración rememorada por el padre Pepe los religiosos dicen que “la persona que no trabaja está herida en su dignidad, siente que está de sobra, que está descartada”.
A cuatro años de aquella misiva, y de cara a una nueva elección presidencial, Di Paola vuelve a recalcar la misma falencia de la clase gobernante: la generación de puestos de trabajo para devolver “la dignidad”.
“La gente quiere trabajar”, insiste el sacerdote.
-¿Qué observaron durante la peregrinación a lo largo y ancho del país?
-Nos encontramos con gente de distintos espacios, de la política, de la sociedad que valoran el lema que llevamos por todo el país: “Ni un pibe menos por la droga” rompe grietas, ayuda a poner un objetivo para todos en común. En la Argentina tenemos que buscar objetivos comunes para no perdernos en estas peleas que no aportan nada. La política tiene que buscar puntos comunes, como estos que estamos proponiendo “ni un pibe menos por la droga”. Recorrimos el país con esta bandera y apelamos a la buena voluntad de los políticos para resolver, por ejemplo, el tema de los chicos descartados por la droga. Necesitamos programas, no temas circunstanciales. Estamos hablando de urgencias de vida o muerte. Esa será la intencionalidad del mensaje final que daremos en Luján el 11 de marzo al finalizar la peregrinación.
-¿Por qué drogas se mueren los chicos?
-Se mueren por las drogas; pero también mueren por la violencia que genera el mundo de la droga. Se mueren por las enfermedades que van adquiriendo en la calle. En el certificado de defunción puede ser que diga “paro cardíaco”, pero no se dice que detrás de eso está la droga. En algunos la droga es el “Paco”, en otros por la mezcla de pastillas y alcohol; en otros barrios tendrá otro nombre, pero la cuestión es que esto es de vida o muerte.
-Y están las bandas, las familias narcos que captan a los jóvenes que no tienen trabajo, primero los trasforman en adictos, regalándoles droga; y después los trasforman en “soldaditos” por una dosis un par de zapatillas de marca.
-Las adicciones generan una adicción que después es muy difícil de revertir. Hay que darle oportunidad a los pibes para que puedan desarrollarse. Por eso, la generación de centros preventivos es fundamental.
-¿Hay mucha gente que pasa hambre en los barrios?
-Al menos que pasan necesidades sí. Hay bastante ayuda por parte del Estado; hay bastante ayuda de parte de las organizaciones sociales; de las escuelas. Algunas cosas faltan…Los planes también ayudan porque es dinero que genera una economía popular en los barrios; la Asignación Universal por Hijo. Son elementos que hoy tenemos y que estaban ausentes en la crisis del año 2001 y que han servido para que el bolsillo del pobre tenga dinero y lo pueda gastar en su propio barrio y para las necesidades más importantes, por ejemplo, puede comprar la carne y la verdura que no le da la bolsa de alimentos del Estado.
-Y qué opinión tiene sobre el debate de seguir o no con los planes sociales, si hay que darles de baja, de ajustarlos.
-Hoy día en medio de la crisis que tenemos los planes son un aporte importante para la gente más necesitada. En la medida en que alguien le consiga un trabajo y la persona deje el plan, bárbaro, el tema es conectar una cosa con la otra. Si generamos trabajo, la gente va a elegir el trabajo porque va a cobrar más que con un plan, va a tener jubilación y beneficios sociales. Hasta que no pase eso, la realidad es que hay que asistir a la gente que además se va organizando a través de cooperativas, generan una dinámica de trabajo. La economía popular va reemplazando lo que no le supo dar la economía formal.
-De la recorrida que realizaron por todo el país, ¿Qué fue lo que más lo impactó o lo conmovió?
-A mí me conmovió mucho el recibimiento en Tierra del Fuego por parte de los ex combatientes, de los veteranos de Malvinas que nos recibieron, hicieron su propio acto y le contaron su propia historia a los chicos del Hogar de Cristo y después les dijeron que eran más que bienvenidos porque ellos pasaron por lo mismo cuando regresaron de las Malvinas, la sociedad le dio la espalda, la política les dio la espalda y muchos cayeron en la droga, otros en el alcohol, otros se suicidaron, y entonces, ellos comprendían mejor que nadie lo que les pasaba a ellos. Puedo asegurar que lo que se vivió como veteranos, y ellos como los admiran por lo que han hecho por Argentina, fue una empatía tan grande que lo tengo como uno de los mejores recuerdos de la peregrinación. Le dimos una bandera con el lema “ni un pibe menos por la droga” para que lleven a Malvinas que es el mensaje que nosotros queremos que se escuche en todo el país.
Seguir leyendo: