“No hace falta que Alberto se baje de la candidatura, ya lo bajó la realidad. No lo blanquea porque todavía falta mucho para terminar el gobierno. Tiene el acto reflejo de los boxeadores a los que les están pegando arriba del ring y saben que no van a ganar. Levanta los brazos y se cubre para que no le entren todas las manos. Aguanta”.
La definición, con metáfora deportiva incluida, pertenece a un ministro del gabinete nacional que está expectante por las definiciones electorales que lleguen en los próximos días, pero que nunca creyó que Alberto Fernández pudiera competir por la reelección. Es uno más en la hilera de funcionarios desilusionados con el gobierno que integran.
Detrás de las exclamaciones públicas de los albertistas, que siguen manteniendo la idea de que el Presidente tiene la posibilidad y la capacidad de presentarse en los próximos comicios, existe una realidad distinta. Hay una aceptación casi uniforme de que el Jefe de Estado está fuera de juego y que lo que le resta es apoyar a un candidato y mantenerse a flote hasta el final del mandato.
Dentro del peronismo especulan con dos posibilidades concretas - siempre y cuando Sergio Massa no sea el único candidato que alinee el espacio político - respecto al rol que puede jugar Fernández. Algunos creen que terminará apoyando a Daniel Scioli, el único precandidato lanzado, y otros que esperará que alguno de los gobernadores del PJ defina el momento de jugar, para luego acompañarlo.
El nombre que más sobresale entre los mandatarios es el del gobernador de Tucumán, Juan Manzur, que primero competirá como candidato a vicegobernador de Osvaldo Jaldo en la provincia, y que luego se volcaría al escenario nacional con una precandidatura presidencial sobre los hombres. Sería como representante de los gobernadores, que están convencidos de poner a alguien en la cancha.
“Pedirle a Alberto que se baje ahora es un exceso. No tiene sentido. Si ya renuncia a la candidatura quedaría como que lo hace porque el kirchnerismo lo presiona. Pero ya está, no tiene posibilidades. Termina gestionando con un conjunto de individuos, porque no son dirigentes, no dirigen a nadie”, sintetizó, con fastidio e ironía, un destacado dirigente social del Frente de Todos.
En una línea similar se expresó un intendente del conurbano, aunque en su análisis incluyó a la Vicepresidenta. “No mide nadie. Alberto no mide, pero Cristina tampoco. Lo que ella tiene, no le alcanza. Ambas opciones son una derrota asegurada”, indicó. Hay pesimismo en las filas peronistas, donde algunos sienten que todavía hay margen para remontar el vínculo con la sociedad.
La candidatura de Fernández no tiene respaldo en la filas de la coalición. Pero tampoco hay nadie que cuente con un apoyo voluminoso de cara a los comicios. El kirchnerismo sigue apostando a la posibilidad de Cristina Kirchner sea la que encabece la boleta presidencial porque sostienen que es la que más mide y la única que puede asegurar un triunfo. Y sino, que sea candidata a senadora nacional, pero candidata al fin.
En un segundo orden, pero también con todo el respaldo K, aparece Sergio Massa, quien tiene atado su plan de candidato al impacto real de la inflación. En el Gobierno ahora dicen que el número mágico ya no debe tener un 3 adelante, sino un 4. Según ese análisis, abajo de 5% de inflación el ministro podría ser competitivo en la próxima elección.
La aceleración de la inflación en el comienzo del año fue una señal negativa y lo que se avecina en febrero y marzo no parecen ser las mejores novedades. Ante ese cuadro de situación en el oficialismo bajaron las expectativas y empiezan a convencerse que tener un 4% mensual no puede impedirles ser competitivos en una elección donde, quien se pare del otro lado de la vereda, puede cambiar abruptamente el escenario.
La presión recae sobre Massa porque es el único que cuenta con consenso de todos los sectores. El ministro sigue en su línea de asegurar que es incompatible su función con la posibilidad de ser candidato a presidente. El camino todavía tiene muchos kilómetros por recorrer. Faltan casi cuatro meses para el cierre de las listas de candidatos. Hay tiempo para que ese mensaje se modifique.
Mientras la gestión sigue su curso, el kirchnerismo más duro redobla la presión para que Alberto Fernández se baje. Lo tratan de cercar desde el discurso y los símbolos. El último miércoles, durante la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, el único diputado que no estuvo presente fue Máximo Kirchner.
El líder de La Cámpora le dijo, sin decirle, que los K no están con él, más allá de los gestos de buena voluntad del Presidente durante su discurso, que tuvo el foco puesto en criticar a la Corte Suprema y el sistema judicial. No hay ninguna señal de acercamiento que Fernández pueda ser que sea realmente valorada por el kirchnerismo. Así no hay unidad posible para enfrentar los comicios.
Una paso más adelante fue el secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque, que volvió a apuntar contra el Jefe de Estado, luego de asegurar que la Vicepresidenta es quién debe ser la candidata del Frente de Todos. “Me parecen raras esas alquimias que a veces se plantean de ‘vamos a ganar con un candidato que mide 5 puntos’”, deslizó, en referencia a Fernández.
Larroque lo minimizó. Volvió a vulnerar la autoridad presidencial y lo trató como un dirigente raso. No hay rol institucional que importe. La avanzada sobre la figura del Jefe de Estado no cesa. Y el objetivo concreto es uno solo: que se baje de la reelección y que lo haga cuanto antes.
Además, el “cuervo” dijo que “hay una desilusión muy grande” con su gestión y le pidió que “no se victimice”. Una cachetada más. Un puñal tras otro en medio de una lucha por poder en la que el Presidente busca sobrevivir hasta el final del mandato y el momento de las negociaciones finales.
El Presidente aún no tomó ninguna determinación y seguirá estirando ese momento. No hay presión que parezca inmutarlo, aunque la propia realidad de la falta de apoyo, más temprano que tarde, terminará por cercarlo.
“Alberto lo único que tiene es la gestión, pero no tiene el respaldo político”, sentenció un ministro de la Nación. La cuenta no da el resultado esperado. No lo dará nunca.
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