“La reelección de Alberto y el operativo clamor para que Cristina sea candidata dividen al Frente de Todos. Alberto y Cristina dividen el espacio. Es el momento para que den un paso al costado y le den lugar a otros candidatos. Ambos pierden en la elección. Hay que reconstruir la idea de que se puede ganar”.
La definición la firma, en off the record, un importante dirigente social que promete acompañar al Presidente hasta el final del mandato, pero que entiende que sus posibilidades de reelegir son inexistentes. Esa misma idea sobresale en cada uno de las terminales peronistas que integran la coalición oficialista.
Si hasta ahora algunos dirigentes guardan cierta reserva es porque conservan la voluntad de no dañar al jefe de Estado con sus críticas y porque también entienden que Fernández necesita conservar lo que le queda de poder por un tiempo más. Si existe un día en el que anuncie que no buscará la reelección, en ese mismo momento dejará escapar el poder que le queda en la mano.
Son las reglas del juego y el Presidente las entiende sin necesidad de que nadie se las resalte. La Casa Rosada ha recibido dos golpes fuertes en los últimos cinco días. La semana pasada cuatro legisladores, que supieron ser cercanos a Fernández, rompieron el bloque del Frente de Todos en el Senado, y debilitaron, aún más, la estructura de la alianza política.
Ayer, en tanto, las organizaciones sociales blanquearon que no apoyarán al mandatario en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, el próximo 1 de marzo. ¿El motivo? Aseguran que desde Balcarce 50 están planteando el acto legislativo como un respaldo a la reelección de Fernández y ellos no quieren entrar en ese juego porque saben que esa candidatura divide el espacio.
En clave política, lo que sucedió ayer tiene un impacto real negativo para la proyección electoral del Presidente. El Movimiento Evita y Barrios de Pie, las organizaciones sociales más grandes del país, fueron el principal sostén político de Fernández durante los tres años de mandato. Lo respaldaron en medio de la interna feroz con el kirchnerismo cuando en la mayor parte de la dirigencia reinaba un incómodo silencio.
La decisión de no movilizar la explicó ayer a Infobae Gildo Onorato, uno de los principales referentes del Movimiento Evita y secretario gremial de la Unión Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), donde se agrupan las principales organizaciones sociales del país.
“No movilizamos el 1° de marzo porque es un escenario que intenta convalidar una candidatura de Alberto Fernández y eso hoy divide al Frente de Todos. Nosotros queremos que haya unidad y vamos a trabajar para que, por intermedio de las PASO o por consenso, podamos construir una propuesta competitiva”, sostuvo.
En este tiempo preelectoral las definiciones describen lo que está sucediendo entre bambalinas. Onorato fue claro y contundente. No convalidan la relección del Presidente porque no lo ven competitivo. El que quiera entender otra cosa parece estar mirando un cuadro de realidad que solo lo beneficia. La decisión de los movimientos sociales fueron un golpe de efecto para las pretensiones electorales de Fernández.
“Los del Evita quieren lo mismo que Alberto, la unidad. Pero se quieren subir el precio. Si Alberto es candidato o no, es por otras cosas. No es por el Evita”, sentenció un funcionario con acceso al despacho presidencial. En el círculo albertista no cayó bien el mensaje político que mandaron las organizaciones. Es lógico que así sea.
El problema para el Presidente es que no son solo los organismos sociales los que le dieron vuelta la cara a su proyecto de reelección. “Hay varios intendentes que no saben cómo hacer para decirle que se baje”, retrató un jefe comunal del conurbano bonaerense, que por lo bajo acepta a Daniel Scioli como una prenda de unidad para reorganizar el peronismo.
La misma línea expresó un intendente que gobierna en el interior de la provincia de Buenos Aires: “La situación está más tensa de lo que parece. Alberto no se baja y eso enloquece a todos. No sabemos qué puede pasar”. En la mayor parte del peronismo tienen en claro que la reelección de Fernández no es un proyecto competitivo para este año electoral, pero aún no lanzaron una ofensiva impiadosa contra él.
“Alberto ya está. No tuvo vocación de poder. No tiene posibilidades”, dijo, con una frase quirúrgica, uno de los dirigentes más importantes de la CGT, que también apuntó contra la Vicepresidenta. “Cristina no puede ser candidata. Perdemos. Me parece que lo tiene claro. El operativo clamor es solo para que tenga la lapicera y la centralidad”, se sinceró.
En el kirchnerismo ya tomaron como un deporte criticar a Fernández. Las críticas fueron tantas y tan seguidas que el Presidente ya no las sufre como antes. Esperan con ansias que se corra del camino electoral. Por ahora, solo por ahora, para el sector más duro las opciones potables son Cristina Kirchner y Sergio Massa.
En los círculos de poder más chicos del peronismo se le sugirió al jefe de Estado que incluya en su texto del 1 de marzo un apartado en el que asegure que no va a ser candidato. Que en un marco institucional dé de baja su candidatura y abra el juego para el resto de los candidatos. Todo indica que no lo va a hacer. Seguirá firme con su idea y su estrategia. Sabe que si se corre del camino ahora, pierde poder de fuego.
“Alberto lo único que quiere son cargos para su círculo de amigos. Es lo único que le interesó siempre. Cargos. Y nosotros quisimos discutir política. Fue imposible con este hombre. Tarde o temprano se va a bajar”, soltó, con furia, un dirigente camporista.
Cuando la dirigencia habla sin la luz en la cara retratan una coalición rota y un futuro incierto. Lo hacen con preocupación y enojo. Exponen con cierta sensatez la falta de acuerdos que existe en el interior del peronismo y que han dificultado la gestión durante todo el mandato de Alberto Fernández.
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