Con la confirmación -en la mesa tendida en el PJ- de que Alberto Fernández no iba a entregar su candidatura, La Cámpora inició una campaña sin cuartel por doblegar al presidente y forzarlo a abandonar su improbable sueño de continuidad. En las últimas horas, esa presión escaló y se combinó con el creciente operativo clamor para que Cristina Kirchner sea otra vez candidata, pese a que supuestamente está “proscripta”.
Ese juego de contradicciones políticas -sostener que la vicepresidenta tiene impedido presentarse a elecciones y al mismo tiempo pedirle que sea candidata- tuvo en las últimas horas una expresión que evidenció como nunca la paradoja de ser y no ser en el mismo trazo en la que incurren, entre otros, las espadas mediáticas de La Cámpora.
El actor militante Darío Grandinetti quedó expuesto ante esa contrariedad cuando la periodista Tatiana Schapiro le preguntó si todavía “extrañaba” a Cristina Kirchner en el gobierno. Este fue el diálogo publicado el sábado en Infobae:
- La última vez que charlamos en el 2017 me contabas que la extrañabas a Cristina ¿Cómo estás hoy?
Igual. La extraño igual. Sí, la sigo extrañando. Creo que es la única posibilidad de conseguir de verdad un crecimiento, como fue el que hubo durante sus gobiernos. Que son datos, no opinión.
- Pero hoy es gobierno.
… (silencio)
- Es vicepresidenta. ¿Igual la extrañas?
Sí, claro. La quiero como presidenta.
- Ella dijo que no va a ser candidata; por lo menos, a hoy.
Ella sabrá y ojalá revea la situación. También durante su gobierno fue vicepresidente (Julio) Cobos y no estaba en el gobierno. Cuando tuvo que decidir si estaba en el gobierno o no, votó en contra. Entonces ser vicepresidente o no. Las decisiones no las toma Cristina y esto lo sabemos todos.
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Las principales diferencias entre la experiencia de Cobos y de Cristina Kirchner es que la vicepresidenta ungió a Alberto Fernández presidente con un tuit, es la accionista principal por su potencial electoral de la coalición de Gobierno, ubicó y mantiene a su gente en los puestos que administran los presupuestos públicos más abultados y forzó la renuncia de la mayoría de los funcionarios que le respondían al Presidente.
Más allá de estas cuestiones, las palabras de Grandinetti evidenciaron el modo en que el kirchnerismo entiende el presente político y cuáles son los deseos ante un presente económico que tiene menos buenas que las muchas malas de hoy y del futuro inmediato.
En las últimas dos semanas, además de pegar un salto el dólar, recalentarse los precios de los alimentos y resentirse el circuito entre proveedores y terminales -de los rubros más variados-, la actividad empezó a mostrar señales incipientes de agotamiento. Las negociaciones de Sergio Massa con el FMI para aflojar algunas condiciones del acuerdo son el único punto a favor de una economía que no logra dejar atrás la extrema fragilidad.
Con “El Cuervo” encima
Más allá del teorema Grandinetti, Andrés Larroque, ministro de Axel Kicillof y secretario general de La Cámpora, lanzó un furioso ataque a los funcionarios alineados con Alberto Fernández que pusieron en duda la “proscripción” que entienden que afecta a Cristina Kirchner por haber sido condenada a seis años de cárcel e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos en la causa que se investigó maniobras de corrupción en la obra pública de Santa Cruz.
“Le hacen el juego al enemigo”, advirtió el funcionario en referencia sobre todo a los ministros Aníbal Fernández (Seguridad), Victoria Tolosa Paz (Desarrollo Social) y Santiago Cafiero (Cancillería) que resaltaron que no existe impedimento jurídico para que Cristina Kirchner se presente como candidata, debido a que la condena no está firme, ya que fue dictada por jueces federales de primera instancia.
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Además, embistió sin nombrarlo contra el funcionario Emilio Pérsico, que había puesto en duda que la vicepresidenta pueda llegar al 40% de los votos que le permita ganar. “Hay una obstinación porque Cristina no sea candidata. Dicen que no llega al 40% y quieren reemplazarla por un candidato que mide 5%”, tiró, enigmático, “El Cuervo” Larroque. ¿Hablaba del Presidente? Pregunta abierta.
Pero no fue solo eso. También confirmó que la militancia de La Cámpora continuará en la calle y movilizada para romper esa supuesta “proscripción”, porque “la gente que la está pasando mal pide en la calle a Cristina”.
Tras confirmar que el 11 de marzo encabezará un plenario de organizaciones kirchneristas, afirmó que “la gente necesita un gobierno kirchnerista”. Como dijo el fin de semana en Santa Cruz el diputado Máximo Kirchner “un buen peronista o una buena peronista”.
Radicalismo al rojo vivo
Pero las intrigas y las internas no son solo del PJ, el partido principal del Frente de Todos. En el caso de Juntos por el Cambio, en la UCR la tensión también subió en las últimas horas, al punto que existe un riesgo de cisma o de fractura por la pelea abierta entre Gerardo Morales y Facundo Manes, los dos que disputan por la candidatura radical a presidente.
El gobernador de Jujuy y al mismo tiempo presidente del Comité Nacional confirmó que pedirá por carta una respuesta -que sea también por escrito- del neurocientífico a su propuesta para que se defina por internas partidarias un postulante único para competir en las PASO del 13 de agosto.
“Que conteste por escrito ante la organización de la estructura partidaria si está dispuesto o no, porque en la medida en que participemos dos candidatos por el radicalismo, le estamos haciendo el juego a los candidatos del PRO”, afirmó Morales, en declaraciones radiales.
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Dirigentes del radicalismo -que tienen el internismo incrustado en su ADN- estuvieron la semana pasada en una reunión en la calle Ayacucho del centro porteño y el sábado último en otro encuentro en Chascomús, hablando sobre este tema. No sólo respecto a las candidaturas presidenciales, sino también acerca de quién competirá para gobernador bonaerense. En esa carrera tan improbable están anotados Gustavo Posse, Maximiliano Abad y Martín Tetaz. ¿Habrá también allí fórmulas mixtas?
Para la estructura y la vieja guardia del partido, la UCR tiene que competir en abril o mayo para dirimir las postulaciones. Es una definición macro que tiene el visto bueno de Morales, y que además de las internas, tiene otras definiciones estratégicas: estar lejos de Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Javier Milei. “Son halcones de pico”, zamarreó, sin nombrar, el gobernador jujeño, que se puso, claramente, del lado de Horacio Rodríguez Larreta, el presidenciable del diálogo y de la antigrieta.
Aunque todavía no está claro el cómo, Gerardo Morales dice que quiere ser presidente pero está a favor de que existan fórmulas cruzadas, con el PRO.
Manes ya anunció que va a resistir a la embestida de Morales. Tras una consulta realizada por la mañana del domingo a su equipo de colaboradores, se confirmó que no aceptarán el pedido de Morales para dirimir candidaturas en otro espacio que no sean las PASO. “Ningún dirigente importante se manifestó a favor de una interna. El mecanismo previsto son las PASO. Vamos a llegar hasta el final”, respondieron.
Y a contrapelo de ese posicionamiento que expresó Morales de alejarse de los “halcones de pico”, en el entorno del neurocientífico confirmaron una reunión este sábado con Mauricio Macri. “Fue una conversación entre el ex presidente y el dirigente radical más votado en la Argentina en la última elección”, dijeron fuentes cercanas al neurocientífico, que aclararon que el vínculo entre ambos nunca se interrumpió.
“¿Creen que lo quieren sacar de la cancha?”, consultó Infobae: “Las prioridades radican en que la Argentina se encamine al desarrollo y la modernidad, cosa que los mismos de siempre no lograron en las últimas décadas. Nosotros vamos a jugar el partido”, agregaron.
Nuevas afinidades
El biocoalicionismo que ordenó desde 2015 la política argentina parece estar entrando en una declinación acelerada por la irrupción de una tercera fuerza que cuenta con un liderazgo fuerte y visible -el de Javier Milei- pero por ahora carece de una estructura que lo represente institucionalmente.
Se trata de un nuevo escenario que, sin embargo, responde a un contexto más amplio. Carlos Meléndez, un académico peruano que publicó el año pasado el libro “Populistas”, escrito en medio del auge y caída de Pedro Castillo, ofreció una nomenclatura pertinente para entender las nuevas tribus políticas en las que se ordenan las sociedades latinoamericanas.
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Sirve ese aporte porque Argentina no ostenta ya su vieja y aristocrática singularidad, sino que forma parte de un mismo paisaje regional. Así, se muestra el país atravesado por su destino sudamericano y lejos de una europeización extraviada por años de estancamiento. Nos adaptamos a la perfección a identidades partidarias que explican una forma novedosa de segmentación, con categorías desligadas de ideologizaciones que, en la actualidad, explican muy poco.
De acuerdo con Meléndez -según el magistral resumen que hizo su colega de la universidad de Lisboa, el argentino Andrés Malamud- los votantes, ciudadanos o “la gente” en la región se reparten en las siguientes nuevas afinidades:
1- Los que apoyan a un partido.
2- Los que odian a un partido.
3- Los que odian a todos los partidos.
4- Los indiferentes.
Esta nueva lógica -cada quien puede poner el partido o dirigente de Argentina que considere en el número correspondiente- disuelve la consistencia que antes tenían categorías más pétreas, como las derechas, las izquierdas y un centro difuso, que parecía tragarse un poco de los dos polos. A veces más de uno y, otras veces, del otro.
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El politólogo Malamud subraya con agudeza que debido a un crecimiento de las opciones 2, 3 y 4 es que los países latinoamericanos -aunque también ocurre en otras latitudes- son gobernados por políticos que apenas representan a minorías y no logran convertirse en líderes mayoritarios.
El kirchnerismo se agranda y toma como propias las victorias de Gustavo Petro en Colombia; Luiz Inacio Lula Da Silva en Brasil; y la derrota que las fuerzas políticas identificadas con Rafael Correa le aplicaron a la derecha en Ecuador. Más atrás, Gabriel Boric en Chile; y Luis Arce con Evo Morales en Bolivia. Aunque representan a la izquierda, son más bien victorias de opositores que doblegaron a gobiernos machucados por el impacto devastador de la pandemia, la guerra en Ucrania, la inflación desbocada y el deterioro de los salarios.
Esa puede ser la explicación de fondo sobre por qué la vicepresidenta, por medio de La Cámpora, dice que el de Alberto Fernández no es su gobierno. Ahora, se le suma el teorema Grandinetti que clama: “Ella no gobierna. La extraño y la quiero como presidenta”.
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