Sergio Massa cierra este sábado, en la India, una agenda cargada de reuniones en el marco de la cumbre de ministros del G20. Se trata de gestiones para recuperar un mínimo de atención en los mercados y reforzar las tratativas con el FMI. Dicho de otra forma: el Gobierno necesita oxígeno internacional para contener la economía, tensada por los efectos de la inflación, la falta de dólares y los primeros pasos del año electoral. El punto, contradictorio y costoso, es que el mensaje no sólo se escribe en ese encuentro o en Washington. Importa la política local y la señal doméstica es de crisis propia.
El ministro de Economía mantuvo una decena de contactos con funcionarios que participan del encuentro, entre ellos representantes de Estados Unidos, India, China, Alemania y Brasil. También, con funcionarios de organismos internacionales. Una nueva charla con Kristalina Georgieva juega en el tablero de las gestiones de Economía con el FMI, en particular las relacionadas con los niveles de reservas comprometidos como meta. Temas sensibles con interlocutores en general bien informados.
¿Y qué noticias partían en simultáneo desde Buenos Aires? Fractura en el interbloque de senadores oficialistas -dato relevante, con lecturas variadas, incluidas las facturas entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner- fracaso de las sesiones extraordinarias convocadas por el Presidente y cruces graves con la oposición -que arrastra sus propias internas- por la ofensiva unificada del oficialismo contra la Corte Suprema de Justicia.
Todos esos elementos tienen historia propia y, en conjunto, exhiben deterioro. La delicada situación económica y su efecto social alimentan las tensiones y cálculos en cada espacio, pero la reacción política, como imagen global, es de cierta disociación con la realidad. Son distintos los niveles de responsabilidad por el lugar de gestión, pero el debate en la oposición -en Juntos por el Cambio, pero no exclusivamente- gira en torno de la interpretación de la “grieta” y cómo enfrentarla. No asoma, por ahora, una referencia acabada a la exigencia que demandaría la crisis al nuevo gobierno, cualquiera que sea, en términos de armado político.
En el caso del oficialismo, la fractura de un cuarteto de senadores constituye el dato más inquietante, en especial si se lo considera como síntoma. Para algunos, una alarma seria en el contexto de otras señales de acomodamiento para preservar espacios propios frente al desgaste nacional, como expresa el desenganche de elecciones provinciales en el caso de algunos gobernadores peronistas. Lo más llamativo, con todo, fue el intento posterior de adjudicar las culpas únicamente a Olivos hecho por el kirchnerismo, colocándose otra vez afuera de la gestión y a pesar del quiebre del dominio absoluto de CFK en la Cámara alta.
El movimiento de los senadores disidentes no asoma uniforme, aunque de entrada fue presentado como una construcción “antigrieta” o al menos alejada de la grieta interna del frente gobernante. Parecen diferentes las intenciones individuales en la formalización del nuevo bloque, bajo el título de Unidad Federal. Vale un breve repaso.
El jujeño Guillermo Snopek apuntó directamente contra Alberto Fernández, tomado además por el clima de disputas en el dividido peronismo de su provincia. La sanluiseña María Eugenia Catalfamo responde al peronismo de su distrito, con Alberto Rodríguez Saá mostrándose junto a Juan Schiaretti. El correntino Carlos Espínola está menos alineado y el entrerriano Edgardo Kueider trató de destacar que no se trata de una ruptura total con el oficialismo. La movida contó, desde afuera, con Alejandra Vigo, esposa del gobernador cordobés. Se verá cómo sigue.
Con todo, la primera expresión directa fue la frustración del Frente de Todos en su intento de realizar en el Senado la primera y única sesión del período extraordinario. El lunes y el martes últimos se sucedieron algunas tratativas para reunir el quorum. Como ocurre en general, JxC no fue contactado para acordar de mínima la fecha y el temario. El oficialismo, con acompañamiento de dos o tres aliados permanentes, garantizaba el número. Esta vez, no fue así por la emigración de los cuatro senadores referidos.
Esa escisión generó dos lecturas contrapuestas en la superficie pero indicadoras del estado de cosas en el oficialismo. El kirchnerismo hizo circular la nota de Snopek, que cargó con dureza contra Alberto Fernández. La factura fue expuesta como una forma más de responsabilizarlo de manera exclusiva por el deterioro y los costos de los desmanejos en la gestión. Al revés, la otra evaluación, también unidireccional, destacó una herida para CFK en su propio territorio de poder.
El otro elemento destacado, también indisimulable hacia afuera, es que la etapa legislativa decretada por el Poder Ejecutivo transcurrió sin sesión alguna. Alberto Fernández planteo al Congreso un listado de 26 iniciativas -tres de ellas reclamadas por Economía-, además del impulso al enjuiciamiento del tribunal supremo. Tal vez el martes próximo, el Frente de Todos logre quorum en Diputados para tratar un par de proyectos a pesar del rechazo que mantuvo hasta ahora JxC como respuesta al proceso contra la Corte.
El juicio político avanza en el ámbito de la comisión de Diputados con número ajustado del oficialismo. No tiene perspectivas de consagrar la acusación en el recinto. Pero alcanza por exponer la unidad del oficialismo sólo en este terreno: la ofensiva sobre la Justicia conjuga la presión kirchnerista, el alineamiento en este tema del Presidente y el silencio del massismo para evitar una gesto diferenciado que podría repercutir en artillería kirchnerista sobre su gestión.
Es sabido: la carga contra la cabeza del Poder Judicial constituye un dato significativo hacia el exterior. Y la oposición acaba de sumar, además, acusaciones ruidosas sobre violación a las normas elementales del proceso que apunta a los cuatro jueces de la Corte e intentos de avalar operaciones de “inteligencia ilegal”.
El miércoles que viene, la atención será puesta otra vez en el Congreso. El Presidente debe hablar ante la Asamblea Legislativa. Desde el círculo de Olivos, se deja trascender que está concentrado en el discurso, anticipado como nuevo elemento de lectura interna. Se verá cuál es la actitud de CFK. Todo, con proyección más allá de la platea local.
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