Pasaron quince días desde que Alberto Fernández formalizó con un hilo de tuits que convocaría a una mesa nacional del Frente de Todos. Antes y después, la batalla fue planteada bajo el supuesto de su sentido, es decir, para discutir sólo la línea electoral o el rumbo político de la gestión. La reunión inaugural de la mesa demandó más de treinta sillas -para el Presidente, ministros, jefes territoriales y representantes de los distintos espacios internos- y consumió más de cinco horas para consensuar un documento que ya venía conversado. Resultado: Cristina Fernández de Kirchner, la única ausente, impuso el discurso de su “proscripción” y mostró que le interesa afirmar liderazgo antes que discutir su candidatura.
Desde el círculo del Presidente, destacaron la inclusión de un párrafo sobre la vigencia de las PASO. Y el kirchnerismo dejó anotada la idea de armar una comisión para pedirle a CFK que revea el anuncio de no ser candidata a nada, que fue su primera y destemplada reacción ante la condena impuesta por el tribunal oral federal en el caso Vialidad. Nada de eso cierra el tema. Es un interrogante hasta qué punto Alberto Fernández mantiene su plan reeleccionista, a la defensiva o para ir al combate. Es conocido el rechazo K y los pedidos de pronta resolución, reclamo también expuesto por Sergio Massa. Y es incierta también la movida final de la ex presidente.
Todos los trascendidos indican que algunas intervenciones en la extendida reunión del jueves fueron fuertes y hasta crudas. Pero aún como parte de la pulseada interna, quizá los renglones más realistas -expuestos en el documento final- fueron los que señalaron las dificultades en el plano económico y social, con el implícito de las cuentas pendientes. Las internas -en líneas generales y en todas las veredas-, exponen desconexión con temas de fondo y hasta falta de sentido común o pragmatismo para manejar los tiempos y evitar contrapuntos desgastantes con la realidad más amplia.
Lo dicho: la intensidad del foco del oficialismo viene colocado desde hace semanas en la constitución y características de su mesa nacional. Y el encuentro inaugural se produjo apenas unos días después de la difusión de los últimos datos inflación (6%) y de la escalada en el nivel de las canastas Básica Total y Básica Alimentaria (7,2%), que marcan la línea de pobreza y de indigencia. En marzo, serán difundidos esos indicadores, que se anticipan realmente graves.
En ese contexto, el juego interno adquiere relieve por lo que dice de manera explícita y por lo que expresa más allá del texto de la declaración. Quedaron en el centro las cuestiones referidas a pulseadas de poder. No hubo reivindicación enfática de la gestión ni se anticiparon líneas generales de la campaña para la disputa con la oposición. El núcleo del documento combinó la síntesis del discurso kirchnerista -la consigna artificial de la “proscripción”- y la necesidad de sostener la unidad, con un párrafo dedicado al mecanismo de las elecciones primarias.
Antes que el texto, el marco. El kirchnerismo hizo dos movimientos con un mismo sentido. CFK no asistió al encuentro y más que a descalificar la cita, apuntó a colocar su figura en un escalón superior desde donde, llegado el caso, juzgará las decisiones políticas. A la vez, finalmente concurrió Máximo Kirchner. Un gesto que buscó valorar Olivos, pero que habría apuntado a mostrar que la delegación kirchnerista no actuaba en segunda línea, sino con poder de decisión sobre el mensaje final del encuentro.
Eso, al margen de la módica escenografía externa al local partidario. Carteles con la consigna “Cristina 2023″ y un pasacalle con referencia directa a la convocatoria presidencial de la mesa: “Si hay proscripción, no hay estrategia electoral”.
La declaración, luego de horas para “pulir” el texto, reflejó esa condición de prerrequisito, siempre colocando la situación judicial de CFK en el centro y extremando los efectos de la causa Vialidad como si se tratara de una sentencia firme. “Democracia sin proscripciones, unidad para transformar”, fue el título. No hubo rodeos además para ampliar el concepto. Y para dejarlo claro. Dice un párrafo que el frente oficialista no puede permitirse perder el capital del “liderazgo y potencia electoral” de CFK.
En el círculo de Olivos, sostenían después como balance algo así como un empate: anotaban la reivindicación de las PASO como un punto a favor del Presidente. De inmediato, dejaban trascender que sigue abierta la posibilidad de competir por la reelección. Del mismo, eran destacadas las referencias a lo actuado por el Gobierno en contexto mundial desfavorable.
Eso último resulta matizado y a la vez llamativo. El kirchnerismo se reivindica como mayor socio y sostén del FdeT en el poder, pero lo hace colocándose afuera de la responsabilidad mayor de la gestión. La declaración, para atender ese juego, destacó la necesidad de dar respuesta a un cuadro económico y social complicado. Un tramo a contramano de la línea comunicacional del Gobierno que niega la crisis.
El contrapunto entre plan reeleccionista del Presidente y operativo “Cristina 2023″ no alcanza ni de lejos para resumir el estado de cosas en la interna del oficialismo. En primer lugar, las resoluciones más claras -que pueden esperar todavía meses- están atadas a la marcha de la economía. Puede poner o no en carrera a Massa. Y trazar en líneas generales los niveles de apoyo o rechazo general al oficialismo.
El kirchnerismo mide el pulso especialmente en Buenos Aires, como eje para jugar la batalla nacional o como base de “resistencia” si el panorama es de derrota nacional. Es incesante del flujo de recursos para la gestión de Axel Kicillof. Eso mismo definiría la apuesta personal de la propia ex presidente. Romper la “proscripción” no implica necesariamente competir por la presidencia. La consigna expresa el objetivo sino único al menos previo, de afirmar su lugar en el armado interno. Y la reunión de la mesa del oficialismo no cerró el tema. Más bien, lo expuso.
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