El mensaje político de Alberto Fernández llegó nítido a Cristina Fernández: no cederá su candidatura presidencial a ningún representante del kirchnerismo, y espera a cualquiera de sus referentes en las PASO. La Vicepresidenta tomó nota del mensaje y diseña una estrategia interna destinada a voltear las intenciones personales del jefe de Estado. CFK pretende utilizar a gobernadores, intendentes del conurbano, movimientos sociales y sindicalistas para lograr ese cometido político.
Alberto Fernández sólo ejecutaría su propia auto exclusión si Sergio Massa aceptara la candidatura a presidente, una hipótesis de trabajo que está condicionada por la inflación y los tiempos políticos que maneja el titular del Palacio de Hacienda.
Hasta anoche, Massa seguía pensando en terminar 2023 como ministro de Economía.
El jefe de Estado sabe qué sucedió en el final del mandato de Raúl Alfonsín: contra las cuerdas, el líder radical aceptó que Eduardo Angeloz fuera el candidato oficialista, y cuando menos lo esperaba, recibió una descarga interna que fusiló a su ministro de Economía, Juan Vital Sourrouille, y transformó los últimos meses de su presidencia en un caso de agonía política.
En este contexto, Alberto Fernández renunciaría a la reelección si está seguro que no será Alfonsín y que CFK no prepara el guión electoral de su propio Angeloz. Dos axiomas que nadie está dispuesto a cumplir en las cercanías de la Vicepresidenta y de Máximo Kirchner, jefe de La Cámpora.
A Cristina le importan poco los temores personales de Alberto Fernández y moverá todas las piezas para desbancar su candidatura. Observa con atención la agenda de Sergio Massa, y no descarta apoyar su nominación si en un futuro cercano están dadas las condiciones económicas y políticas.
La ofensiva de la Vicepresidenta se cocina en su despacho de la Cámara Alta -que ya funciona como una unidad básica- y su primer estiletazo ocurrirá el próximo 24 de marzo. Ese día, gobernadores, ministros, intendentes, movimientos sociales y sindicalistas afines montarán un acto en la Plaza de Mayo para recordar con dolor el último golpe de Estado y escuchar con atención un discurso de CFK, que funcionaría como un punto de inflexión en la interna oficialista.
El aparato kirchnerista pretende poner doscientos mil militantes en la Plaza de Mayo, y en ese escenario CKF tiene intenciones de condicionar los próximos pasos electorales del Presidente. Alberto Fernández no detenta esa capacidad de movilización popular, y para esa fecha fue invitado a participar de la Cumbre Iberoamericana que se realizará en República Dominicana.
El Presidente aún no definió si el 24 de marzo estará en el Caribe, pero ya está casi descartada su participación junto a Cristina. Alberto Fernández no quiere viajar y dejar toda ese espacio político a merced de la Vicepresidente, y estudia variables para no estar ausente en un fecha clave de la historia argentina.
Mientras tanto, en la Casa Rosada se prepara la Mesa Nacional para diseñar una estrategia electoral que coincida con los intereses políticos del jefe de Estado y de CFK. Se trata de un pretensión casi imposible y su eventual fracaso ya es sopesado a los dos lados del campo de batalla.
Sólo una circunstancia política puede transformar la Mesa Nacional en un hecho cierto: que Alberto Fernández se decante en Massa y que Cristina lo apoye como un candidato de unidad del Frente de Todos. Esa posibilidad sólo podría suceder en mayo -cuando se conozca la inflación de abril-, una eternidad en tiempos de contienda entre el Presidente y CFK.
Alberto Fernández desea incluir a todos los representantes del oficialismo en la Mesa Nacional, pero no aceptará que se impugne su candidatura. Y Cristina quiere aprovechar ese eventual resorte partidario para terminar con los sueños de reelección del jefe de Estado.
Dos objetivos electorales distintos que son pretendidos por dos enemigos internos que administran y controlan los principales resortes del Gobierno. Pareciera que es demasiado considerar que ya existe una nueva tregua entre Alberto Fernández y Cristina.
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