La definición del adjetivo que calificará a la “mesa” que debería nuclear -o al menos, reunir- a los principales representantes del Frente de Todos se transformó rápidamente en algo bastante más denso que una cuestión de títulos. Está poniendo en escena un nuevo acto de la disputa de poder y, de manera contradictoria, la necesidad de bajarle el tono a la interna para no agregar sombras a la economía. La inflación sigue alterando el pulso. Y en la visión de Alberto Fernández, la mesa en cuestión debería ser “electoral”, limitada a cuestiones de reglas y estrategia para los comicios. En cambio, tendría que ser “política”, según el kirchnerismo, para marcar el rumbo de gestión en esa perspectiva. No asoma como indicio de tregua.
El Presidente deja trascender su rechazo a la movida que hace rato fue puesta en marcha desde el círculo más apegado a Cristina Fernández de Kirchner. Y por eso mismo, busca enfatizar en estas horas el sentido restringido que tendría la mesa del oficialismo y ratifica que en su imaginario sigue presente la idea reeleccionista. Va en sentido inverso al orden cronológico: resultó una decisión posterior al armado de la mesa bonaerense, con sillas para Axel Kicillof, intendentes, la primear línea de La Cámpora y Sergio Massa. No hubo sillas para representantes de Olivos. Un mensaje evidente.
El punto central en el que coinciden todos en el oficialismo es la economía, en el costado más duro para el común de la gente -la inflación- y también en las expectativas electorales. Massa anunció ayer mismo, con amplio despliegue en la presentación, la segunda entrega de Precios Justos, hasta junio. Un camino largo. Antes, el Gobierno pone la mirada en la cifra que difundirá el INDEC dentro de diez días. Los números que manejan consultoras privadas anticipan un registro preocupante del IPC, tal vez medio punto porcentual por encima del 5,1% de diciembre.
Las especulaciones desvisten a su vez el problema central, político, además de las cuestiones vinculadas a precios, dólar y reservas. Desde Economía, destacan la necesidad de frenar los conflictos para mejorar las condiciones económicas y, por consiguiente, las chances en las urnas. Un primer paso debería ser el ámbito de discusión doméstica para resolver niveles de acuerdo y restarle perfil público a las tensiones. La pulseada en torno del título y de la integración de ese ámbito expone lo contrario.
No es el único dato. Los gobernadores peronistas, en general, coinciden con el requisito de amortiguar la interna. Muchas provincias se encaminan al adelanto de elecciones: ya suman quince, entre las que fijaron fecha y las que lo formalizarán en breve. Algunos gobernadores están condicionados por la legislación local, pero la mayoría buscan despegar su suerte del comicio presidencial. De todos modos, el oficialismo nacional -Olivos, CFK y hasta el massismo- prefiere anotar el costado que podría ser positivo para la campaña nacional, si en general les va bien a los oficialismos locales.
Claro que este clásico de la política no se agota en la pura especulación. Los jefes provinciales reclaman que los recortes presupuestarios no afecten sus planes. Se trata de obras públicas -al menos las iniciadas y las muy publicitadas- y partidas por encima de la coparticipación. Es una doble señal que conoce el Presidente y que también registra Economía: apuesta política en las escalas electorales de las provincias -con compromiso de posterior campaña nacional- y sostenimiento de fondos.
Resulta claro. Massa mantuvo en la última semana varios encuentros con gobernadores peronistas. Fueron gestos de ida y vuelta con el ministro que, como lo hizo en el lanzamiento de la mesa bonaerense, niega que esté trabajando su candidatura. Se verá. Por lo pronto, se reunió con Alberto Rodríguez Saá, Ricardo Quintela, Sergio Ziliotto, Sergio Uñac y Mariano Arcioni. San Luis, La Rioja, La Pampa y San Juan ya pusieron fecha a sus comicios, despegados del cronograma nacional. Y a Chubut sólo le resta elegir el domingo.
CFK tiene puentes con muchos de los gobernadores peronistas. Y buena parte de los más cercanos, además de Axel Kicillof y Jorge Capitanich, se contaron en el grupo, limitado, que acompañó la movida de Alberto Fernández contra la Corte Suprema. Hay, de todos modos, recelos. El Presidente trasladó así a Diputados el peso de la renovada carga sobre la cabeza de la Justicia. Nada pronostica un éxito político.
Esa es una cuestión especialmente sensible para el kirchnerismo. Y, según se hace circular, forma parte de los temas que quiere incluir en el listado de la mesa nacional del oficialismo. Del mismo modo, reclama rediscutir asuntos económicos gravitantes tales como la deuda con el FMI o la política de ingresos.
Es un mensaje también a Economía. CFK sigue desconsiderando a Alberto Fernández. El kirchnerismo tiene algunas coincidencias con Massa. Por ejemplo, en la calificación muy ácida sobre la “herencia” de Martín Guzmán y Matías Kulfas. En la coyuntura, se mantiene el aval a la gestión del ministro. En cambio, es incierto el futuro de este equilibrio.
Coincidieron ahora en el impulso al armado del ámbito de decisión política del oficialismo. Un argumento de peso es la necesidad de darle marco a la disputa interna, bajarle el tono público, apostar a cierta contención de la economía -básicamente, precios- y a un buen andar del peronismo en la sucesión de adelantos electorales. Pero poner en discusión el perfil económico y sostener la tensión con la Justicia asoman a contramano.
En la interna, CFK y Olivos siguen en conflicto. En estas horas, el Presidente trabaja para sumar gobernadores a su dibujo de “mesa electoral”. La amplitud suena a darle carácter de formalidad. En estos meses, además, crecerá seguramente el tema judicial. Además de la marcha del juicio político en Diputados, son esperadas varias resoluciones de la Corte -el reclamo porteño por el recorte de fondos, en primera línea- y más adelante, la reposición del caso Vialidad con la difusión de los fundamentos de la condena a CFK. Es parte de la agenda que viene, densa.