La decisión de Alberto Fernández y Cristina Kirchner de retomar los contactos en la cúpula del Frente de Todos llegó en un momento álgido. Ambos venían de una discusión fuerte, vía interlocutores, por las diferencias por la manera de enfrentar la campaña. Desde el comienzo del año, el Presidente había puesto quinta marcha para impulsar su propia candidatura a la reelección, sin consultar uno solo de sus movimientos con la Vicepresidenta. Y ella resentía la falta de iniciativa frente a su “proscripción” y su desatención a la pérdida del poder adquisitivo del salario.
No hablaban hacía meses y, aunque la coalición estaba unida formalmente, en los hechos estaba -y sigue- dividida. El dardo de Eduardo “Wado” de Pedro por la exclusión del acto con organismos de derechos humanos fue el parteaguas, que en un comienzo provocó una crisis, pero terminó con un nuevo acercamiento. Uno de los tantos que se sucedieron en la historia de una relación de avances y retrocesos, que en los últimos días tuvo un nuevo capítulo.
“Hablaron para bajar los decibeles”, dijo, lacónico, un representante de la líder mayoritaria del FdT. Pero aclaró que este primer contacto fue muy somero. Apenas unas líneas, por el chat de la red social Telegram que suelen utilizar para comunicarse porque les ofrece privacidad.
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Desde la Casa Rosada consideraron la conversación como un hecho “natural”, si bien reconocieron que la falta de diálogo entre los actores principales se estaba prolongando, y que se trata de un hecho anómalo que preferirían evitar. Lo endilgan a la falta de experiencia en la dinámica de coalición, sobre todo para el peronismo, y a las “fallas de comunicacion” históricas. Y, si bien resienten las embestidas K, dicen que el Presidente aceptó conversar con la vice porque “no quedaba otra”. “Él siempre eligió comerse los sapos por el bien de la unidad”, dijo un alfil.
Ambos saben que en la próxima elección, en donde el candidato aún no está definido, se juega la posibilidad de perder el poder provincial y nacional que ostentan desde 2019. Y en los últimos días, ante la escalada en la discusión, empezaron a prevalecer voces de actores como Gabriel Katopodis, ministro de Obra Pública, pero de contacto transversal, que piden unidad cueste lo que cueste.
Más allá de que el jefe de Estado decidió, en los últimos meses, cortarse solo con su campaña, en sus filas son conscientes de que su plan reeleccionista es imposible sin Cristina Kirchner, que se lleva la mitad de las adhesiones dentro del espectro del oficialismo. La ex mandataria, por su parte, y aunque lo lamente, sabe que, porque ocupa el cargo más alto del Ejecutivo, Alberto Fernández tiene un peso específico ineludible a la hora de armar la campaña. Por un lado, dijeron fuentes del espacio duro, quieren combatirlo. Por otro, contener sus ambiciones.
En el medio se ubica Sergio Massa, que después de años de distancia con Cristina Kirchner contribuyó a conformar el FdT en 2019 y durante los primeros dos años del mandato se posicionó, desde la presidencia de la Cámara de Diputados, como “pivot” entre el kirchnerismo y el albertismo. Desde que fue nombrado ministro de Economía, tras la salida de Guzmán, pasó a ocuparse principalmente de la gestión, con eventuales vistas a presentarse como sucesor de Alberto Fernández. Pero en la última semana retomó aquel rol, apurado por el descalabro que provocaron las declaraciones off the record de Eduardo Wado de Pedro, delfín de la Vicepresidenta, que acusó al primer mandatario de excluirlo de un acto con Lula da Silva.
Durante el fin de semana, mantuvo conversaciones paralelas con el Presidente y su entorno, así como con Cristina Kirchner y los suyos. Un funcionario que siguió de cerca las negociaciones de esos días para lograr un acercamiento aseguró que Massa tuvo un rol clave. Pero en su círculo evitaron responder a las consultas sobre el tema central de la vida del Frente de Todos en la previa de la campaña electoral.
Por ahora, están agazapados, y quieren resguardarlo, en público, de cualquier asociación con las peleas políticas del oficialismo. Aunque, en los hechos, parece tener un rol más importante del que quieren aparentar. En cambio, buscan mostrarlo como un funcionario en una cartera caliente, que hace “todo lo posible” por “sacar adelante la economía”. De hecho, aún relativizan sus ambiciones presidenciales, cuando faltan menos de cinco meses para el cierre de listas.
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Por lo pronto, Massa monopoliza todos los anuncios económicos, aunque en Balcarce 50 como en el quinto piso de Hacienda -en el edificio de enfrente- se esmeran en remarcar que consulta todos sus movimientos con el Presidente. Quieren evitar que se trasluzcan ruidos con el tercer integrante de la coalición gobernante, donde las internas quedan cada vez más en evidencia a medida que avanzan las semanas. Por caso, el ministro evitó asistir a los actos que encabezó Alberto Fernández entre diciembre y febrero, con distintas excusas. Pero el martes pasado dijo presente, desde temprano, en la reunión que convocó el kirchnerismo en Merlo para asentar las bases de la estrategia bonaerense. Fue en calidad del Frente Renovador, dijeron en su entorno, algo que consideraron lógico.
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